JORGE MALPARTIDA TABUCHI

Durante los años en que trabajó en Apple, la tarjeta de presentación de José Carreón decía que era un ‘evangelista’. Este arequipeño –que partió a los 16 años de su tierra natal rumbo a Suecia para estudiar Ciencias de la Computación y luego se mudó a Estados Unidos– trabajó de cerca junto al genio Steve Jobs y fue uno de los 12 ‘apóstoles’ que se encargó de llevar la palabra de la innovación tecnológica a todo el mundo.

¿En qué consistía este trabajo de ‘evangelista’ dentro de Apple ? En llevar la buena nueva, en este caso la nueva tecnología a otras compañías. Apple siempre ha tenido la característica de atraer a gente, no solo que aprecie los aparatos tecnológicos, sino que alrededor de sus productos puedan crear una pequeña religión. Utilizábamos esta estrategia para diferenciarnos del resto, principalmente de Microsoft. La función principal era convencer a los desarrolladores de software que, si estaban haciendo programas para Windows, se pasaran al Macintosh. Y si ellos querían trabajar para ambas plataformas, que Apple tuviera el mejor diseño.

Trabajabas con los líderes En 1993, cuando ingresé a Apple, éramos doce ‘evangelistas’ que al comienzo trabajamos no muy cerca de la dirección, pero, cuando en 1996 Steve Jobs regresa a Apple, él pide que nosotros reportáramos directamente ante él. Así que pasamos a ser quienes difundíamos su filosofía al mundo. Steve pensaba que para diseñar estos productos con elegancia era necesario controlar el desarrollo del software y hardware por completo para así lograr una integración profunda de la tecnología.

¿Cómo convencías a las personas de que Apple era la mejor opción? Al comienzo era una labor ardua, porque por esos años el uso de Windows se estaba haciendo cada vez más popular. Pero cuando regresó Steve, cambió el método: les decíamos que íbamos a conversar con ellos con un mensaje directo de Steve Jobs, que él personalmente nos había pedido que revisáramos el contrato y le dijéramos todos los beneficios de trabajar para nosotros.

¿Cómo describirías la personalidad de Steve Jobs? Era un hippie rebelde con una visión extraordinaria y un carisma increíble. Representaba la contracultura de California, pero, además, tenía una visión distorsionada de la realidad. Por ejemplo, pedía que se hicieran proyectos que eran física y técnicamente imposibles. Y lograba convencer a sus equipos de desarrollar en seis meses algo que en verdad tomaba un año. A veces uno tenía que tener mucho cuidado de lo que prometía, porque, cuando no lo cumplías, él no aceptaba excusas.

¿Cómo empezaste a introducir los adelantos tecnológicos a Latinoamérica durante tus viajes? Traíamos equipos primero a Brasil, en donde se realizaba una conferencia que se llamaba Fenesoft, que congregaba durante dos días a 500 mil personas. Por esos años traje el primer powerbook, que era como una laptop, también una cámara digital y un reproductor de música portátil. Ahora todo eso está incluido en un iPhone, pero para esa época eran grandes novedades que significaban una revolución total. Por ejemplo, una vez que vine a Arequipa con una cámara digital, cuando le tomé una foto a un reportero que me estaba entrevistando y le mostré su rostro en la pantalla, pensó que lo estaban transmitiendo en vivo por una minitelevisión [risas].

¿No te arrepientes de haberte ido de Apple justo antes de que comenzara su gran despegue? A fines de 1997 sentía que tenía que evolucionar, ya que me había enfocado solo en un tipo de plataforma. Además, tuve algunas experiencias negativas con Steve que hicieron que evaluara el rumbo de mi carrera. El último trabajo que hice para Apple fue una evaluación de las vulnerabilidades del Macintosh, así que me junté con unos hackers para quebrar el sistema informático. Preparé un informe detallado luego de varias noches en vela y, cuando Steve lo revisó, me dijo: “Está bien lo que has hecho, pero ese análisis ya no me importa porque todo esto va a cambiar”. Por esas fechas decidí renunciar a la compañía y no me arrepiento, ya que no me habría convertido en un profesional de la seguridad informática.

¿Y cómo tomó Jobs tu partida? Redacté mi carta de renuncia, pero no me atreví a entregarla hasta un viernes por la tarde. Ese día me dijeron que quien debía aceptarla era el mismo Steve. Cuando entré a su oficina, me preguntó: “¿Te vas? ¿Adónde?”. Le dije que no sabía, que quería un descanso para pasar más tiempo con mi familia. “Antes de que te vayas, regresa por aquí el lunes”, me dijo Steve. El lunes le confirmé mi salida y él solo me dijo “chau”, sin siquiera darme la mano.

¿Cómo fueron esos primeros días luego de salir de Apple? Me tomé una pausa de tres meses, aunque Microsoft me ofreció un empleo. Fui a las oficinas en Redmond y estuve todo un día con la gente de Bill Gates. Finalmente, no acepté el trabajo porque pensé que iba a traicionar mi pasado como ‘evangelista’.