Domingo 8 de noviembre y desde temprano ya tenía las maletas listas. Una misión presencial en Lima traía a Gerson López desde Bogotá hacia nuestro país para iniciar una aventura: jefe de Comunicaciones del Museo Coleccionables de Fútbol, único en Perú. Mientras tanto, en Lima la noticia de la llegada de Gianluca Lapadula concentraba toda la atención de los medios: es la extravagante euforia de quien espera un Beatle. Se sabía el itinerario del ítaloperuano: de Roma tomaría un avión a Ámsterdam y luego conectaría con Panamá, para finalmente arribar a Perú. ¿Cuántos vuelos llegan de Panamá un domingo en épocas de pandemia? Solo uno. ¿Sería posible que coincidan en el mismo vuelo que Gerson? Las probabilidades pasaron de 1 a 10 en instantes.
En la sala de espera del aeropuerto el Dorado de Bogotá, Gerson recibió la noticia de que compartiría avión con Gianluca en Panamá. Su primera misión para el Museo estaba cantada: tenía que registrar imágenes del ‘9’ peruano y rescatar los primeros autógrafos que ingresarán a la colección personal del Museo.
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LA PREHISTORIA
Gerson, natural de Pasto, Colombia no tenía mucha información de Lapadula así que inmediatamente devoró notas enteras en internet y en minutos ya sabía la vida pública de la esperanza de la selección peruana. Al aterrizar en el aeropuerto panameño de Tocumen, fue rápidamente a la puerta de embarque 140. Tenía la imagen de Lapadula en la mente pero un detalle ponía las cosas complicadas, en épocas de pandemia y con los tapabocas como parte de nosotros reconocer a una persona se convertía en una odisea. ¿Y los tatuajes? El comentado y cuestionado tatuaje del piel roja de Paramonga jugó un papel clave. Miró en su celular las imágenes de Gianluca y lo reconoció enseguida.
Memorizó unas breves palabras en italiano y rompió el hielo. “¡Forza Perú!”, Lapadula apretó el puño y repitió “¡Forza Perú!”, esbozando una sonrisa.
Gerson aprendió a querer al Perú desde niño por influencia de la televisión. En ese momento se sintió representante de la hinchada peruana y le comentó: “Es un honor que vengas a Perú, estamos orgullosos de ti, te espera una gran bienvenida en tu país”. Nadie en Panamá se le acercó ni lo conocía. Gerson fue el responsable entonces de transmitir la alegría de la afición peruana. A veces, el cariño en tiempos de redes sociales se mide por un tuit.
Fue tímido para los videos y por respeto a la tranquilidad de su familia, sus padres Gianfranco y Blanca, solo aceptó fotos. De los nervios Gerson tiró el ‘selfie stick’ y lo desarmó. Gianluca muy humilde lo levantó y le ayudó a armarlo de nuevo. “¿Cómo quieres la foto?”, le preguntó en un español entendible. Sin saberlo ninguno de los dos y al enviar el despacho de la foto al Museo, la foto se viralizó en cuestión de minutos y lo que generó nadie lo imaginó. La prensa ya se acercaba al aeropuerto horas antes, los reporteros seguían la trayectoria de su vuelo minuto a minuto, y hasta los comerciantes de Gamarra ya buscaban replicar su gorra morada de 160 dólares. Cifra extraoficial recogida n los últimos días: en el emporio comercial se pronostica la venta de 300 mil camisetas con el apellido Lapadula estampado en la espalda.
Luego de la foto intentó conseguir lapicero y papel para su pedido especial: inmortalizar su recuerdo en el primer museo de colecciones de Sudamérica. “Tomate el tiempo que sea”, lo tranquilizó. Tras 10 minutos de búsqueda encontró las herramientas para las firmas y logró que amablemente estampe su rúbrica en 3 balones mundialistas de colección
Lo pendiente que estuvo todo el tiempo de su familia llamó la atención de Gerson, quien se acercó a Doña Blanca a felicitarla. ¿Habrá sido la artífice de la decisión final de sudar la camiseta peruana? “Va a hacer historia”, le vaticinó.
A partir de entonces Gerson se transformó en reportero y consiguió vídeos de despachos que luego rondaron los canales de televisión. Gianluca se dio cuenta y no puso problemas. Quería registrar el paso definitivo a Perú cuando cruce la puerta de embarque con destino Lima, y lo logró.
Entró a clase preferencial y a los minutos le tocó el turno a Gerson. Ya en su asiento al verlo pasar le levantó el pulgar y con una sonrisa le dijo: “¡Buen viaje!”. Tras cuatro horas de vuelo aterrizaron en Callao. Ya en su país la gente lo reconoció luego del mensaje de bienvenida del piloto. El avión estalló en un solo grito: “¡Vamos Perú!”.
Se puso su chaqueta negra, un gabán mostaza y desembarcó. Al salir rumbo a Migraciones logró despedirse. “No puede volver a pasar lo de Brasil”, le pidió Gerson. Asintió con la cabeza y le hizo un puño de fuerza sellando así más que una promesa, un compromiso. Esas palabras llenas de sentimiento y coraje a nombre de la mejor hinchada del mundo con un pedido especial: un gol a Chile este viernes.
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