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Tener una mala relación con tu jefe puede llegar a ser muy angustioso. Pero una relación cercana y amistosa puede ser igual de tensa. A veces, incluso más.
Gabby Sullivan, una diseñadora profesional del norte de California, en Estados Unidos, lo sabe de primera mano.
Sullivan y su jefe eran buenos amigos, compañeros de trabajo e incluso compartían el mismo puesto. Hasta que a él lo ascendieron.
Sullivan se percató de que él solía tratarla de forma diferente a los demás, y también que esperaba más de ella y la acusaba de no seguir su cadena jerárquica.
Luego llegaron las quejas de sus colegas, quienes decían que recibía un trato preferencial. No era una situación nada beneficiosa.
Fuera del trabajo su relación de amistad también cambió. Apenas se veían y cuando lo hacían, Sullivan se mostraba cortante y no sentía ganas de entablar una conversación.
La situación se volvió tan estresante que Sullivan acabó tomando una licencia de dos meses para “desconectar” y darse un descanso.
“Fue muy tenso durante mucho tiempo”, asegura. Podría decirse que es el dilema de tener una relación demasiado cercana con tu jefe. (Foto:Shutterstock)
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“En épocas de cambio, en situaciones físicamente complicadas y en dilemas morales, tener una relación especialmente fuerte con un supervisor puede agregar presión a los empleados”, dice Jeremy Bernerth, profesor asociado de gestión empresarial en la Universidad Estatal de San Diego, en California, EE.UU.
Y no se trata solo de una sensación. Este fenómeno se traduce en aumento de los niveles de estrés, más ausencias y, contrariamente a lo que algunos puedan pensar, un descenso en el rendimiento, según encontró el especialista en su investigación.
Equilibrio saludable
No hay nada malo en tener un vínculo sólido con tu jefe, al menos a corto plazo, dice Konstantin Korotov, investigador basado en Berlín, director de la Escuela Europea de Gestión y del Centro Tecnológico para la Investigación del Desarrollo del Liderazgo.
Pero “a la larga, esa situación puede conducir al cansancio, el cinismo o la decepción por parte del empleado”, explica Korotov.
Esto ocurre especialmente si tu estrecha relación con tu superior te pone en una situación que te obliga a comprometer tu ética o criterio sobre algo porque tu amigable jefe espera que estés de su parte.
Todo termina desembocando en algo que la mayoría de nosotros jamás esperaríamos que ocurriera en lo que parecía ser una bonita amistad: las mismas tensiones que sentimos con las personas más cercanas a nosotros fuera del trabajo, como nuestro padre o nuestra pareja.
“Las relaciones laborales no son diferentes a cualquier otro tipo de relación”, dice Vincent Passarelli, psicólogo clínico y consultor organizacional en Nueva York, EE.UU. (Foto:Shutterstock)
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“Tendemos a recrear en el trabajo las mismas dinámicas que teníamos en nuestra vida”. En otras palabras, vamos al trabajo con una serie de expectativas basadas en nuestra adolescencia y en nuestras experiencias como personas adultas, explica.
“¿Qué tan bien se comunica tu familia? ¿Cómo expresan el afecto? ¿Cómo piden disculpas? ¿Es la relación condicional o incondicional?”, pregunta Passarelli. Esas mismas preguntas cobran sentido en el mundo laboral. Cuanto más cercano, más complicado
Y, aunque pudiera parecer que tener una relación cercana con tu jefe podría mejorar la comunicación, también puede hacer que la relación sea más intensa, dice Passarelli.
“Cuanto más cercanos somos con alguien, más vulnerables somos”. Y esa vulnerabilidad nos obliga a interpretar las cosas de manera distinta. “Si tienes un vínculo estrecho con alguien, la decepción se percibe como una traición”, afirma el especialista.
“Ves tus decepciones como un rechazo. No las interpretas como: 'Sé que tienes que hacer lo que sea más conveniente a nivel profesional'”.
Si trabajas en una empresa donde las relaciones laborales y las amistades van de la mano, cambiar la relación de amigo a empleado es prácticamente imposible, sin contar con el nivel de estrés e inseguridad añadido“, dice Beth Fisher-Yoshida, quien trabaja como asesor empresarial en Nueva York. (Foto:Shutterstock)
“Podría percibirse como un cambio de código. Al principio eras mi amigo y ahora te estás portando mal conmigo con esa actitud tan fría y distante”.
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Y, al igual que en un matrimonio o en cualquier otra relación personal, ese ciclo de distante-frío-distante en la oficina puede hacer que te sientas abandonado, sostiene Passarelli.
“¿Qué paso con esta persona a la que veía cada día? Ahora con suerte la veo cada dos semanas. Naturalmente, pienso que me abandonó y me siento defraudado”.
Manteniendo las distancias
Cuando Sullivan se reincorporó al trabajo, poco había cambiado y tuvo lugar otro incidente cuando su jefe le habló de una manera poco profesional.
No es sorprendente que este tipo de comportamiento la hiciera sentirse confundida y vulnerable, dice Passarelly, especialmente si ella y su jefe solían ser buenos amigos.
“Es más fácil pasar de ser jefe a amigo que al revés porque hay muchas cosas que perduran en la relación”, explica.
“Y las transiciones, por defecto, son difíciles”, especialmente si el jefe o supervisor no deja claro qué es lo que espera de esa persona.
(Foto:Shutterstock)
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“Después de todo esto me di cuenta de que necesitaba separar el nivel de amistad, lo cual significaba ser muy profesional y dejar muy claro lo que pedía, asegurándome de que obtenía todas las aprobaciones de mi jefe”.
Dejó de considerar a su jefe un amigo; las vacaciones juntos y las bromas se habían acabado.
Eso es algo que implica “autoconocimiento y estar dispuesto a ponerse límites a uno mismo”, dice Lorraine Tilbury, fundadora de la empresa de desarrollo personal y profesional HorsePower International en Loire Valley, en Francia.
“El autoconocimiento significa que puedes identificar tus valores fundamentales y que eres capaz de 'escuchar' tu cuerpo y saber cuándo te están pidiendo demasiado, ya sea física o psicológicamente”.
“En ese sentido, no es tan diferente a tratar con un jefe abusador o narcisista. En cualquiera de los casos, estás gestionando una relación con alguien que no busca lo mejor para ti”, dice Passarelli. “Necesitas preguntarte: '¿Puedo confiar en esta persona?'”
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