Viste de negro, pero pocos se atreverían a decir que es elegante. Denostado dueño de las alturas limeñas, el gallinazo (Coragyps atratus), cabeza descubierta y mirada vigilante, lleva sobre su lomo una injusta fama de poco bello, que su condición de carroñero y asiduo a los basurales terminaron por perfilar. Un estigma que, si bien parece no mellar en su cotidiano despliegue por plazas, techos e iglesias, desvía la mirada de su silencioso aporte a la ciudad.
Mira aquí la nota. [Todas las fotografías son de Fernando Sangama]