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Llega diciembre y con él, la locura de un mes que hace bastante tiempo despierta en los seres humanos una necesidad de consumismo dese-quilibrada. Sí, no podemos negarlo, es como si todos al unísono dijéramos: «vamos a comprar que el mundo se acaba». Y pareciera que no hay límites. En mi caso, mi esposo y yo acordamos hacer dos buenos regalos a cada hijo (uno de él y uno mío). Pero es inevitable que la cifra termine en cinco: «una cosita más», «pero el juguete», «el juego de play», «la bicicleta nueva»... El desprendimiento es increíble e insensato.
Hace poco fue el cumpleaños de mi padre (recuerden que siempre he tenido conflictos con la situación «buscar un regalo para la persona que quieres». Me complico, exijo demasiado, quiero que sea el regalo perfecto) y fue un poco lo mismo: di vueltas y vueltas tras el pantalón o el par de zapatos o la camisa ideal. Después de terminar de comprar, me topé con mi hermana que le había regalado a mi padre una fotografía maravillosa de todos sus nietos. Me quedé muda. Ese sí es un regalo, pensé.
El otro día, mi esposo encontró una libreta que llevamos a un viaje que hicimos juntos por Europa en el 2012 y que él decidió llenar cual diario, mientras yo renegaba de la flojera. Llené dos páginas y solo por su insistencia. Me la enseñó: disfruté cada página y, más mágico aun, recordé vívidamente cada parte de ese viaje que mi memoria había perdido. Fue fabuloso y sería otro lindo regalo para alguien: escribirle un diario, una carta diaria, un mensaje por cada año compartido, lo que se nos ocurra.
A lo que voy con esta columna es a invitarnos a tomar una pausa, respirar, neutralizarnos, poner bien los pies sobre la tierra (mejor si es sin zapatos) y pensar en un regalo cuya inversión sea nuestro tiempo y creatividad puestos en el proyecto.Si somos de las que no nos consideramos absolutamente creativas o buenas con las manos, no importa: sinceramente creo que la persona que lo recibirá sentirá el amor puesto en ese regalo.
Ok, entiendo. No tienen interés alguno en hacer ningún tipo de manualidad, pero ¿qué tal si regalan experiencias? Hay tantas cosas bonitas y divertidas por hacer, lugares por conocer, aventuras que disfrutar… Hacer un campamento en la playa, por ejemplo. O ¿han escuchado de Pariacacacamp? Es una idea fabulosa si quieren hacer algo diferente y sin tener que hacer mucho esfuerzo: ya tienen instalados domos de alojamiento en un eco albergue a 80 kilómetros de Lima en la sierra de Cieneguilla. Si quieren dormir bajo las estrellas, esta es. ¡Anímense! (function(d, s, id) { var js, fjs = d.getElementsByTagName(s)[0]; if (d.getElementById(id)) return; js = d.createElement(s); js.id = id; js.src = “//connect.facebook.net/en_US/sdk.js#xfbml=1&version=v2.4&appId=465882020151522”; fjs.parentNode.insertBefore(js, fjs);}(document, 'script', 'facebook-jssdk'));VIŸ