"Este escenario nos puede parecer muy lejano; sin embargo, se trata de un futuro inmediato a nivel mundial". (Foto: AFP)
"Este escenario nos puede parecer muy lejano; sin embargo, se trata de un futuro inmediato a nivel mundial". (Foto: AFP)
Inés Ruiz Alvarado

Cuando nuestro actual presidente declaró durante el debate presidencial en Arequipa que resultaba más barato un vuelo de Cusco a Lima que un pasaje de Machu Picchu a Cusco, algunos empresarios del rubro se alarmaron por su supuesto desconocimiento sobre el sector turismo. Más allá de dilucidar este discurso, podríamos leer entre líneas que lo que buscaba señalar es el abusivo importe que algunas empresas de transporte les cobran a los turistas que desean viajar de Cusco a Machu Picchu, dando prioridad al lujo y dejando sin opciones a otro perfil de turista que desea viajar de forma segura, pero quizás no tan lujosa. En ese sentido, si bien es un ícono que representa nuestra cultura y legado histórico frente al mundo, debemos tener claro que el Perú no es Machu Picchu, que Lima no es el Perú y que, si la oferta actual en transporte en este caso ha sido o está siendo tan desigual, es porque el Estado no ha intervenido en inversiones, dejando a la empresa privada esta tarea.

Como parte de las celebraciones del bicentenario, la Unesco declaró patrimonio de la humanidad al centro ceremonial y observatorio solar de Chankillo, en Áncash. Investigadores del complejo afirman que en se llevaron observaciones astronómicas entre los 500 y 200 años a.C. Sabemos que el tipo de que caracteriza a nuestro país es el cultural, pero habría que preguntarnos si hasta ahora se ha generado un turismo responsable que articule, por ejemplo, conectividad terrestre y desarrollo local. Chankillo podría convertirse en un nuevo símbolo de nuestro país, la cuestión es, ¿queremos convertirlo en un espacio de visitas masivas con nuevas empresas que, a través de “nuevas experiencias”, busquen obtener ganancias en las visitas al espacio o, más bien, necesitamos una mirada enfocada en un turismo responsable en el que, a partir de nuevas estrategias en turismo e inversión en infraestructura –por ejemplo, de la mano de la empresa privada y del Estado– se realice una visita a nuestros espacios arqueológicos de una manera comprometida con la preservación del recinto histórico? Ofrecer al turista la oportunidad de trasladarse a través de una conectividad terrestre o aérea, ofreciendo servicios de calidad para todo tipo de bolsillo, pero, sobre todo, pensado en el uso de energías renovables, en el cuidado de la comunidad y localidades que lo albergan y, por su puesto, del recinto, debería ser una prioridad en la agenda del Estado.

A partir de la grave crisis en el sector debido a la pandemia nos enfrentamos a una transformación en el turismo a nivel mundial en el que países europeos vienen trabajando nuevas estrategias enfocadas en un turismo preocupado por el cambio climático. De esa manera, el turismo responsable, que desde hace 20 años se construye como un concepto de cambio, es ahora la nueva tendencia a nivel internacional. Esto significa una transformación en el modo en el que vemos e interactuamos con el turismo, un turismo que debe hacer énfasis en la actual problemática, debido al cambio climático, en la relación y cuidado con las poblaciones que albergan estilos de vida tradicional para el cuidado de su territorio, así como en la promoción de las energías renovables.

Este escenario nos puede parecer muy lejano; sin embargo, se trata de un futuro inmediato a nivel mundial. Si no enfocamos nuestros esfuerzos en construir un nuevo turismo orientado hacia prácticas que tienen que ver con el cuidado del medio ambiente, pero también con los individuos que habitan el territorio, estaremos cometiendo el mismo error de hace 20 años: un turismo extractivo, desigual e irresponsable. En nuestras manos está la oportunidad de reinventar un nuevo turismo, un nuevo viaje.