Jhon Carmona (*)

El 17 de octubre, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó su último reporte sobre la situación de la tuberculosis en el mundo. En el informe el Perú ‘sobresale”’como el segundo país con el mayor número de enfermos de tuberculosis, TBC, de toda América. Chile, en cambio, se encuentra en el puesto 15 de la lista. Así, mientras que el Perú registró 31.241 personas con TBC, en el 2011, Chile solo tuvo 2.450 casos. En otras palabras: en el control de la tuberculosis, Chile es 13 veces más eficiente que el Perú.

Un informe reciente del Ministerio de Salud (Minsa) señala que en el 2010 el costo económico de la TBC ascendió a más de 80 millones de dólares. Y aunque no faltan las declaraciones gubernamentales respecto de una lucha frontal contra esta enfermedad, los resultados son inocultables. En los últimos siete años más peruanos murieron por tuberculosis que durante toda la Guerra con Chile. Un niño que nace hoy en el Perú tiene 8 veces más riesgo de contraer TBC que uno nacido en Chile.

FALTA DE VISIÓN Desde el 3 de diciembre, en el tribunal de La Haya se han escuchado los alegatos orales para defender la posición que cerrará definitivamente las controversias territoriales entre Chile y el Perú. El fallo judicial será un acontecimiento histórico y la eventual victoria peruana confirmará la buena conducción de nuestra política exterior. Pero la política exterior moderna no solo se basa en los criterios clásicos de delimitación territorial, es una disciplina que se vincula cada vez más a la geopolítica. La reafirmación del Perú en el contexto internacional tiene que darse en un ambiente de liderazgo en materias que afectan directamente a su población, como la salud, un área en el cual cancillería no ha sido muy consistente en las últimas dos décadas.

Hay temas no controvertidos ni contenciosos en los que la diplomacia peruana muestra poca iniciativa. Y aquí volvemos a la TBC: siendo Perú uno de los países más afectados por esta enfermedad, su voz está ausente de las discusiones internacionales sobre la materia. Para el Perú no hay lecciones aprendidas, ni diálogo interinstitucional, ni objetivos. Superar el éxito chileno en el control de la tuberculosis no es una tarea difícil, pero requiere una acción que desborda las funciones y capacidades del Ministerio de Salud.

CADENA DE CONTAGIO Estudios realizados en Lima (donde se concentra el 60% de los casos de tuberculosis del país) demuestran que la infección está asociada a factores sociales difíciles de eliminar, pero fáciles de controlar. Tenemos, por ejemplo, que las prisiones son un foco de infección tebeciana, pero al menos allí el interno tuberculoso recibe tratamiento supervisado. Cuando deja la prisión (en muchos casos en pleno tratamiento) se incorpora a su comunidad, donde existe alto riesgo de que abandone el tratamiento y contagie a los demás.

San Cosme es quizás el lugar más emblemático de este microcosmos. Allí, ex presidiarios se reinsertan en viviendas sin ventilación, en las que se alojan también estibadores con duras jornadas laborales en los mercados (antes La Parada) y una pobre nutrición. Así, ambos grupos se convierten en víctimas y agentes de contagio. A todo esto sumemos la deficiente red de transporte público, en la que la población de los conos pasa, en promedio, más de una hora en combis con poca ventilación. Así se potencia y redistribuye la tuberculosis por toda la capital.

() *Abogado internacionalista, con experiencia en salud pública.

Puedes acceder a la nota completa, con cuadros y gráficos, en la edición impresa de El Comercio.

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