Sol Nacarino, Antonella Gallart, Javier Valdés, Sandra Bernasconi, Roberto Ruiz y Airam Galliani. (Foto: jdrb)
Sol Nacarino, Antonella Gallart, Javier Valdés, Sandra Bernasconi, Roberto Ruiz y Airam Galliani. (Foto: jdrb)

No es fácil encontrar en la cartelera limeña una obra que se desarrolle casi sin inconvenientes. Y no deja de sorprender que esta se sostenga en un par de textos que, a simple vista, podrían estar totalmente desligados del presente. ¿Qué podría decirnos un francés de la Belle Époque sobre lo que sucede en estos tiempos? En manos de Alberto Isola -quien evita el descanso siendo parte de producciones de gran calidad-, Georges Feydeau se hace presente para resonar entre quienes se animan a ver “Hasta que la muerte nos separe” en el de Lucía.

El montaje dura una hora y media, y no pierde ritmo. Los enredos de dos textos -que dialogan entre sí al retratar escenas de la vida matrimonial y por tener un mismo final- hacen que la comedia -que se basa en los problemas de comunicación y cierta fisicalidad- se potencie. No se puede esperar menos de Feydeau: hay consenso de que el rey del vodevil le tomó la posta a Molière y que inspiró a muchos (como a Óscar Wilde -autor que se monta a pocos metros, en el Teatro Británico-, y su “The Importance of Being Earnest”). Su pluma se mantiene vital, aunque no es tan usual que se le produzca en Lima. Ahí están “La pulga en la oreja” (Juan Carlos Fisher, colegio San Agustín, 2009; Efraín Aguilar, teatro Canout, 2018) y “La chica del Maxim” (Fisher, C.C. Peruano Japonés, 2011).

Ahora, en “Hasta que la muerte nos separe”, la primera obra que se monta es “Leonorcita se adelantó”. A pesar de que hay más información al respecto, todavía no es común hablar sobre el engaño de que los embarazos suelen ser de ensueño. El asunto es lo suficientemente tabú como para que nuestra sociedad prefiera evitar hablar de los gritos, dolores espantosos y la desesperación. Y Feydeau es atinado al introducir la posibilidad de una pseudociesis. Pero no solo se trata solo de eso. También deja en evidencia a aquellas parejas incapaces de apoyar al otro. La rutina y las “buenas costumbres” son muy atractivas para algunos hombres incompetentes, ineptitud que se presenta también en la segunda obra, “No somos nada”, y a la que se suman más enredos desesperantes e hilarantes. La comedia siempre será la mejor manera de decir las cosas en la cara, y qué mejor que una que te haga carcajear.

El elenco de “Hasta que la muerte nos separe” ofrece buenas interpretaciones -es sólido, compacto y sostiene la tensión con precisión-, a excepción de dos momentos en los que un par de actrices se enredaron con sus diálogos. Un detalle no menor: en una comedia que basa su éxito en la rapidez de los diálogos, estos errores rompen con la convención. Pero de ahí en adelante, todos en muy buen nivel. Sandra Bernasconi maneja muy bien el código, al igual que Javier Valdés, quien sorprende en esta farsa. Sol Nacarino saca brillo a un papel que, a pesar de parecer menor, es vital para crecer los enredos; Antonella Gallart y Airam Galliani Lecca, solventes en escena. Y Roberto Ruiz, camaleónico. Isola los conduce bien y da forma a un montaje que funciona. No será la mejor puesta del año, pero es lo suficientemente buena como para no perdérsela.

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Más información

Temporada: hasta el 21 de agosto

Lugar: Teatro de Lucía (calle Bellavista 512, Miraflores)

Entradas: Joinnus.com

Elenco: Sandra Bernasconi, Javier Valdés, Roberto Ruiz, Airam Galliani, Antonella Gallart y Sol Nacarino.

Dirección: Alberto Isola

Dramaturgia: Georges Feydeau

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