Michael Shifter preside desde el 2000 el Diálogo Interamericano, con sede en Washington. (Foto: Archivo El Comercio)
Michael Shifter preside desde el 2000 el Diálogo Interamericano, con sede en Washington. (Foto: Archivo El Comercio)
Fernando Vivas

No ha venido a la cumbre, pero por razones médicas. Shifter preside el Diálogo Interamericano,un organismo con sede en Washington que organiza encuentros para analizar políticas públicas en la región. Él sabe, por experiencia, que las cumbres presidenciales son ocasiones extraordinarias para explorar soluciones y marcar tendencias. Nació en Nueva York y conoce nuestra región de primera mano, pues ha vivido en el Perú, Chile, Venezuela y Colombia.

—Una cumbre sin Trump ni Maduro es una película sin estrellas, ¿pero podría ser sustanciosa?
La ausencia de Trump es de doble filo. Por un lado, es un alivio porque es riesgoso, nunca se sabe lo que puede decir; por otro lado, es el presidente de EE.UU. Después de todo lo que se ha deteriorado entre su gobierno y América Latina, era importante que él estuviera para tener un encuentro cara a cara con sus contrapartes.

—¿Cuál será la mezcla de razones por las que no vino?
Es difícil saberlo en su caso. Desde el principio no hubo entusiasmo, porque sabía que en Lima no iba a tener la recepción que tiene en Beijing o Arabia Saudí. Sus tuits y retórica agresiva no caen bien en la región, donde tiene 16% de popularidad. Uno de los motivos por los que se comprometió es porque tenía relación con Kuczynski, que fue el primer presidente de la región que lo visitó. Como no está Kuczynski y se suma lo de Siria, y como la crisis en Washington por las investigaciones en su contra está calentando... Ayer oí un comentario de oficiales de las Fuerzas Armadas que decían que está muy molesto. En ese contexto, no viaja.

—¿Ese desdén no es una suerte de abandono que puede ser capitalizado por China?
Están calentando las tensiones entre Beijing y Washington. Hay mucha preocupación. Altos oficiales dicen que se ha advertido a países de América Latina que su socio preferido debe ser EE.UU. y no China, forzando a que escojan, lo cual los pone en una situación imposible, pues EE.UU. no está ofreciendo nada comparable a China en cuanto a comercio e inversión. Como los gobiernos son pragmáticos, van a aprovechar las ofertas de China para crecer y avanzar su agenda nacional. Si EE.UU. decide comprometerse seriamente con la región en términos de inversión y comercio, muchos gobiernos estarán contentos, pero no existe esa oferta.

—¿Más adelante podría hacer una gira?
Puede ser, pero esta es una oportunidad perdida para Trump, dado el deterioro de la relación hemisférica interamericana desde que asumió. Es importante frenar ese deterioro. La mejor oportunidad era asistir a la cumbre, y conciliar luego de todo lo que se había dicho. Es posible que luego haga viajes a otros países, pero es el primer presidente de EE.UU. en no asistir a esta cumbre, que fue un invento de Clinton en 1994 en Miami.

—Otra razón para no venir.
[Ríe] No sé si lo sabía, pero además está el hecho de que Barack Obama fue a tres cumbres, en Trinidad, Cartagena y Panamá.

—Gobernabilidad y lucha contra la corrupción. ¿Se puede llegar a conclusiones con conceptos tan vagos?
A nivel político no es ambiente propicio para avances significativos en lucha contra la corrupción. Varios mandatarios que participan enfrentan acusaciones. Hay pocos con credibilidad en este tema que aparece primero en encuestas, que es clave en las elecciones próximas en México, Colombia y Brasil este año. Pueden salir acuerdos, será algo modesto pero importante.

—Respecto a EE.UU. y Lava Jato, se dio un gran paso cuando se logró un acuerdo con Odebrecht pero, por otro lado, su sistema judicial lo hace un refugio de perseguidos por la justicia de sus países, como Toledo, del Perú, o Martinelli, de Panamá.
Hay acuerdos de extradición, no soy especialista en ese tema. Tengo la impresión de que se piden muchos requisitos y no es fácil, hay estándares muy altos. No sé si se debe a la falta de voluntad para facilitar extradiciones u otros factores que las complican.

—Vemos en Brasil nítidamente, acá en el Perú también, que a pesar del deterioro en poderes ejecutivos y congresos, hay un fortalecimiento de los poderes judiciales que hasta ayudan a defenestrar presidentes. ¿Haría una buena lectura de esto?
En algunos países es cierto, en Brasil es más llamativo. El papel que juegan jueces y fiscales es muy alentador, están mejorando sus técnicas, están produciendo resultados aplicando criterios profesionales. En el Perú también. Pero los tres poderes tienen que jugar sus papeles, la democracia es contrapeso. No es conveniente que un poder defina totalmente la política. En Brasil tenemos un Poder Judicial fortalecido. Lo ideal es tener poderes independientes, fuertes, eficaces, capaces de actuar.

—Venezuela es el rompedero de cabeza de la región. Trump tiene un desdén o ve muy difícil intervenir, para bien o para mal. ¿Qué pasaría si se prohíbe la compra de petróleo?
Es la primera vez que se estudia seriamente, antes solo era una opción mencionada. Creo que la medida se podría justificar en algunos términos, pero soy muy escéptico de si sería eficaz y lograría lo que busca.

—Ya lo están señalando con el embargo de cuentas de algunos venezolanos.
Con el boicot sería más radical, ayudaría a fortalecer al régimen con la narrativa de la conspiración, de que hay un complot y boicot internacional contra los venezolanos.

—¿Qué le queda hacer a la oposición venezolana con la ayuda del resto de la región?
Lo que podría servir a una base de acuerdo es la grave crisis de migrantes refugiados. De pronto, armando una respuesta coordinada y regional para enfrentar ese desafío. Desde ahí se podría aplicar más presión al gobierno de Maduro. Que el diálogo no funcione hasta ahora no quiere decir que no pueda funcionar.

—¿Contraponer a la narrativa del complot mundial contra Venezuela, la de que los errores de Maduro son tantos que los venezolanos se van?
Exacto, es lo que estoy diciendo. La cumbre ofrece oportunidad de trabajar sobre el tema migratorio y buscar salidas.

—¿Hay una tendencia hacia un populismo de derecha, incluso religioso, en la región? El evangélico Alvarado pudo ganar en Costa Rica, está Bolsonaro en Brasil.
Es una tendencia. Yo viví en el Perú entre 1989 y 1990 y recuerdo que Fujimori tenía el apoyo de los evangélicos. Bolsonaro sería un caso dramático. Con el apresamiento de Lula, hay un ciclo que ha terminado, con Cristina Kirchner, Rafael Correa; pero no se puede descartar que, mientras haya instituciones débiles y desacreditadas, todo se presta para el populismo.

—¿Otro rasgo que le llame la atención en la región?
Si se habla con economistas, dicen que la economía no está mal. Pero la gran incertidumbre política pone a la gente nerviosa.

—La economía no está alineada con la política. ¿Sabe que el día que renunció Kuczynski creció la bolsa?
Es una lógica distinta. La gran interrogante es si vamos a ver una renovación de los partidos políticos o veremos nuevas formas de participación política, que es parte de tendencias globales. El populismo lo estamos viviendo acá en EE.UU. y es tenaz.