(Ilustración: Víctor Aguilar Rúa)
(Ilustración: Víctor Aguilar Rúa)
David Tuesta

Envueltos en un escenario de degradación política, maridado con la levedad del poder, nuestros políticos se han ido olvidando de la importancia de impulsar acciones que fomenten nuestra productividad y crecimiento sostenido. Si bien no existe una receta única para enrumbarnos hacia el progreso, un factor clave para alcanzar ganancias continuas de productividad es la construcción de capital humano, entendido como el acervo de conocimientos, habilidades, experiencia y salud adquirida por los individuos.

Desde Adam Smith, que subrayaba el rol de la educación y la formación de habilidades; pasando por Alfred Marshall, quien introdujo por primera vez el concepto de capital humano; junto con los posteriores estudios de los nobeles Gary Becker y Theodore Shultz, el rol de este factor fue consolidándose como una pieza central de la receta para el desarrollo. Sin embargo, fueron quizás los aportes de James Heckman, otro Nobel, quien puso los reflectores sobre el papel superlativo que cumple la formación temprana y la habilidad socioemocional en la formación de este factor.

Heckman, por ejemplo, demuestra que el período entre los 0-5 años es crítico en la evolución cognitiva, emocional y social. Diferentes investigaciones coinciden en que cada dólar invertido en programas de educación y desarrollo infantil pueden multiplicarse entre siete y 12 veces en términos de beneficios económicos y sociales a lo largo de la vida. La neurociencia respalda estas conclusiones, demostrando que el cerebro es especialmente maleable en los primeros años de vida a partir de experiencias y entorno propicios para construir conexiones neuronales y la estructura cerebral.

Así, por ejemplo, carencias alimenticias y el retraso en el desarrollo cognitivo y físico de los niños trae daños irreparables y, en el Perú, esto constituye un drama. La anemia, por ejemplo, puede tener efectos devastadores en el aprendizaje y en la productividad laboral a lo largo de la vida. Actualmente, en nuestro país, más del 40% de los niños, de 6 a 35 meses, sufre de anemia, siendo los casos de Puno (67,2%), Ucayali (65,8%) y Huancavelica (65,0%) los más preocupantes. En los ránkings comparativos, de acuerdo con el Banco Mundial, considerando el ratio de anemia en la población de niños menores de 5 años, ocupamos el puesto 101 entre más de 180 países, con una tasa de 30% muy lejos de las tasas de anemia de Brasil (12%), Panamá (16%), Chile (20%), Colombia (22%) y México (22%). Otros indicadores de desarrollo infantil temprano en el Perú nos dicen más de lo mismo. Así, la Endes (2022) registra que el 21% de los nacimientos son prematuros, 63,7% de los niños no regulan emociones o comportamiento, 39% no camina sin ayuda entre 12 a 18 meses, 56,1% no tiene apego seguro entre los 9 y 12 meses, 54% no desarrolla función simbólica entre 24 y 36 meses, y 56,4% no desarrolla comunicación verbal efectiva.

Siendo testigos de este abandono a nuestra niñez podríamos estar tentados a pensar que en el Perú no hay futuro. Sin duda no lo habrá si esto sigue así. Pero la buena noticia es que, si nos lo proponemos, podemos encontrar vías costo-efectivas. De hecho, varias iniciativas del sector privado vienen mostrando esperanzadores resultados, como es el caso del proyecto Volar, impulsado por Aporta-Breca Impacto Social, con intervenciones desde el 2018 en los distritos de Antauta, Ajoyani y Nuñoa en Puno. Volar, que cuenta con el apoyo de los centros de investigación más reputados del mundo, busca cambiar las trayectorias de desarrollo del capital humano a través de la inversión en la primera infancia. Con diferentes intervenciones para educar y cambiar el comportamiento y actitud de los cuidadores hacia el involucramiento en la estimulación de los niños desde edades tempranas, responsabilizarse de los controles de desarrollo y crecimiento, y tomar conciencia de la importancia de los suplementos de hierro se observan importantes mejoras en la comunicación verbal de los niños y en la prevención de anemia. Así, las intervenciones han logrado que el grupo de tratamiento mejore en 39% en los indicadores agregados de crecimiento y desarrollo, mientras que el grupo de control retroceda en 20%. Se demuestra además que los resultados se sostienen en el tiempo en todas las dimensiones (cognitivo, lenguaje, motriz y socioemocional).

Estos excelentes resultados en el desarrollo de capital humano a edades tempranas, sin embargo, se enfrentan al gran reto de poder conseguir una verdadera política pública que el Estado haga suya, la escale, la implemente y la mantenga en el tiempo, contra viento y marea. Para ello, se requiere la hercúlea labor de lograr un cambio institucional que surque la inestabilidad de nuestra política donde los gobiernos duran menos que un suspiro. Quizá una manera de superar este obstáculo podría darse a través de un marco que permita trabajar en este esfuerzo mediante una articulación de esfuerzos público-privados, creando un blindaje político que la ayude a permanecer en el tiempo. Unir fuerzas entre peruanos para mejorar el futuro de nuestros niños, invirtiendo desde ya en su capital humano, no debería tener oposición alguna de ninguna ideología.

*Aporta es parte del Grupo Breca, compañía asociada al Consejo Privado de Competitividad.

David Tuesta es presidente del Consejo Privado de Competitividad.

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