El año pasado estuve diez días en Nueva Delhi y Bombay, fue un viaje inolvidable. La India me enseñó el significado exacto de la palabra tolerancia. La confirmación de que no tenemos que quejarnos de cosas vanas. Las contradicciones te enfrentan a una serie de preguntas que se resuelven en el trayecto: ¿Quién soy? ¿Para qué estoy en este mundo? ¿Por qué me quejo tanto en lugar de agradecer? Eso ha sido para mí la India. Un corto, pero intenso entrenamiento de humildad.
Una de mis grandes pasiones es viajar. He llegado a muchos países lejanos y sin temor puedo decir que la India ha sido el verdadero golpe a mis sentidos. Los olores más intensos, la música más alegre, la gente más misteriosa y más amable que he visto. Todo es una invitación a una experiencia sin prejuicios. Eso me sedujo: los extremos, las contradicciones, la armonía en medio del caos. Mi único problema fue la comida. Yo no como ají y no me gustan los guisos tan condimentados.
¿Anécdotas? Varias. Quizá la escena que guardaré para siempre es mi visita a los templos y mi curación de ciertas fobias. En el Templo del Dios Sol (o de los monos) vi a ratas caminando por las paredes y no grité, no me espanté. Enfrenté mis miedos sin desvaríos. La otra escena que guardo es la estación del tren en Bombay. Cuánta gente, cuánto barullo, cuántos hermosos colores. Creo que en la búsqueda de los colores fuertes tratan de olvidar la oscuridad de la pobreza. No he visto a mujeres vestirse de negro. He visto amarillos, fresas, naranjas, lilas, colores radiantes en vestidos bordados a mano. He visto el arcoíris.
¿Volvería mañana a la India? ¡Mil veces sí! Cogería otra maleta vacía para traer alfombras bellas, elefantes victoriosos, blusas hermosas de algodón. Traería más incienso y especias. Regresaría a pesar de que el viaje es largo y extenuante. Amarraría otra vez mis prejuicios y alzaría más vuelo en libertad. La India es un verdadero imperio de estímulos. Mucho calor, mucha pobreza, mucha alegría, mucha pasión, mucho encanto, mucho sudor, mucha música, mucho ruido, mucho brillo. Soñé siempre con ir a ese lado del mundo y regresé feliz. Si sueñas con visitarla no dudes en hacerlo, es un largo viaje, pero absolutamente remecedor.