Ian Bremmer

El 2 de agosto, el embajador de Sudáfrica ante los dijo que la 15ª cumbre del grupo en Johannesburgo iniciaría “un cambio tectónico... en la arquitectura geopolítica global”. Si bien la cumbre que concluyó el 24 de agosto se quedó decididamente corta a la altura de eso, sí consolidó a los Brics como el impulsor más importante de la agenda del global, superando al G20 como el principal foro económico para las naciones en desarrollo.

El resultado más sorprendente y consecuente de la cumbre fue el anuncio de que el bloque, compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, acordó invitar a seis nuevos miembros: Argentina, Egipto, Etiopía, Irán, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos, a unirse en el 2024. Los Brics +, como se llama la agrupación ampliada, constituirán una proporción significativamente mayor del PBI mundial que el club de democracias industriales avanzadas del G7.

Esta expansión es una victoria diplomática para China, que durante mucho tiempo ha buscado hacer crecer a los Brics como un vehículo para promover sus intereses nacionales y contrarrestar la influencia occidental. El hecho de que casi 40 países expresaron su interés en unirse al bloque en los últimos 18 meses subraya el deseo de muchos en el sur global de encontrar alternativas a un “orden global” liderado por Occidente que sienten que los ha dejado atrás. De hecho, si hay algo que los miembros de Brics + tienen en común, es que todos buscan un sistema internacional más multipolar que sirva mejor a los intereses del sur global y les dé agencia para perseguir sus propios intereses en medio de la intensificación de la competencia entre Estados Unidos y China, una guerra furiosa en Ucrania y una transición energética acelerada.

Pero los Brics + no están preparados para convertirse en un competidor cohesivo liderado por China para el G7. La mayoría de sus miembros no quieren ser liderados por China ni desacoplarse de Occidente, y las divisiones dentro del grupo son profundas. El principal fundador de los Brics, India, es más probable que vaya a la guerra que a cooperar con China. Con la excepción de Irán y Rusia, todos los miembros quieren lazos tanto con Occidente como con China, no una opción de uno u otro. La mayoría desconfía tanto del unilateralismo de Beijing como de la orientación de “Estados Unidos primero” de Washington. Críticamente, a diferencia del G7, que está formado por democracias liberales grandes y ricas con una visión compartida del orden global, las naciones Brics + no se alinean con sistemas políticos o económicos, y mucho menos con una agenda común.

En particular, los nuevos miembros de Medio Oriente y el noreste de África utilizarán los Brics para aumentar su influencia geopolítica y diversificar sus asociaciones internacionales, comercio e inversiones, en lugar de cooperar en una agenda explícitamente antioccidental. Para los Estados del Golfo, el objetivo no es antagonizar con Estados Unidos, sino cubrir sus apuestas a la luz de su alineación cada vez menor con Washington, al tiempo que aumenta su capacidad de maniobrar de manera más independiente. Para Egipto, la esperanza es que los Brics puedan ofrecer salvavidas económicos muy necesarios. Irán busca ganar estatura y nuevas opciones de financiamiento en ausencia de un alivio de las sanciones occidentales. Y para Etiopía (como la mayor parte del África subsahariana), el objetivo es una integración económica más estrecha con Beijing, que ya supera con creces a Washington como fuente de inversión en el continente.

Los Brics + presionarán por una mayor influencia en organizaciones multilaterales como la ONU, el FMI y el Banco Mundial, y por una menor dependencia del dólar estadounidense. Dotará al sur global de más poder para establecer la agenda en temas como el clima y las finanzas. Facilitará una cobertura y un equilibrio más eficaces de sus nuevos miembros. Y seguirá siendo principalmente un foro económico en lugar de un bloque de seguridad antioccidental. No llama al amanecer de una nueva guerra fría.

Ian Bremmer es presidente de Eurasia Group