Cuando éramos chicos, en mi casa y con mi familia (mis dos hermanas, mi hermano y mis papás), los fines de semana se preparaba cocina criolla. Chupes, rocoto relleno, lomo saltado, entre otros platos típicos. Mi papá tenía una especialidad que hasta hoy pensamos como un clásico: un ceviche de conchas y uvas verdes. Los almuerzos donde la abuela, que eran ocasiones especiales –y que antes parecían ser mucho más seguidos–, sí convocaban a la familia completa, la extendida, y ahí el menú incluía tal vez un seco de chabelo. Y es un recuerdo que tengo tan presente que puedo olerlo.
Con esas imágenes en mi mente, siempre pienso en lo que quiero para Cristóbal, que debe ser lo que cualquier papá hoy quiere cultivar en sus hijos. No existe nada tan valioso como estar reunidos, como estar en compañía de las personas que te quieren de forma genuina.
Pero me queda otra idea respecto de estas reuniones: en una familia que se reúne alrededor de la mesa todos importamos y, cuando comemos juntos, nos repartimos los quehaceres sin darnos cuenta. Están quienes cocinan, quienes controlan si quedó bien, quienes sirven, quienes reparten, quienes conversan y plantean la temática, quienes bromean y entretienen, quienes deciden la fecha de la siguiente reunión, y hasta quienes se encargan de perseguir a cada uno para que no falte.
Pienso que puede perfectamente compararse a lo que ocurre en la gastronomía peruana. No somos familia, pero sí tenemos el objetivo común de propulsar la gastronomía peruana y que consiga evolucionar para que siga siendo importante. Y hemos armado una familia que se compone de propuestas maravillosas por lo simples y amables que son, o por lo interesantes y conceptuales que pueden ser. Lo cierto es que, mientras estemos juntos y sepamos que no existe rol menos importante, lo que se hace de manera impecable estará generando valor en una gran comunidad que merece por sobre todas las cosas calidad.
La misma calidad que tus familiares te exigen cuando cocinas un domingo. Y que, como los quieres tanto, no se te ocurre por un segundo bajar la guardia.