Por Stefanie Pareja
Makenna quiere saber cómo se dibuja un pato, consulta qué letra viene después de la A para escribir su nombre, pide que la observen mientras intenta acariciar a un gato. Alexandra Graña, su madre, sabe que, en realidad, la niña de tres años solo desea una cosa: «Quiere que le preste atención». Y Alexandra se la da. Los ojos azules de ambas se enganchan en una explicación que parece cotidiana: la actriz le dice a su hija que está dando una entrevista y que no debe interrumpirla mientras trabaja. Luego le da unos colores y una libreta para que dibuje a su familia. Alexandra Graña actúa en una obra de teatro, está grabando una telenovela sobre cinco mujeres unidas por los dramas de la maternidad y acaba de participar en dos películas. Hace todo eso sin descuidar el que dice ser su trabajo más urgente: asegurarse de que sus dos hijas comprendan lo mucho que le importan.
Participas en TV Terapia, un stand up comedy que parece la catarsis de un grupo de actores frente al público.
Sí, es lo que es –risas–. TV Terapia nació de nosotros, los actores, hace diez años. Claudia Bernison, Lucho Salas y yo nos juntábamos a conversar porque somos amigos y, como es normal, terminábamos hablando de nuestro trabajo: actuar. Nos dimos cuenta de que era divertido desahogarnos, así que le pedimos ayuda al dramaturgo Gonzalo Rodríguez para convertir esa charla de amigos en un stand up comedy con una línea argumental. Una terapia de grupo para actores de televisión.
¿Y de qué asuntos se quejan los actores?
De un montón –risas–. Por ejemplo, en la obra bromeamos con el estereotipo de que todos los actores de teatro nos miran a los de televisión como si fuésemos el hermano drogadicto, la oveja negra de la actuación. Sobre todo yo necesitaba reírme de mí misma. Hace diez años, cuando presentamos el stand up por primera vez, mis monólogos eran otros. Eran sobre mi inseguridad en los castings. Yo contaba que lo primero que me decían los productores era que tenía que bajar de peso porque la televisión engorda. En una novela me pidieron que sea más voluptuosa. Yo era muy insegura con mi físico.
¿Y si ya no hablas de esa inseguridad es porque la has superado o porque la industria televisiva ha cambiado?
Yo creo que con el primer TV Terapia lo superé –risas–. Además, en ese entonces era una veinteañera y el físico me importaba más. De adolescente era más extrovertida, pero como a los dieciocho años me convertí en alguien mucho más introvertido.
¿Eso no complicaba tu actuación?
En realidad, creo que al principio la actuación fue la forma más fácil para mí de permitir que la gente me vea. De adolescente yo estaba en un grupo de música y era la que más hablaba y sobresalía en las entrevistas, pero a los 18 empecé a tomarme la actuación con más responsabilidad y en ese momento todo cambió. Ver el producto de mi trabajo me hizo más disciplinada y me empezó a gustar más la actuación que el hecho de llamar la atención. Esa es la diferencia entre un actor y una figura pública.
¿Cómo puede perjudicarte en el trabajo la inseguridad que mencionabas?
Siempre he creído ser un poco insegura, pero he ido mejorando. La autoestima te lleva a tomar buenas decisiones. Hay momentos básicos, como una negociación, en los que si tú no tienes la autoestima en su sitio puedes perjudicarte. Eso me ha costado un poco en situaciones laborales. Negociar sin manager era terrible para mí, porque tienes que sentarte a vender un producto que eres tú. Para mí es muy difícil hablar de mí misma. Me incomoda, me siento rara si tengo que decir: yo soy lo que tú necesitas –risas–.
¿Cuáles son las cosas de las que ahora como actriz te desahogas en TV Terapia?
Hablamos sobre los realities que han desplazado a la ficción, por ejemplo. Eso nos ha afectado un montón a los actores. Antes se hacían cuatro novelas simultáneamente y ahora ya no. Antes era más fácil trabajar de manera continua. Ahora si no haces escándalos, la gente no te toma mucho en cuenta. Es un negocio exponer tu intimidad, pero ese es un negocio al que yo no quiero entrar. No me interesa conseguir trabajo así. Esa ‘vida del artista’ que siempre se menciona como algo glamoroso es muy sacrificada. Hay mucha competencia y poco trabajo.
¿Te aburre la fama?
Soy una actriz conocida pero no popular, entonces nunca me ha afectado la fama. Cuando la gente me ve en la calle es amable y me trata con cariño. Las personas no se amontonan para verme ni me impiden el paso.
Muchos te recuerdan como la chica mala de las novelas, pero has dicho que como actriz disfrutas la comedia.
Amo la comedia. Me encanta porque de verdad es una terapia. Lo disfrutas mucho. La risa del público te alimenta. Es difícil hacer reír a la gente, pero mientras todo lo que hagas en comedia, lo hagas desde tu verdad, funciona.
Tienes dos hijas, Makenna de tres años y Kaela de seis meses. ¿Cuánto has cambiado para tu papel de mamá?
Es un aprendizaje constante. Es maravilloso, pero complicado. Mi vida ya no me pertenece desde que nacieron mis hijas. Ser madre es aprender a compartir tu vida. Ahora tu prioridad ya no eres tú sino ellas. Mi trabajo antes estaba por sobre todas las cosas. Me llamaban de México y me decían que había un cásting la próxima semana y yo viajaba al instante, pero ahora es complicado. Yo era de lanzarme sin cuestionarme mucho o nada. Veía las oportunidades y las tomaba. Ahora tengo que organizarme con el papá de mis hijas para que ambos podamos trabajar tranquilos.
¿Qué haces cuando tu vida es solo para ti?
Ya no me acuerdo –risas–. Creo que ya no tengo ese tiempo solo para mí. Antes salía con mis amigos a conversar o iba más al cine. Salía de Lima cada vez que podía. Ahora el único rato que estoy sola es cuando voy manejando en el carro y ahí escucho la música que me da la gana. Me encanta escuchar estaciones de música romántica. Me encanta Ricardo Montaner, Alberto Plaza, Yuri.
¿Eres una mamá de las que siempre está buscando mejores maneras de ser mamá?
Sí, soy de las que lee libros. Mi prima es psicóloga y la llamo a cada rato para consultarle temas. Pobre... –ríe–.
¿Qué tipo de consultas le haces?
Cuando Makenna entró al colegio me dijo que no quería ir a sus clases, entonces llamé a mi prima para saber cómo abordar eso con ella. Yo estoy muy alerta de cómo influyen los cambios en mis hijas. Si pasan de dormir en una cuna a una cama o es hora de que dejen el pañal, yo presto atención para ver si cambia su comportamiento. Quiero que ellas sean mujeres que se puedan valer por sí mismas y que tengan las herramientas necesarias para enfrentar la vida.
¿Te imaginaste ser una mamá así?
Uno no sabe qué clase de mamá va a ser hasta que nacen sus hijos. Yo pensé que iba a ser una mamá más relajada. Mis hijas se enferman y yo no lo puedo soportar. Me estreso. Por más que sepa que no les va a pasar nada, es horrible. Si les da fiebre o algún vómito, corro a la clínica así sea de madrugada. A ellas ya les fascinan las clínicas y tomar remedios –risas–.
¿Cómo preparas a una niña de tres años para convertirse en una mujer segura?
Todo es paso a paso. Leí un libro que se llama «El niño feliz» en el que se resalta la importancia del primer año en la autoestima de nuestros hijos. Alimentarlos, bañarlos, cargarlos son maneras de demostrarle al bebe que lo quieres y que te importa. Necesitas pasar tiempo con ellos. Por eso me parece terrible que en el Perú solo te den dos meses de licencia por maternidad. Algunos trabajos ni respetan los tiempos de lactancia. Kaela tiene seis meses y yo pido a quienes me la cuidan que no la bañen porque cuando yo llegue a casa, lo haré. También trato de darle de comer la mayor cantidad de veces posible. Quiero que sepa que su mamá está ahí. Ese es un vínculo para toda la vida.
Hace poco leí un artículo sobre la preocupación de las madres. Decía que aunque el padre ayude en casa, la madre así salga a trabajar nunca dejará de preocuparse por cada asunto del hogar. Está en su naturaleza...
Totalmente cierto. Mi esposo es el más participativo del mundo. Es un superpapá y se dedica a sus hijas, pero nunca va a ser la mamá. Mi cerebro está en todo. Yo me voy a trabajar y estoy pensando en la leche de Kaela, el disfraz de elefante que necesita Makenna para la escuela, la cita con el pediatra y cien cosas más. El padre sale a trabajar y logra olvidarse de esas cosas. La madre nunca puede olvidar. Él es el mejor padre del mundo pero no es la mamá.
¿Qué opinas de eso? ¿Envidias alguna vez el poder ir a trabajar sin tener una lista de quehaceres en mente?
Así son las cosas pues –risas–. Yo siento que la paternidad debería ser igual. Una cosa biológica y más justa que nunca sucederá pero es lo que siento: si la mujer sale embarazada, entonces el hombre debería dar de lactar –risas–. Es la única manera de que la crianza de los hijos sea equitativa. Tendría que ser algo biológico. Yo la cargo nueve meses pero tú luego le das de comer. La relación madre/ hijo es algo instintivo, pura naturaleza. Por más que uno se canse o reniegue, los hijos necesitan de su madre.