La nieve, la lluvia y los mercados de su ciudad, Taegu, hacían parte de la rutina de Suyeon Kim, quien reconoce sentir su ausencia desde que vive en Lima hace ya cuatro años. Pero hace mucho más tiempo que extraña a su familia, con la que pensaba acortar distancias una vez que concluyera su beca en Portugal.
«Durante esos siete años que estuve lejos de mi familia, pensé que era hora de volver a estar con ellos», cuenta. Pero la decisión de regresar cambió cuando conoció en Lisboa a su hoy esposo, Rafael Aguilar.
La migración de Suyeon Kim comenzó hace once años. En el 2004, mientras trabajaba en el Instituto Nacional de Corea, el profesor Artur Cavaco-Paulo, reconocido en el área de la biotecnología, fue invitado para colaborar en un proyecto sobre tratamientos de textiles con enzimas. Ella participó como asistente y, al finalizar, él le ofreció una beca para hacer un doctorado junto a su grupo de investigación en Portugal. «Al comienzo tenía miedo de trasladarme a un nuevo país, pero decidí hacerlo porque podía cambiar mi futuro», reconoce.
Y no se confundió. En la Universidad de Minho tenía un vecino peruano de laboratorio al que conoció por amigos en común. Se enamoraron, y al cabo de un tiempo a él lo llamaron para trabajar en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP).
Vinieron juntos y, luego de poco tiempo, a ella también le ofrecieron ser docente e investigadora de la PUCP. Hoy, lo que más le gusta de Lima, además de la comida e ir a la playa, es su trabajo. «El Perú está avanzando muy rápido en biotecnología. Existen fondos para desarrollar investigación y hay varios grupos en diferentes universidades que están involucrados, generando productos de calidad», resume.
Con respecto a su esposo, Suyeon cuenta: «Ambos trabajamos en la misma universidad pero en áreas diferentes. Eso es muy bueno, no solo porque vamos juntos al trabajo sino porque podemos ver los problemas desde distintas ópticas y así, quizás, pensar en soluciones diferentes pero complementarias».
Perfil
Migró de su Corea del Sur natal hacia Portugal, gracias a uno de los profesores en biotecnología más reconocidos del mundo. Allí se formó, conoció a su esposo y decidió venir al Perú para seguir investigando.