Redacción EC

LUIS SILVA NOLE / 
Redactor de Sociedad

El jirón Huáscar tiene solo dos cuadras. Al caminar por esta pequeña vía, ubicada en la entrada del Barranco tradicional, muy cerca del óvalo Balta, es común toparse con un entonado “buenos días”, dicho con parsimonia y elegancia, a la antigua.

En Huáscar, a diferencia del resto del distrito, plagado de vida agitada y sin pausa, el día transcurre lento, al ritmo del paso calmo de los centenarios, nonagenarios y octogenarios que ocupan, en gran medida, las casas de este jirón y de las calles aledañas. Un barrio con amplia experiencia de vida.

EL MILAGRO

Nació en un día de combate, pero verlo inspira paz. Jorge Celestino Coz Guillón, apoyado en su bastón, saluda a todos en Huáscar, a conocidos y desconocidos. El 2 de mayo próximo cumplirá 101 años y, salvo por la necesidad que tiene de acercarse bastante a su interlocutor para poder oír, conversa normal, amena y lúcidamente.

Soy barranquino de toda la vida. Aquí nací y aquí sigo. Aunque ha cambiado mucho, Barranco siempre fue hermoso. Antes acá había casonas”, dice Jorge, quien tiene cuatro hijos, ocho nietos, cuatro bisnietos y un tataranieto.

El centenario, bombero vitalicio y miembro de la Hermandad del Señor de los Milagros, vive desde hace más de 60 años en Huáscar. Cuando tenía 2 años, su madre lo había ofrecido al Cristo de Pachacamilla.

“Creo que el secreto de mi longevidad fue mi esposa. Ella nos dejó hace 13 años, pero fue muy buena, mi motor, me dio mucha vida”, señala el ex mecánico de estructuras metálicas que trabajó medio siglo para la Fuerza Aérea del Perú.

A COMER PESCADO

Leopoldo Tejada Pajares es su nombre; y su característica, una sonrisa perpetua. Vive al frente de la casa del señor Coz y su familia prepara un fiestón para el 29 de junio, fecha en que Leopoldo cumplirá 102 años. Ambos centenarios son muy amigos y Jorge será uno de los invitados de honor.

No hubo programa de vivienda alguno que motivase la presencia de adultos bastante mayores en la zona. Más bien, ellos son ejemplo de vida y amistad para las generaciones.

“El terremoto de 1940 trajo abajo muchas casonas. Además de ellas, antes en Huáscar había ranchos. Acá vivo desde hace 80 años”, evoca Leopoldo.

¿Su secreto para vivir tanto tiempo? “Viví toda mi infancia en Chachapoyas y ahí me acostumbré a comer sajino, frutas, verduras y pescado. Hasta hoy el pescado es básico. Además, no tomo gaseosa ni cerveza”.

SIEMPRE AMANECE

Nueve hijos, 30 nietos y 40 bisnietos. La huancavelicana Georgina Saldaña Serpa, de 93 años, ha tenido una vida productiva. Ahora goza todos los días de la frescura del amanecer. Siempre a las cinco de la mañana, se sienta en su puerta y observa su calle, Miraflores, que interseca a Huáscar. “Pese a los fiesteros de fin de semana, siempre hay calma”, dice Georgina, quien cree que su secreto para la longevidad es haber tomado leche pura toda la vida.

Carola Cisneros Vizquerra, de 90, lleva un apellido y sangre ilustres de las letras peruanas, pero se siente sola en su casa del pasaje María Luisa, paralelo a Huáscar. “Mi familia no viene a verme”, comenta triste.

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