Allí se desarrolló la Batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1824).
Allí se desarrolló la Batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1824).
Rosario Castro Pacheco

Todo peruano debe visitar al menos una vez la icónica Pampa de la Quinua. Allí se desarrolló la Batalla de Ayacucho (9 de diciembre de 1824), aquella en la que hace 195 años se dio fin al dominio español sobre América del Sur y se selló la independencia total de nuestro continente. Para recordar aquella hazaña, el distrito de Quinua, a 50 minutos de la ciudad de Ayacucho, ofrece historia y mucho más.

EN HONOR A LA LUCHA

El recorrido comienza en la plaza de armas, a 37 km de la provincia de Huamanga, lugar en el que se halla el museo de sitio, Casa de la Capitulación. En este inmueble, el 11 de diciembre de 1824, se firmó el acta de la capitulación de Ayacucho, documento con el que se oficializó ante el mundo la derrota de la corona española en estas tierras. A un costo de S/ 2, en sus habitaciones se exhiben las armas, municiones, maquetas, uniformes y demás objetos usados por las tropas libertadoras, así como una galería de pinturas y fotografías de los héroes, precursores y próceres de la independencia nacional.

A cinco minutos en auto, a 3.396 m.s.n.m., se ubica el Santuario Histórico de la Pampa de Ayacucho, en memoria de la mencionada batalla. El espacio alberga el Monumento a los Héroes Caídos, un obelisco de 44 metros de alto que conmemora los esfuerzos de la lucha por la independencia, desde 1780 con la revolución de Túpac Amaru II.

En su estructura de mármol, además, resaltan las seis esculturas hechas con piedra negra, que retratan a los generales de la batalla: José de la Mar, Antonio José de Sucre, Jacinto Lara, Agustín Gamarra, José María Córdova y Guillermo Miller.

Ubicado sobre una planicie elevada, se convierte en una suerte de mirador natural que regala vistas panorámicas de la campiña ayacuchana y en un punto clave para el avistamiento de aves como la perdiz de puna, el ganso andino y el lique lique, así como de plantas nativas: la salvia de puna, el trébol silvestre, el llantén y el ichu. Con frutos secos, pan de chapla o frutas frescas se puede disfrutar de un pícnic y de un agradable silencio. //

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