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Desde que tengo 18 años he vivido de mi trabajo. Cuando empecé nadie hablaba de las cuotas de géneros o de hacer leyes pro derechos de las mujeres. Yo, como muchas otras, he tenido que vérmelas sola en este mundo de hombres. Me han discriminado, ofendido, insultado, hablado a mis espaldas, me han endosado amantes. He llorado de rabia muchas veces, pero luego de secarme las lágrimas he seguido –terca– con lo que he querido hacer.
Lo que necesitamos las mujeres no son privilegios, sino igualdad de condiciones. Ni más ni menos, solo que nos juzguen de la misma forma que a un hombre y lo demás caerá por sí solo.
Pero, para llegar a ese estándar en el Perú nos falta recorrer un largo camino y, sin la ayuda de las autoridades, la visibilización de la mujer quedará en un simple espejismo.
Fue decepcionante escuchar al presidente de la República patinar en su mensaje del 28 de julio sobre estos temas. En el contexto de la seguridad ciudadana dijo: “Es indignante que en el Perú se registre un feminicidio o intento de feminicidio al día y que seamos el tercer país en el mundo con el mayor número de violaciones sexuales por habitante. Por eso, hemos fortalecido el círculo de protección para la mujer. Ahora, marcando el número 100, cualquier mujer recibirá ayuda y orientación las 24 horas”.
¿La línea 100? ¿Así han fortalecido el círculo de protección? Sentí vergüenza ajena al escuchar que, en su primer balance de gestión, hablara de un programa que existe desde hace años y gobiernos.
Pero ahí no acabó todo. Luego, improvisó: “Ayer probé ese número desde Palacio, claro que tengo voz de hombre, pero la dama que me contestó estuvo gratamente sorprendida y contestó inmediatamente”. ¿Nadie le pudo decir al Presidente que ese número no es exclusivo para mujeres? Y terminó diciendo: ¡La lucha de las mujeres, es mi lucha! Parecía una broma.
Hace 21 años, en 1996, se creó en el Ministerio de Justicia una línea gratuita llamada Ayuda Amiga, luego pasó al Ministerio de Promoción de la Mujer y Desarrollo Humano. El 27 de abril del 2006 se implementó la línea 100 debido a los altos índices de maltrato y explotación sexual contra niñas, niños y adolescentes. En noviembre del 2008 se fusionan ambas líneas y se amplía a todas las personas afectadas por hechos de violencia familiar y abuso sexual, o que conozcan sobre algún caso.
Así es que la señorita que atendió al jefe del Estado no tendría que sorprenderse por escuchar la voz de un hombre. Si fue así, presidente, esa funcionaria no está capacitada.
Lo que hay que hacer para luchar por las peruanas es mejorar la calidad y cantidad de personas que trabajan para proteger nuestros derechos.
Recuerdo que una abogada del Ministerio de la Mujer se molestó cuando le increpé no haber peleado para que la fiscalía no pida una pena menor para un tío violador de una niña de tres años. Me dijo: “no nos damos abasto y ustedes (los medios de comunicación) siempre nos mandan casos”. Confié que con un nuevo gobierno, nuevos aires, nuevas personas, las cosas mejorarían. Hablé con la ministra de Justicia y me prometió hablar con su par de la Mujer, hablé con congresistas que dicen defender los derechos de las minorías y se indignaron con lo que les conté, pero de ahí no pasaron.
De qué sirve tener un gabinete con siete mujeres –menos de la mitad de ministros– si ninguna se inmutó al escuchar al presidente. Parece que esto de empoderar a la mujer, de luchar por sus derechos, es pura moda. Nos dejamos llevar por la corriente mundial, por las actrices de Hollywood que exigen iguales sueldos millonarios que los actores sin pensar ni un segundo en lo que realmente necesitamos las peruanas.
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