Mario Ghibellini

En el gobierno actual hay 19 ministros, pero una sola cartera: la de Defensa. Algunos miembros del Gabinete están dedicados a defenderse a sí mismos, como el titular de Transportes y Comunicaciones, , que tiene una investigación abierta en la fiscalía. Pero la mayoría de ellos está abocada a la defensa del , que tiene seis. Lo defiende el premier de la luna llena y también el ministro del Interior, lo defiende la responsable del Midis y también la del despacho de Cultura. Pero nadie se esmera tanto por batirse en nombre de su jefecito como los ministros (Comercio Exterior y Turismo), (Justicia y Derechos Humanos) y (Trabajo y Promoción del Empleo). Componen ellos , en eterna disputa del micro cada vez que hay que prestar declaraciones en el patio de Palacio de Gobierno y tratar de explicar cómo el universo conspira contra ese hombre sin mácula que es el profesor Castillo. Y en todas esas ocasiones, hay que decirlo, se muestran ellos como hablantes competentes, capaces de detectar, por ejemplo, los sutiles contrastes que existen entre los verbos ‘sobar’ y ‘restregar’.


–Enojoso retintín–

Si bien el trato que se dispensan es amable, los analistas más agudos afirman que están sosteniendo en realidad una puja entre ellos por ver quién es el que mejor esparce incienso en torno al jefe del Estado. Y así, mientras Sánchez opta por un estilo llano y de fácil acceso al ciudadano, Chero prefiere internarse en la jerigonza de los jurisperitos y Salas explora territorios todavía no demarcados por la retórica. Los tres, eso sí, dejando la sensación de estar persuadidos de la persistencia de los síntomas de lumbalgia que el mandatario acusó el día que dos efectivos policiales tuvieron que hincarse de rodillas para amarrarle los zapatos.

A lo largo de los últimos meses y semanas, la disputa ha sido reñida. Por momentos parecía que Chero tenía el partido dominado y que, más temprano que tarde, el sector a su cargo volvería a llamarse Justicia y Culto (al presidente). Pero luego Sánchez encontraba una forma de transmutar los huevos que habían llovido en Tacna sobre el gobernante en materializaciones de la ojeriza de algunas empresas que supuestamente deben dinero al Estado, y su estrella empezaba a brillar como si él mismo la hubiese lustrado. Esta semana, sin embargo, Salas regaló a los curiosos apostados en las rejas de Palacio y a los televidentes que no huyen hacia algún canal de ‘streaming’ cuando notan que va a tomar la palabra, una performance que, en opinión de esta pequeña columna, ha liquidado la contienda a su favor.

Fue durante una de esas veladas en las que los tres divos, más algún tenor de reparto, comparecen ante la prensa en el ya mencionado patio para soltar su cháchara solemne. El tópico a ser abordado era esta vez la prisión preventiva que el Poder Judicial ha dictado contra la cuñada del mandatario, , y el que peroraba con gravedad, el ministro Sánchez. Un reportero le preguntó entonces cómo había tomado el presidente los 30 meses de encierro que habían caído sobre su protegida y, mientras el titular de Comercio Exterior y Turismo tomaba aire para responder la demanda con las modulaciones que la situación exigía, Salas ‘le ganó el vivo’ y –vaya nuestro homenaje al poeta Eguren– inició su enojoso retintín.

“Con tranquilidad, él ha expresado el campo de la tranquilidad”, barbotó primero, poniendo en evidencia que improvisaba, pues eso de expresar “el campo de la tranquilidad” parece más tributario de Deepak Chopra que de Maquiavelo. Pero pronto tomó control de sus ímpetus obsequiosos y recitó: “Nos ha reunido a todos los ministros y nos ha manifestado que es hijo de la adversidad, hijo del hambre, hijo del dolor, del sufrimiento y ”. Para finalmente agregar: “Y nos ha pedido a nosotros como ministros seguir trabajando con mucha más fuerza por el país”.

Una pieza que parecía arrancada del testimonio de alguno de los tres pastorcitos de Fátima tras sus encuentros con la “hermosa señora” que se les aparecía en la campiña portuguesa para anunciarles las calamidades que estaban por abatirse sobre el mundo a principios del siglo pasado. El ministro, se diría, había tenido una experiencia mística y si no le habían brotado llagas en las manos era solo porque su espíritu no estaba todavía preparado para merecer esa gracia. Piénselo el lector de oído aguzado: para pasar del “hijo del hambre” de sus lamentaciones profanas al “hijo del hombre” de los evangelios canónicos, apenas hacía falta pronunciar una vocal de manera equívoca.


–Cortina de incienso–

La cara de derrota de los otros dos aspirantes al fajín de la más fina franela lo decía todo. La contienda tenía un ganador, pues la cortina de incienso desplegada por su compañero de Gabinete los había dejado tosiendo incluso a ellos.

Muchos se preguntan ahora qué le deparará esta victoria al ministro Salas. ¿La garantía de ser el próximo premier? ¿Acaso un sitio de honor en la sala donde habrá de celebrarse algún día el auténtico juicio final? Puede ser, pero tenemos que admitir también la posibilidad de que exista todavía en este mundo gente que cultiva la adulación de manera desinteresada.

Mario Ghibellini es periodista