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Las luces del auditorio se apagaron y solo un reflector alumbraba mi rostro, señal que debía empezar a hablar. Me habían contratado de maestra de ceremonias para un evento organizado por el Ministerio de Educación que empezó a las siete de la noche. Por lo general, a esa hora estoy en la conducción del programa de cable, pero había pedido permiso con anticipación.
Media hora antes, mientras buscaba estacionamiento, recibí la llamada de mi papá que me preguntaba sobre cómo iba la venta de mi auto. Como a lo lejos vi que alguien me alzaba la mano supuse que se trataba de la persona que me ayudaría a ubicarme en la cochera. Sin muchas explicaciones le tuve que colgar. Nunca imaginé lo que esa escueta despedida provocaría.
Mi celular no dejó de vibrar toda la noche. Logré ver de reojo que era mi papá pero como no podía contestar, lo mandaba a la casilla de voz. ¿Por qué insiste tanto?, me preguntaba preocupada.
Presenté al ministro de Educación, me paré a un costado del estrado y luego de sus primeras palabras intenté –según yo, ‘caleta’- escribirle a mi hermana por WhatsApp para que averigüe qué estaba pasando. Mi papá aún se resiste a los smartphones.
Cuando el ministro me vio agarrando el celular, se animó a lanzarme una broma: “Está bien que tuitees estos datos, Verónica”, dijo en medio de su discurso sobre los logros de su gestión. ¡Qué vergüenza! Me hizo sentir una escolar de primaria. No me atreví a tocar el aparato el resto de la ceremonia y lo puse en silencio.
Al finalizar el evento vi unas veinte llamadas perdidas y mensajes de WhatsApp de mi familia y compañeros de trabajo. Todo era muy raro. Les juro que pensé que al salir del lugar vería tanques por todas partes. Imaginé un golpe de Estado o un atentado contra el presidente.
Sin éxito intenté comunicarme con mi papá. Mandé un mensaje de voz a mi esposo, contándole por qué no podía contestar y que apenas saliera del estacionamiento lo llamaría. Llegué a la calle y entró la llamada de Federico Salazar.
Le pregunté qué novedades y respondió con un chiste –para variar – y con ello quedó descartada la noticia política. Su llamada me pareció extraña porque no hablamos de nada, pero como tenía premura de comunicarme con mi casa, le corté. Llamé al papá de Fabio y sonriente -porque había escuchado mi mensaje- me contó que todos estaban preocupados por mí.
Luego de hablar con mi papá, él prendió el televisor y no me vio: ¿Dónde está si acabo de hablar con ella?, se preguntó pensando lo peor. Lo primero que imaginó fue que camino al canal unos delincuentes me habían cerrado el paso para robarme el carro, que yo me resistí al asalto y que me dispararon. Creyó que no contestaba el celular porque estaba en un hospital.
Llamó a mi esposo preguntándole por mí y cuando este le respondió que debía estar en el canal, la situación se puso tensa. Decidieron encontrarse en mi casa y llamaron a Federico. Él trató de calmarlos y se comprometió a averiguar dónde estaba. Me llamó y -obvio- nada. Le escribió a Mario Ghibellini, mi compañero del programa de la noche y a Mávila Huertas que ese día me estaba reemplazando. No respondían porque estaban al aire.
Imaginó –me contó – que me habían parado unos policías en medio de un operativo de alcoholemia, típico en estas fechas. Que como estaba apurada por llegar al canal discutí con los agentes y las cosas se salieron de control. Pensó que no contestaba porque estaba en la comisaría. ¡Qué enredo!
Luego que todo se aclaró no puedo negar que me maté de risa por el tremendo malentendido. También confieso que reafirmé que soy una persona bendecida por estar rodeada de tanto amor. Pero luego, no pude dejar de preguntarme en qué momento dejó de existir el “tal vez se le olvidó de avisar” para pasar al “fue secuestrada, le dispararon o “está en la comisaría”.
¿Se dan cuenta en qué clase de sociedad nos estamos convirtiendo? Somos un manojo de nervios: unos sobrevivientes de la delincuencia. ¿En qué país estamos? Definitivamente, ya no aguantamos más la inseguridad ciudadana. (function(d, s, id) { var js, fjs = d.getElementsByTagName(s)[0]; if (d.getElementById(id)) return; js = d.createElement(s); js.id = id; js.src = “//connect.facebook.net/en_US/sdk.js#xfbml=1&version=v2.4&appId=465882020151522”; fjs.parentNode.insertBefore(js, fjs);}(document, 'script', 'facebook-jssdk'));VIÙ