MDN
Mascotas ¿Un tema de raza o de amor? - 3
Redacción EC

Por Denise Dziwak 

Hace más de cuatro años que Valentina, mi hija mayor, nos pide que le compremos una mascota. Hasta hace poco era un perro, era fanática de ellos; compraba todo libro sobre los perros, las diferentes razas, nos explicaba y contaba sobre perros y nos volvía a pedir uno. Tal vez fue por eso que a los 3 años de edad nos dijo que quería ser veterinaria cuando fuera grande, desde ya expresaba su amor por los animalitos.

Yo amo a los animales, pero con tres hijos pequeños aún no creía que fuera posible para mi cuidar de una mascota, y tampoco para mi esposo, por lo cual estábamos de acuerdo en que aún no era el momento de tener una.

Fui muy creativa y le ofrecí a Valentina apadrinar a una mascota, para “practicar” con la mascota de otro cuidándola, paseándola, etcétera, pero no resultó, parece que no era lo mismo, o no fue tan fácil de ejecutar.

Valen crecía e íbamos viendo que era más capaz de cuidar a otro ser vivo que antes. Hace poco pensamos en cambiar de tipo de mascota y fue entonces donde surgió la idea de un gato.

A mi no me habían gustado de chica, pero no por una experiencia concreta sino mas bien por lo que escuchaba de mis padres. Sin embargo, tenía ejemplos como el de mi abuela. Ella le daba de comer a todo animal que tuviera cerca, desde los gatos del techo vecino hasta los pajaritos que se posaban en el cable de luz que pasaba por su terraza y, por supuesto, su perro y cualquiera que se le acercase. Todos eran bienvenidos en esa casa.

Cuando con Valen y mi esposo pensamos en un gato dijimos “probemos”. Al principio le pedimos a Valen que elija cuál era el mejor gato para nuestra familia y ella hizo un estudio a detalle de razas y opciones disponibles. Cotejamos los datos y estaba claro que había una raza mejor que el resto para nosotros: Birman. Nos pusimos a buscar y no había ni un gato de ese tipo en donde vivimos, ni siquiera en todo el país. Finalmente encontramos uno en una provincia, que supuestamente podríamos traer a la capital. Ya casi sentíamos al gato en casa, que era macho. Según nos habían dicho, los machos quieren más a las mujeres y como Valen quería que fuera suyo, yo deseaba que la quisiera.

Movimos cielo y tierra; compramos la casita, su comida, la arena especial y esperamos la confirmación de la entrega. Pero el gato preciado nunca llegó.

Resultado: llanto, desilusión, reclamos de Valentina y nosotros nos preguntábamos ¿Y ahora qué hacemos? No sé como pero no tardamos en saber la respuesta.

La experiencia de adopción de un perro de la calle por parte de una familia amiga nos abrió la puerta a explorar la siguiente pregunta: .

Yo me la paso hablando de lo hermoso que sería adoptar un hijo algún día, me parece un acto de amor y necesidad muy grande para este mundo lleno de niños sin padres, pero con un gato, ¿cómo haría? ¿ buscaba uno de raza? ¡Pero qué incongruencia! Cuando me di cuenta de ello, le dije a mi esposo y él, no sé cómo ni por qué, aceptó adoptar uno.

Nala

A cazar gatos se ha dicho

No pasó ni un segundo y le dije a Valen que conseguiríamos al gato. El día de la promesa era domingo y creí que era prudente ir a buscarlo. Me habían dicho de un parque donde había muchos gatos y los donaban. Fuimos al parque con una cajita de plancha vacía, dispuesta a volverme con un gato.

Cuando llegamos, el ‘stand’ de donación estaba cerrado. Había miles de gatos alrededor y Valen me dice “ese mami, mira qué lindo”. Nos acercamos y parecía bien adulto, pero bueno, era un poco más pequeño que los otros y me dispuse a agarrarlo. Claro, en la caja que tenía no cabía... ahora me rio de mí.

Agarré el abrigo de Valen y lo quise envolver, pero se me escapaba, no había manera. Intenté con otro gato y lo mismo. En un momento, cuando estaba en la labor de envolver a otro gato más, levanto la mirada y veo que un turista estaba sacándome una foto. ¡Esa fue la señal! Me reí y dije ¿Qué hago cazando gatos salvajes en un parque? ¡Estoy loca, pero no tanto!

Retomé mi cordura y pedí al universo “Por favor, ayúdennos a conseguir un gato” y le dije a Valen que nos volvíamos a casa.

A eso siguieron llantos, reclamos, “me prometiste”… Traté de consolarla diciéndole “Entiendo tu tristeza, hijita, yo también estoy triste, hice lo que pude y no lo logré, pero ya vamos a conseguir uno, solo que no fue esta vez”.

Ella siguió llorando y yo la acompañé hasta que llegando a la casa y devolviendo la caja de plancha que de nada funcionó, veo el mensaje de una gran amiga que me da un dato de un albergue de gatos en adopción. “Es hoy o nunca”, me dije, y le pedí a mi esposo que fuera con Valen a buscar el gato.

 

Un par de horas después ambos volvieron a casa felices con una gata hembra, atigrada de colores marrones y con ojos verdes a la que llamaron Nala, como la novia del Rey León, Simba.

Era perfecta, cariñosa, limpia, se adaptó rapidísimo y nos acariciaba con todo su cuerpo contorneándose de lado a lado.

Moraleja de la historia: ni perro, ni gato, ni macho, ni de raza, ni en el apuro, ni a la fuerza. Llegó la mascota perfecta, la que necesitaba amor y estaba lista para incorporarse a la familia.

No tiene precio ver a mi hija tan feliz y actuando de “mamá”, cuidando a su gata, limpiando su espacio en las mañanas antes de irse al colegio, ordenando sus cosas y durmiendo junto a ella por las noches.

Cuanto más nos cerramos a una idea o concepto, menos abiertos estamos a que la vida nos proponga opciones mejores para nosotros. En el tema de dar amor, ¿por qué una raza o ADN es más importante? Todos somos dignos y valiosos para recibir amor y ojalá muchos podamos abrir nuestros corazones a esos seres que nos necesitan.

Que gran enseñanza tuvimos gracias al deseo de nuestra hija, que siempre muy intuitiva sabía lo que todos necesitábamos y, sobretodo ella, una compañía a quién cuidar, dar y recibir amor.

¿Y tú qué opinas de la razas? ¿Hay quienes merecen nuestro amor y quienes no? Los invito a observar cómo se relacionan con otros seres que son distintos a ustedes y si les piden que cumplan con cierto pedigree para aceptarlos en sus vidas.

Con amor y gratitud,

Denise

*Denise Dziwak, trabaja como Life & Spiritual Coach y es una conferencista inspiradora. Puedes conocer ma´s de ella y su trabajo entrando a

* Y si adoptar un perro es lo que te ilusiona, visita

Contenido sugerido

Contenido GEC