OPINIÓN | El recambio en la selección que no queremos ver
OPINIÓN | El recambio en la selección que no queremos ver
Miguel Villegas

Como si fuera una industria líder en el mercado, una fábrica ejemplar, existe una peligrosa sensación de inconformidad en el medio peruano: ¿dónde está el recambio en la selección? ¿Cuándo se hará? ¿Por qué siguen llamando a los mismos? Siento darles esta noticia: el recambio generacional ya se produjo, hace poco más de un año, bajo las mismas condiciones con que se hacen en todas las selecciones del planeta. Claro, no pasó como en Ecuador -luego de la generación Liga de Quito-, y menos Chile -tras los títulos sudamericanos de Colo Colo y la 'U'-. Aquí ocurrió por factores cronológicos más que futbolísticos. Es decir, fue natural y progresivo, producto de esa misma fábrica nacional que desde el 2004 -sí, con Jefferson- no genera un crack.

El problema del recambio no es, en ese sentido, el día, la hora o quién lo decida en que se decida. El recambio en la selección es natural y hasta podría decirse que obvio. Nadie juega a los 38 años en el mejor nivel europeo solo por contactos ni se convierte en rock star un muchacho de 17 años solo porque los tiene. Juega y funciona el que tiene mejores condiciones técnicas, el que tiene mejor entorno en su club, quien procesa -por aprendizaje o herencia- más rápido el tránsito de promesa a titular. Sobra decir que el Perú ofrece uno de los peores escenarios para que esto ocurra.

La otra salida es el extranjero, pero ahí también somos deuda: el último año el fútbol local vendió apenas dos futbolistas a un mercado importante. Cueva a México y Beto Da Silva a Holanda. El Tiempo de Bogotá tiene un dato clave: Colombia, por citar un medio espejo para el nuestro, vendió en los últimos dos años 253.

Digámoslo así de claro: el recambio generacional que tanto cuesta ver en la selección ya se produjo y se percibe no desde la primera convocatoria de Gareca, incluso desde antes. El equipo de la Eliminatoria pasada no se recita más de memoria. Gallese nunca fue titular en el último proceso eliminatorio y hoy lo es, por mérito, tampoco Ascues, Tapia o Cueva, cuatro apellidos de la columna vertebral de la selección a mayo 2016. Cuevita, solo por citar a uno de estos Sub 23, apenas jugó dos partidos en la Eliminatoria pasada -contra Uruguay en Montevideo y Bolivia en La Paz- y ahora es el único futbolista presente en todas las citaciones de Ricardo Gareca. Nadie lo exigió ni lo impuso, al contrario, fue el que más resistencia tuvo al inicio. Su vigencia fue, más bien, la lógica: una consecuencia a su nivel en México.

El tema, entonces, no es ése. El fallido modelo industrial para producir jugadores no arroja la conclusión que uno quisiera: los nuevos serán mejores que los viejos solo porque son nuevos. Es un drama del medio peruano que ve cracks sin haberlos visto jugar (y sin haber ayudado nada a que lo sean). Perú no tiene que ser campeón de América ni clasificar al Mundial de Rusia. ¿Se ha preparado en los últimos 30 años para conseguirlo? En ese sentido, el recambio ya no solo tiene que estar en la cabeza de los jugadores. También en las de otros.

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