Karina Villalba Farfán
Jimena Lindo es enfática cuando habla. Más que conversar, argumenta. Más que decir, opina. Sus opiniones son absolutas, sus adjetivos impresionantes. Es tierna cuando mira a su hijo, cuando habla de él y con él, cuando lo atiende, besa y abraza. Exacta cuando se refiere a sus canas –tiene seis, seis– y decidida cuando se trata de asumir nuevos retos. Le apasiona el teatro, el cine, el yoga y estudiar. Aprecia la experiencia y la sabiduría.
Estás en la tele, en el teatro, en revistas… y siempre te ves bien. Cuéntame cómo haces. ¿Tienes rutinas especiales?
Muchas mujeres llevamos una vida ajetreada, en estos días quién no. Creo que es importante darse siempre un pequeño espacio para una, aunque sean cinco minutos o una hora al día. Yo trato de hacer ejercicio dos o tres veces por semana, una hora cada vez –es casi lo máximo que puedo hacer cuando estoy en épocas de mucho trabajo–. En esa hora que tengo me desconecto absolutamente: voy al yoga o hago rutinas de pole dance y aprovecho para ejercitar no solo el cuerpo, sino también para estar en comunidad, para estar con gente que también está trabajando por su salud. En el pole dance, por ejemplo, son una o dos horas a la semana que estoy con mujeres y es delicioso porque las mujeres son sanadoras. Intento darme esos espacios.
¡Pole dance!
Estoy encantada, es como hacer acrobacias. Lo practico hace tres meses para ejercitarme porque me parece que propone un reto diario. Es fuerte. Hacer las posturas, refuerza un montón de cosas: la autoestima, la sensación de sensualidad, el hecho de estar entre mujeres… Cada día logras algo nuevo y sales feliz.
¿Tienes formación en baile?
Sí, en ballet, en danza contemporánea… la verdad, he hecho de todo. Durante años me enganché con el yoga y es algo que va a estar en mi vida siempre porque es integral. Trabaja el cuerpo, trabaja la conciencia, pero también la respiración que es la base de todo en la vida. Mezcla lo físico y lo espiritual y eso me parece básico.
¿Y cómo es tu alimentación?
Hace años que tengo una alimentación sana. Desde poco antes de tener un hijo ya la estaba cambiando. Nunca he comido demasiado mal tampoco, ni he sido de comer comida chatarra ni que me provoque, felizmente. Casi no consumo productos industriales, comemos todo súper sano pero en onda de cocina de casa tradicional: lentejas, locro… Mi hijo sí come carne, yo no, pero nos encantan los pescados y mariscos. La alimentación sana es un hábito en mí y si me provoca comerme algo, me lo como y ya, no tengo ningún problema.
En realidad, siempre estoy tratando de cuidarme porque mi cuerpo es mi herramienta en todo sentido. Y tiene que ser fuerte y apto para asumir todo tipo de retos. También trato de darme mis pequeños engreimientos. Me voy una o dos veces por semana a Espacio 360º donde me cuidan y me engríen un montón. Me hacen masajes corporales y faciales, nada invasivo.
¿A qué hora te a qué hora te acuestas y a qué hora te levantas?
Me levanto bastante temprano por mi hijito, como a las 6.30 o 6.40 de la mañana, y me acuesto a las 11 o 12 de la noche, casi todos los días.
¿Y qué es lo primero que haces cuando te levantas?
Apachurrar a mi hijito. ¡Es delicioso! Y bañarme.
No soy de las que se preparan un café o de las que sin un café no funcionan.
No te veo tomando mucho café.
Me altera un montón. Algunas lo verían como pérdida otras como ganancia: antes me tomaba cinco tazas de café diarias y ahora no puedo con una. Me tomo una y ya sé que tengo que respirar como 20 veces para que no me dé taquicardia –sonríe–. Y me gusta el café, pero no puedo tomarlo mucho.
¿Qué te inspira, Jimena, qué te gusta aparte de actuar y estar con tu hijo?
Me encanta ir al teatro, ver lo que están haciendo los compañeros, hay un montón de obras. Y también me gusta mucho ir al cine.
¿Qué temática te gusta más?De hecho soy trágica –sonríe–. Me gustan los dramas, las tragedias. Las comedias también, pero si me pides un género favorito te voy a decir drama, de todas maneras. En todo: en películas, en teatro, en pintura…
¿Qué te atrae de esos géneros?
Creo que en general el drama piensa más las cosas, profundiza más. ¡Digo en general, ah! También hay comedias extraordinarias que le dan la vuelta a las cosas, pero a mí me gusta el drama, me gusta ir al cine con mis kleenex y sacar el lagrimón. Me encanta hacer mi catarsis.
¿Cómo es el proceso de creación de un personaje? Debe ser intenso.
Sí. Yo confío mucho en la intuición. Ya voy a cumplir 38 años y siento que cada vez confío más en mí, en lo que sale de adentro. Y creo que tiene que ver con la experiencia, eso que te decía tu mamá: «ya vas a ver cuando seas mayor», tenía razón. Y por eso se lo repites ahora a tu hijo: «ya vas a ver cuando seas grande». La experiencia lo es todo.
Cuando trabajo un personaje, empiezo siempre con alegría, cada vez enfrento las cosas con menos miedos. Cuando era más chica, sí, me daba miedo porque sentía que muchas cosas podían quedarme grandes. En cambio ahora inicio con entusiasmo, hacerlo así solo trae cosas buenas. También confío mucho en mi imaginación en lo que me dice mi interior. Y siempre estoy investigando, es un proceso de investigación fuerte. Normalmente, para un personaje de teatro, investigamos dos meses. Para cine, depende del director, del tiempo que tengamos para ensayar. Pero es fantástico porque mientras investigas estás aprendiendo algo sobre ti. Es un trabajo de ida y vuelta muy rico.
¿Eso es lo que más te gusta del teatro?
Sí. Me encanta el proceso de creación pero también estar en el escenario. Estar en el escenario es una pasada, es una subida de adrenalina… ¡es delicioso! Cuando llega el momento estás en el presente absoluto.
¿Cómo desempeñas tu rol de mamá?
Soy recontra cariñosa, me encanta apachurrar, me encanta el contacto físico. Creo que es importante decirle a mi hijo todos los días cosas hermosas, decirle lo orgullosa que estoy de él, lo feliz que estoy de que esté creciendo… me sale del alma.
También soy muy recta. Aron ha sido consciente de los límites desde muy niño, nunca me ha hecho una pataleta. Siento que hemos logrado una relación y una comunicación muy chévere porque lo conversamos todo. Además yo vivo sola con él y con la nana, entonces, tener un niño que tiene tanto entendimiento para mí es un regalo. Estoy supercontenta.
¿Cómo haces para educarlo cuando tienes temporadas fuertes de trabajo? ¿Te invade el sentimiento de culpa como a muchas madres que trabajamos?
Bueno, sí, pero más cuando era más chiquito, ahora un poco menos. Tengo a la nana de Aron que se llama Aurea y que es mi mano derecha desde que él tenía tres meses. He tenido una suerte increíble de encontrarla, tengo confianza absoluta en ella, es una mujer muy inteligente que me ha ayudado a educarlo. Cuando él está con ella yo estoy bastante tranquila.Ahora que está más grande trato de llevarlo a más cosas, como al trabajo, por ejemplo. Y bueno si a veces estoy con mucho trabajo se queda con su papá y para mí es cero culpa porque está con él.
¿Te parece importante la figura masculina en la crianza?
Es primordial. No tiene que ser el padre, puede ser el abuelo, ¿no? Pero en mi caso que su papá esté ahí es muy necesario. Aron tiene clarísimo los roles y las figuras y también que estamos separados y que cada uno vive en su casa. Y siempre me dice que tiene una gran suerte porque tiene el mejor papá del mundo. Eso me parece maravilloso.
¿Qué opinas sobre la decisión de algunas mujeres de no trabajar?
Me parece una opción muy válida. Yo no lo haría porque no puedo hacerlo, pero creo que ahora mismo hay un movimiento de recuperación del espacio femenino que nosotras mismas habíamos perdido por salir a trabajar, para conquistar espacios que antes nos habían sido vedados. Y muchas nos hemos dejado llevar por esta vorágine laboral y hemos descuidado algunos espacios domésticos íntimos, que también son parte de nosotras. Yo tengo el alma feminista: igualdad ante la ley y los mismos derechos, por supuesto que sí. Pero sé que hay un movimiento de mujeres que está tratando de retornar a los antiguos rituales femeninos y eso me parece absolutamente válido. Porque por más que la mujer y el hombre seamos iguales y tengamos los mismos derechos ante la ley, también somos distintos. Cada quien tiene su espacio. Y si las mujeres retornan a la casa y están felices con ello, si lo hacen por convicción, me parece fantástico.
¿Tienes predilección por algún tipo de prenda o accesorio en particular: zapatos, carteras… música, algún grupo?
Para nada. En realidad nunca he sido fan de nada. De mi hijo. Pero, eso de que te vuelves fan de un grupo de música, bien difícil, nunca me ha pasado. El último concierto al que fui fue el de The Cure a quien vi por segunda vez aquí en Lima… ¡uf! Impresionante. Y si vienen los Rolling Stones voy a ir a verlos, pero no significa que esté todo el día escuchándolos.
¿Y qué escuchas?
Ay, si te cuento lo que escucho –estalla en risas–. Me cuesta mucho escuchar música en mi casa mientras hago otras cosas. Yo sé que mucha gente siente que la música los acompaña pero a mí me distrae. Si pongo música, trato de que sea bien tranquila.
¿Cómo te gusta que te vean, qué es lo que te gusta proyectar?
Cómo te ve la gente es algo que no puedes controlar, uno es como es. Como dice una de mis mejores amigas: «no eres monedita de oro para gustarle a todo el mundo». Seas como fueres hay gente que igual te va a querer o a detestar y eso es algo que está fuera de tu control. Primordialmente, atávicamente, uno va a querer que todo el mundo lo quiera, ¿no? Pero eso es imposible y en algún momento de tu vida tienes que asumirlo.
¿Te preocupa hacerte mayor, seguir creciendo, cumpliendo años?
Yo creo que para ninguna mujer es fácil.
¡Pero no tienes ni una cana!
Tengo, tengo. Tengo mis seis canas –sonríe–. Creo que una va aprendiendo a hacerse mayor y que hay que ser consciente de ello y de que es un proceso inevitable. Hay que tomarlo con calma, tienes que trabajar tu sabiduría más que tu belleza exterior, como decía una amiga: «yo quiero ser sabia para que no me importe ser vieja» [sonríe].
Es muy fuerte y representativo ver cómo van cambiando los rostros de las mujeres en esta época, ¿no? Creo que nunca lo había visto, antes las mujeres se jalaban la cara y no te dabas tanta cuenta, o sí, pero ahora hay una determinada forma de rostro en las mujeres que se hinchan los labios y que se hacen tantas cosas que es como, no sé… en cien o en doscientos años cuando estudien los inicios del siglo XXI van a poner esas fotos y van a decir: «¿qué les pasaba a estas mujeres? ¿por qué estaban así?». Y a lo mejor la genética va a cambiar… No sé, me da nervios.
FRASES:
«La filosofía y el estudio es algo en lo que siempre quiero estar. No quiero solo trabajar en mi vida porque me siento desubicada cuando solo estoy trabajando. Ahora estoy tomando dos cursos: uno sobre América Latina Contemporánea y el otro sobre Religiones comparadas que son hermosos».
Sobre las redes sociales: «el Twitter me da un poco de miedo. A mí me da un poco de temor. Es como cuando tocas el agua con la punta del dedo y ves cómo las ondas se expanden… haces así y ¡boom! Es un movimiento muy fuerte».
«Yo creo que hay muchos espacios en los que uno puede estar con mujeres. Yo me junto con mi hermana y con mi mamá y ya es un aquelarre, me junto con las chicas del pole dance y también siento que ya es un aquelarre… júntate con una mujer más y ya es un aquelarre. Y me parece importantísimo tener esos espacios porque las mujeres tenemos muchas, demasiadas cosas en común. Por más que seamos muy distintas hay cosas que están ahí desde el inicio de los tiempos».