AUGUSTO TOWNSEND KLINGE
Cuando destinas buena parte de tu tiempo y energía a analizar asuntos como la actual crisis económica, es realmente agradable conocer que a un país le va tan bien como al Perú, nos cuenta la ex integrante de la selección francesa de nado sincronizado que desde julio de este año dirige el organismo multilateral más influyente del mundo: el Fondo Monetario Internacional (FMI). Considerada la mejor ministra de Economía europea en el 2009 por Financial Times y, más recientemente, la novena mujer más poderosa del mundo por Forbes, su hoja de vida es tan monumental como el reto que hoy enfrenta: evitar que la frágil economía global caiga en una espiral descendente de incertidumbre e inestabilidad en caso empeore la situación europea.
¿Cómo así decidió incluir a Lima en su primera gira por América Latina? En realidad, por varias razones. Primero, porque el Perú es una historia de éxito que, además, podría establecer estándares para la nueva ola de economías emergentes. Es un país que ha tenido una relación larga y estable con el FMI, que ha experimentado una década de crecimiento gracias al buen manejo de sus finanzas públicas y a la implementación de políticas macroeconómicas que consideramos acertadas. Hoy cuenta con el liderazgo de un nuevo presidente que está determinado a seguir aprovechando las ventajas de esa política macroeconómica y el desarrollo que le ha traído al país, sumándole el importante objetivo de conseguir que ese crecimiento sea socialmente inclusivo, lo cual para nosotros garantiza la sostenibilidad del modelo peruano.
Cuando se refiere al Perú como una historia de éxito, ¿a qué causas atribuye esa buena performance? El Perú tiene una serie de factores a su favor: desde su potencial demográfico, pasando por su ubicación geográfica y su dotación de recursos naturales. Están también las citadas políticas económicas que se han implementado. Pero, más allá de ello, basta ir a los números para comprobarlo: un sólido crecimiento económico en los últimos años, un índice de pobreza que ha retrocedido de 50% a algo más de 30%, una tasa de empleo que se compara muy favorablemente con las de Europa o EE.UU., una inflación subyacente que se ha mantenido bajo control. Todo esto es realmente positivo. De hecho, estuve compartiendo la tarde (de anteayer) con representantes de la gran industria peruana, pero también con los de la pequeña y mediana empresa, y se percibe un gran emprendedurismo y una determinación por salir adelante en sectores como gastronomía, turismo y agricultura.
¿En qué medida ese buen desempeño no es solo la consecuencia de un escenario favorable para los minerales que exportamos? Haber sido bendecido por la naturaleza con una dotación de recursos como la que tiene el Perú es algo como para estar optimista, aunque también es cierto que esos recursos no durarán para siempre y que los precios pueden ser volátiles, por lo cual resulta aconsejable ahorrar. En cualquier caso, un país no puede estar satisfecho solo con eso. Apostar por la innovación, como entiendo que se va a discutir esta semana en un importante evento empresarial (CADE), es crucial. La innovación se aplica a toda industria, a todo sector y a toda etapa de desarrollo de un país. Es el corazón del progreso. Me dio mucho gusto, por ejemplo, conocer aquí el caso de una cooperativa de más de 5.000 campesinos que ha pasado de cultivar y vender cacao a fabricar cocoa en polvo y barras de chocolate. Ver a los pequeños empresarios subir así en la cadena de valor es realmente gratificante.
El presidente del BID, Luis Alberto Moreno, declaró a El Comercio que estamos en el amanecer de un nuevo orden mundial. ¿Nos dirigimos hacia un cambio radical en materia económica o política? Sin duda estamos atravesando un proceso de transformación, aunque no creo que sea una transformación radical. Por el momento lo estamos viendo en cámara lenta. Algunas economías emergentes, que antes pensábamos que iban a ser emergentes por siempre, están asumiendo ahora un rol central en el ámbito global, mientras que otras economías avanzadas atraviesan situaciones muy complicadas, cuando hace 20 años hubiésemos pensado que hoy seguirían liderando el juego. Pero esa transformación no va a implicar que quienes estaban últimos ahora sean los primeros o viceversa. Vamos a tener que ir adaptándonos gradualmente a esa reestructuración en las relaciones globales. Lo mismo va a ocurrir con instituciones internacionales como el FMI, donde ya venimos discutiendo cambios en nuestra constitución y en la distribución de poder y cuotas entre los distintos países que integran este organismo.
Hoy se percibe en el ámbito global una insatisfacción generalizada, aunque las protestas en algunos casos apuntan al funcionamiento del capitalismo, y en otros al del estado de bienestar. ¿Qué se necesita para devolverles la confianza a los ‘indignados’? Creo que este no es solo un tema económico, sino que tiene que ver con un principio filosófico básico de equilibrio. Hemos atravesado una etapa en la cual las instituciones financieras han cometido enormes excesos, como los sistemas de compensación en la banca, mientras que muchas personas estaban perdiendo sus empleos o sufrían el remate de sus casas. La única forma de restaurar la esperanza es corrigiendo esos serios desbalances. Nunca vamos a poder lograr un equilibrio perfecto, porque el mundo nunca estará completamente balanceado, pero no debe estar tan desequilibrado como lo está hoy, entre los que ahorran y los que consumen, los que exportan y los que importan, los que están en superávit constante y los que están en déficit permanente…
Eso equivale a decir que somos todos culpables, porque si hay alguien que se endeuda excesivamente, significa que hay otro que le da ese préstamo de manera irresponsable. Tal parece ser el caso del enfrentamiento entre griegos y alemanes… Así es.
¿Podrá la Unión Europea reformar su sistema de gobierno para así prevenir estos problemas? Esa es la dirección que los mismos europeos han tomado, vale decir, la de una unión monetaria que esté asociada también a una unión fiscal. Los países europeos deben ser responsables ante su propia población, pero también ante los demás integrantes de la unión. Debe hacer disciplina y se deben aplicar sanciones para quienes no la cumplan. No debe permitírsele a ningún país abusar del sistema.
Si la situación económica en Europa va a seguir complicada, ¿le preocupa lo que pueda pasar en Asia? ¿Seguirá China demandando materias primas de América Latina? No veo un estancamiento en el crecimiento de China en el futuro cercano. Su economía puede desacelerarse un poco, pero no de manera significativa. Probablemente habrá un cambio moderado del modelo chino en el sentido de que priorizarán menos la exportación y más el desarrollo del mercado interno, pero eso no va a afectar la tendencia de las importaciones provenientes de América Latina, aunque sí pueden haber episodios de mayor inestabilidad y la región debe mantenerse vigilante.
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