Mario Ghibellini

Los más de cincuenta ministros nombrados en lo que va de este Gobierno sugieren que, en lo que concierne a cambios en el Gabinete, el 28 de julio debe de antojársele al presidente como una fecha cualquiera. Para los que participan perpetuamente del juego de las sillas en el Ejecutivo, sin embargo, la cercanía de las Fiestas Patrias inaugura un periodo de ensoñación. Los viceministros fantasean que sucederán al ministro al que obedecen, y los ministros tienen visiones en las que ingresan triunfales a la PCM. No todos, claro. Pero sí los más verbosos y los que, durante sus visitas a Palacio, más empeño le han puesto al ejercicio de la franela y la modulación del “chicheñó”.

Si agregamos a eso la atmósfera crepuscular que hace tiempo rodea al premier , no es de extrañar que algunos de los actuales portadores de fajín estén presentando síntomas de soñar noche a noche con el puesto que él hoy ocupa. Y de entre todos ellos, tres son, a juicio de esta pequeña columna, los que están a punto de ahogarse a consecuencia de la salivación extrema que la situación les provoca.


–Pompa y circunstancia–

Nos referimos concretamente a los titulares de las carteras de Cultura, Justicia y Comercio Exterior. Ellos darían, en efecto, la impresión de estar entregados a una dilatada fase REM en la que la ascensión a la responsabilidad de marras se les presenta envuelta en un humo evocador de algún vals de Pinglo.

¿Qué nos hace pensar que , y creen que podrían heredar pronto la jefatura del Gabinete? Pues una cierta manera que tienen de fruncir la boquita cada vez que hablan del presidente, una disposición indoblegable para buscarles coartadas a sus tropelías más aparatosas (véase, por ejemplo, lo que dijeron sobre los plagios en la tesis del mandatario) y los distintos rumores que existen en los corrillos políticos y en los medios sobre la probable promoción de cada uno de ellos al cargo en cuestión. Como se sabe, ese tipo de rumores suele ser puesto en circulación por sus supuestos protagonistas.

Esta semana, además, los tres participaron de una conferencia de prensa que tuvo por momentos ribetes de asolapado pugilato. El miércoles por la noche, efectivamente, comparecieron ellos delante de la prensa en el patio de Palacio de Gobierno para informar sobre lo acordado en el Consejo de Ministros que acababa de tener lugar, y fue divertido ver la competencia en la que se enfrascaron para dirimir quién llevaba la voz cantante.

Como émulos criollos de los tres tenores en la final de un concurso distrital de Karaoke, ellos se arranchaban el micro para decir lo mismo. Con frases como “solamente para complementar” o “una sola precisión” trataban de quedarse con la última palabra acerca de la inminente renuncia del presidente a Perú Libre o la censura al ministro Dimitri Senmache que se votaría al día siguiente en el Congreso. Y la verdad es que sus intervenciones no complementaban o precisaban en nada el discurso, de por sí ya chamullero, de quien acababa de dirigirse a los reporteros. Es cierto que el titular de Defensa, José Luis Gavidia, también estaba ahí, ajustándose la corbata cada vez que podía, pero fue modesta la prosa que sus colegas le permitieron incrustar entre sus alocuciones de pompa y circunstancia.

Hay que señalar, sin embargo, que a unos de los “sacha” tenores se los notaba más confiados que a otros en sus posibilidades de ajustarse el fajín mayor en 28 de julio. A pesar se sus esmeros retóricos, por ejemplo, el ministro Sánchez transmitía una cierta melancolía, debida quizás a la vaga conciencia de que su momento ya pasó. Meses atrás asomaba como el sucesor casi seguro de Mirtha Vásquez, pero un giro cruel del destino colocó a otro en el ansiado rol y ahora él ya no tiene para ofrecerle al presidente ni siquiera los votos de Juntos por el Perú en el Congreso, pues hace rato que estos se escurrieron hacia una posición de sobonería menos clamorosa con el Gobierno.

Salas, en cambio, lucía más optimista y ensayaba sentencias que le dieran aires de hombre de Estado que mira el Perú por encima de las diferencias políticas. “Nuestro país necesita que todos nos pongamos a trabajar”, recitó con gravedad cuando peroraba sobre los inconvenientes de que Senmache fuera censurado al día siguiente… Pero el jueves la representación nacional y ahora, según parece, le quieren encajar el encarguito de remplazar al menesteroso ministro del Interior al propio Salas: un pedido presidencial al que él, obviamente, no podría negarse y que, oh, esquiva fortuna, lo alejaría del premierato entrevisto en las brumas de sus devaneos sobre la almohada.


–Sobre el viento armado–

Así las cosas, todo indicaría que los astros favorecen al actual titular de Justicia; sobre todo en medio de los agobios judiciales por los que atraviesa el presidente. Pero, conociendo a su jefe, Chero tampoco debería entusiasmarse mucho, porque en una de esas, el profesor decide que don Aníbal Torres no ha desbarrado todavía lo suficiente y se lo queda por unos meses más. Y entonces la historia de los tres que soñaron acabaría como acaban siempre las historias de los que se dejan embaucar por aquello que Góngora definió alguna vez como un “teatro sobre el viento armado”: con el amargo timbrazo del despertador.

Mario Ghibellini es periodista