Renatto Luyo

El recuerdo de mis primeras columnas en este lo llevaré siempre conmigo, así como mis palabras. Es cierto que había escrito ya antes y que, ciertamente, he escrito después.

Sin embargo, la que fue mi introducción en El Comercio ha sido también mi introducción y literaria en lo que Albert Camus llamaba el mundo de los hombres: aquel siniestro lugar en el que, entre otras cosas, afanes y vanidades y destellos aguardan en las afueras de los grandes periódicos, de los grandes medios.

En la facultad fui parte de una singular camada de periodistas con un alma literaria; almas que se consumían por asuntos que atribuyo específicamente al mundo de los hombres. A veces, me apresuro en pensar que he sido el único sobreviviente. Otras, en cambio, concluyo que quizá solo he sido el único obstinado.

Y, entonces, el mundo de los hombres está allí para complacerme o, en todo caso, para condenarme. Supongo que inconscientemente también escribo por ellos.

Supe que quería ser escritor poco antes de terminar la secundaria, mientras un profesor me decía, en medio del caos y la incertidumbre, que un texto mío lo había conmovido. Con el tiempo descubrí que ese fue mi primer texto editorial.

Y, aunque después sería tentado por la pintura y estuviese a punto de dedicarme a ella, del mismo cielo que cayó la bendición de escribir aquí, descendió también, en aquel tiempo, la bendición inmerecida de que mi alma atestigüe el orden sabio entre conceptos como arte y verdad.

Quiero decir que lo aquí he escrito está compuesto por mucho más que palabras. Y que no siento sino agradecimiento. Aunque el mundo de los hombres me contradiga y aunque el mundo de los hombres me dé la razón.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Renatto Luyo es estudiante de Periodismo de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC)