Peter Diamandis es un empresario multimillonario conocido por su fervor por la exploración del espacio. Es cofundandor de Singularity University y presidente ejecutivo de XPRIZE Foundation.
Peter Diamandis es un empresario multimillonario conocido por su fervor por la exploración del espacio. Es cofundandor de Singularity University y presidente ejecutivo de XPRIZE Foundation.
Gonzalo Carranza

Los tres días de  son una ocasión propicia para hacer una pausa del día a día y animarse a mirar el futuro. Con eso en mente, Día1 aprovechó la reciente visita de Peter Diamandis a Lima, invitado por Sura para dar una conferencia, y conversamos con él sobre cómo el Perú podría aprovechar las tecnologías del futuro, la inclinación de los políticos por dar malas noticias y el mito de los “buenos viejos tiempos”.

Podría decirse que usted es un optimista informado. ¿Considera que este es el mejor momento de la historia para la humanidad?
Sí, yo creo que es el mejor momento para estar vivo. Estamos viviendo en una época en la que todos en este planeta tenemos acceso a la información del mundo. Tenemos acceso a más energía, mejor cuidado de salud, mejor educación y una expectativa de vida más larga, que se ha duplicado en los últimos 100 años y que vamos a duplicar otra vez. Estamos sacando al mundo de la pobreza extrema. No significa que vayamos a crear un mundo de lujos, sino un mundo de oportunidades. Y, además, vivimos en un mundo donde el Perú está yendo al Mundial [ríe].

Para el Perú, ciertamente, es un mundo mejor después de 36 años. Pero es difícil que este optimismo cale en el debate público, y eso es un riesgo para la democracia.
El problema es que, como humanos, le prestamos diez veces más atención a las noticias negativas que a una positiva. Es una herencia de nuestra evolución, pues en los orígenes de la humanidad necesitábamos estar alertas a los riesgos. Como consecuencia, los editores de medios dan mayor peso a lo negativo, que es lo que su audiencia demanda, y los políticos hacen uso de estas malas noticias para darle color a una perspectiva sombría del mundo. Sin embargo, el capitalismo, la industria y el acceso a la tecnología están valorizando cada vez más la individualidad de los seres humanos. Estamos viviendo en la época más pacífica en la historia de la humanidad.

Mencionó en su presentación el optimismo que siente por tecnologías de energías renovables y nuevos medios de transporte terrestre, como el Hyperloop, que sería más rápido que la aviación. Sin embargo, un país emergente como el Perú sigue apostando por refinerías de petróleo y líneas de metro, tecnologías que usted considera “del siglo XX”.
La pregunta es si los retos del futuro se resuelven con la tecnología antigua, que es aquella con la que las empresas cuentan y que los políticos alientan. Las nuevas tecnologías son significativamente disruptivas y cambian el statu quo. Usar la tecnología que era la más moderna hace 20 o 30 años es una locura en un mundo que se mueve y cambia tan rápidamente. Creo que es preferible hacer los estudios necesarios antes que construir subterráneos, y es muy probable que, en ese proceso, se entienda que tecnologías como los hyperloops o los carros autónomos ya se están desarrollando y transformarán los sistemas de transporte. Es mejor encontrarse con el futuro que construir algo desactualizado.

¿Cuáles son sus apuestas, y en qué tecnologías ve mucho entusiasmo, pero no un potencial realmente transformador?
Todas las tecnologías tienen ciclos en los que empiezan con mucho ‘hype’, luego decaen y finalmente se recupera el entusiasmo al encontrarle su verdadera utilidad. Tuvimos ese momentum y decepción iniciales con las impresión 3D, pero hoy ya vemos que ha empezado a transformar varias industrias. La inteligencia artificial (IA) también pasó por ese proceso, pero está ahora por transformar todo: tienes IA escribiendo libros, música y más. Estas tecnologías están volviéndose cada vez más reales. No creo que haya ninguna a la que le apostaría en contra. Son tecnologías que transformarán la medicina, el cuidado de la salud, la educación y muchas otras áreas.

La investigación económica arroja una paradoja con respecto a estas tecnologías, pues no se aprecia un aumento de la productividad en EE.UU. en los últimos años, a pesar de ser el país donde la mayoría de estos avances se desarrollaron.
Lo que ocurre es que la manera en que medimos la productividad está errada. La ciencia económica actual no es válida para este mundo. Cuando le das un smarthphone con Google a un niño y él ahorra horas en la investigación para sus tareas, no hay una contabilidad económica para ello. Tampoco se contabiliza cuando un chofer de Uber gana ingresos adicionales con los viajes que realiza o que activos que estaban subutilizados ahora se usan a su máxima capacidad. Tampoco hay contabilidad económica para el hecho de que Wikipedia tiene la información gratuita de todo el mundo a la mano de todos en cualquier momento, ni para los desarrollos de software de fuentes abiertas (open source). Si tuviera más tiempo, escribiría un libro sobre economía.

Una pregunta final: ¿es este mundo de mayores oportunidades un mundo más feliz?
Lo es y en un gran margen. La gente tiene más momentos de ocio que nunca. Hace 40 o 50 años, la gente tenía que trabajar 80 horas a la semana para sobrevivir y recién podía tener un poco de entretenimiento. Hoy puedes tener el mejor entretenimiento a cada instante en libros digitales, en YouTube, en el streaming de series y películas, e incluso muchas de estas opciones son gratuitas. Tenemos acceso a más alimentos extraordinarios, frutas o flores frescas todo el año. Pero tendemos a ver con romanticismo el pasado y pensamos en los buenos viejos tiempos. Todo eso es una gran mentira. Nos olvidamos que en los buenos viejos tiempos la tuberculosis o el cáncer te mataban a los 40 años.

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