"Empezando por lo positivo: la visión sobre la economía de mercado que tienen los jóvenes pareciera ser muy alentadora. Ante la pregunta de quién debe determinar los precios en una economía, un abrumador 78% considera que debe ser el mercado". (Ilustración: Giovanni Tazza)
"Empezando por lo positivo: la visión sobre la economía de mercado que tienen los jóvenes pareciera ser muy alentadora. Ante la pregunta de quién debe determinar los precios en una economía, un abrumador 78% considera que debe ser el mercado". (Ilustración: Giovanni Tazza)
Enzo Defilippi

No acostumbro a hacer pronósticos económicos. Principalmente, porque la evolución de la economía depende de factores muy diversos, muchos de los cuales ni siquiera sabemos que existen (los ‘unknown unknowns’). Pero también porque el margen de error de este tipo de proyecciones es tan grande que la información que se puede extraer para un año particular es bastante limitada. Aun así, me atreveré a dar una opinión.

El PBI debe haber crecido más o menos 3,8% en el 2018. Yo creo que esta tasa será un poco menor en el 2019. En parte, porque la mitad del crecimiento es explicado por factores externos y las cosas no pintan muy bien en el resto del mundo. Como sabemos, Estados Unidos ha entrado en una guerra comercial con China, cuya duración y magnitud nadie puede prever. Hace unas semanas Donald Trump volvió a las bravuconadas a pesar de la tregua que ambos países se dieron para negociar, pero esta vez Xi Jinping, el líder chino, respondió alzando el tono (dijo que ningún país está en posición de dictarle a China qué hacer). Esta nueva escalada ha puesto nerviosos a los inversionistas, quienes saben que una desaceleración de la segunda economía más grande del mundo, generada por un menor comercio con Estados Unidos, traería consecuencias negativas en países como el nuestro cuyo crecimiento está estrechamente ligado al del gigante asiático. Por otro lado, se espera que durante el próximo año la Reserva Federal continúe con el retiro del estimulo monetario dado años atrás, esfuerzo al que se le acaba de unir el Banco Central Europeo. En el mejor de los casos, ello generará una moderada desaceleración de la economía mundial. En el peor, una corrección brusca en el precio de los activos financieros y una nueva crisis financiera global. No es casualidad que el índice S&P 500 haya caído 17% desde principios de octubre.

Tampoco veo en el frente interno razones para creer que el crecimiento se acelerará en el 2019. Una agenda de reformas creíbles podría generar entusiasmo en el sector privado y extender a otros sectores las proyecciones de crecimiento de inversión que actualmente se concentran en el sector minero. Lamentablemente, nada indica que el presidente Vizcarra vaya a arriesgar el apoyo popular que disfruta hoy (y que constituye el único sostén político de su frágil gobierno) llevando a cabo reformas que, por muy necesarias y correctas, pueden ser poco populares.

Un factor que no me permite ser optimista es la inversión pública. Si bien la ejecución del gobierno nacional se ha recuperado algo del desastre del período 2016-2017, su nivel sigue siendo magro en comparación con años anteriores (en el 2018 ejecutó solo el 76% de lo presupuestado cuando en el 2015 fue más del 90%). Desde fines del 2016, la estrategia para disimularlo ha sido transferir presupuesto a los gobiernos subnacionales (lo que ha hecho que la ejecución total caiga de 78% en el 2015 a 66,8% en el 2018, el menor nivel de los últimos cuatro años); pero en el 2019, con autoridades recién elegidas, ello empeoraría aún más la situación.

Así que, ¿cuánto crecerá el PBI en el 2019? Con lo que sabemos hoy, probablemente unas décimas por debajo de 3,8%, dependiendo de una serie de eventos que bien podrían no ocurrir.