Rolando Arellano C.

Para los especialistas, el , una sociedad muy desorganizada y a la vez con una de las economías más estables de la , es un imposible teórico. Ello sucede por cuatro razones que muchos critican y que, más bien, todos deberíamos apoyar. Veamos.

Los grandes expertos “saben” que es imposible que un país con autoridades que solo duran meses en su cargo tenga una de las monedas más estables del mundo. Tampoco conciben que un país donde sus políticos se dedican a buscar culpables y a destruir lo avanzado mantenga un PBI creciente por décadas. O que un país donde solo uno de cada cuatro ciudadanos paga impuestos tenga reservas monetarias superiores a las de países donde todos tributan. Tampoco que donde casi nadie goza de protección de las leyes laborales existan muy bajos niveles de desempleo. O que donde las protestas sociales son casi permanentes se mantenga el tercer menor porcentaje de pobreza de América Latina.

¿Por qué se dan en el Perú esos imposibles? Una primera razón son los buenos precios de nuestro cobre, plata, arándanos o paltas, que resisten mejor que muchos productos tecnológicos a los vaivenes internacionales. Mientras muchos hablan de la maldición de las materias primas, la minería y la agroindustria son aquí la bendición de nuestra economía.

Otra razón es la estabilidad de nuestra moneda. Gracias al BCR, dirigido por Julio Velarde, mientras las monedas de nuestros vecinos se devaluaron en 300% o 400%, el sol peruano hoy vale solo 15% menos que a comienzos de siglo. La autonomía institucional que muchos políticos critican, porque no les permite abusar de los fondos públicos, hace que miles de familias tengan bienes y servicios accesibles. Y a esta situación teóricamente imposible aporta el libre mercado que, contra quienes gritan que la Constitución daña al pueblo, permite a cada uno procurarse ingresos según su esfuerzo y capacidad. Así, en vez de favorecer desigualdades, permite que los taxistas no pierdan todo cuando sube la gasolina y que el agricultor no desaparezca si su cosecha fue escasa.

Y, detrás de lo anterior, está la inmensa capacidad de los peruanos, los más emprendedores del mundo (casi una empresa por cada dos familias), de solucionar sus propios problemas. Millones de familias que, con esfuerzo y creatividad, generan su propio empleo sin esperar el apoyo de un Estado que saben que no funciona.

En fin, con materias primas poco apreciadas, autoridades monetarias criticadas, un libre mercado siempre atacado y millones de microempresas formales e informales menospreciadas, el Perú logra ese imposible, o milagro, que hoy sorprende al mundo. Ya es tiempo de dejar de criticar y, más bien, apoyar esos atributos para lograr su máximo provecho. Les deseo una gran semana.

*El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.

Rolando Arellano C. es CEO de Arellano Consultoría para Crecer