A pesar de que existen múltiples herramientas que nos ayudan a organizarnos y a recodar los pendientes y tareas que debemos llevar a cabo dentro de un período de tiempo, es muy probable que, hayamos optado por aplazar o “dejar para mañana” dichas obligaciones. Esta situación puede ser definida como procrastinación, la cual hace referencia a la tendencia o hábito a posponer o retrasar una actividad aun cuando somos conscientes de las consecuencias negativas que puede traer consigo. Básicamente, esta implica una falta de autodisciplina y autorregulación, pues preferimos dejarnos llevar por la gratificación inmediata, en vez de mantener un enfoque en metas a largo plazo.
Ciertamente, la procrastinación repercute significativamente tanto en nuestra vida personal como profesional, ya que puede ocasionar un aumento del estrés, una disminución del rendimiento académico o laboral, así como también la pérdida de oportunidades e incluso el deterioro de las relaciones interpersonales.
¿Cuáles son los factores que contribuyen a la procrastinación?
División cerebral
Para muchos expertos en psicología, la procrastinación es el reflejo de cómo funciona el cerebro humano, pues por un lado, está el cerebro reptiliano, el cual es instintivo y nos impulsa a pensar en el aquí y ahora, más no en el futuro, puesto que prioriza la comodidad y la supervivencia sobre las responsabilidades, mientras que, el cerebro racional, es la parte más evolucionada de nuestro sistema nervioso central, conocido como neocórtex, que nos permite ser más reflexivos y a analizar cuidadosamente cada situación antes de emitir una respuesta. Por esta razón, se cree que, la procrastinación es el resultado de una lucha constante entre ambas partes, en el que definitivamente, termina ganando nuestro lado más primitivo.
Perfeccionismo
Por lo general, cuando tendemos a ser personas perfeccionistas, solemos trazar estándares muy altos, por lo que el miedo a cometer algún tipo de error o no cumplir con dichas expectativas, puede influir en la postergación de las tareas. En definitiva, creo que el perfeccionismo puede conducir a la procrastinación, básicamente, por la presión autoimpuesta que hemos ejercito en nosotros para llevar a cabo las tareas, ya que existe una preocupación excesiva a ser juzgados o criticados por los demás, así como la sobrecarga de trabajo que asumimos para que todo salga según lo planeado, lo que, sin duda, puede generar altos niveles de ansiedad.
Miedo al fracaso
Desde luego, un miedo mal manejado puede llegar a ser nuestro peor enemigo, principalmente, el orientado a la sensación de fracaso, dado que puede hacer que evitemos tareas o actividades que percibamos como difíciles o desafiantes. En concreto, el posponer una obligación puede deberse a que sentimos que no estamos a la altura de las expectativas, motivo por el cual, preferimos evitar cualquier tipo de situación que pueda amenazar nuestra autoestima o valía personal, pues tememos no ser lo suficientemente buenos para el trabajo, cuestión que, a su vez, refleja una baja autoconfianza en nuestras propias capacidades para ejecutar algo de manera satisfactoria.
Falta de autorregulación
Como mencioné, la procrastinación está ligada a priorizar las actividades placenteras y de gratificación inmediata, en lugar de atender a las obligaciones, pues la dificultad para autorregularnos y resistir a estas distracciones son muchas veces las responsables de la postergación de las tareas. Desde luego, el no ser capaces de establecer metas claras y saber identificar cuáles son las actividades más urgentes o relevantes, pueden significar un gran obstáculo en la ejecución de los deberes. Asimismo, los problemas con la gestión pueden impactar, ya que no somos conscientes de cuándo tiempo le estamos dedicando a tareas irrelevantes o distracciones. Además, si no contamos con una estructura o plan que determine cómo comenzar o qué pasos debemos seguir, es más probable que procrastinemos.
¿Cómo podemos dejar de procrastinar?
A continuación, te presento de forma puntual algunas estrategias que podemos tomar en cuenta para dejar de procrastinar.
- Es importante que, dividamos las tareas en pasos más pequeños, y establezcamos metas específicas para cada una de ellas, con la finalidad de que sea más evidente el progreso y evitemos así el sentirnos abrumados.
- Para lograr estas metas claras y específicas, podemos comprometernos en un inicio con una tarea por un período corto de tiempo, ya sea 5 o 10 minutos, en lo cuales debemos evitar cualquier tipo de distracción. Esta estrategia nos permitirá mejorar nuestra capacidad de concentración y atención, por lo que de forma progresiva podremos ir aumentando el tiempo.
- Por supuesto, es sumamente importante que, realicemos una lista en donde contemplemos todas las tareas con la que debemos cumplir. A medida que vayamos completando cada una de ellas, podemos irlas tachando, lo que nos brindará una mayor sensación de logro y motivación.
- Aunque pueda resultarnos difícil, es clave que logremos identificar cuáles son los principales elementos que representan una distracción para nosotros y que, sin darnos cuenta, nos impulsan a procrastinar. Por ejemplo, si el teléfono obstaculiza la ejecución de nuestras actividades, lo más recomendable sería, apagar las notificaciones o mantenerlo en silencio, con el fin de generar un entorno de trabajo libre de interrupciones.
- Aprender a manejar nuestras emociones negativas, como el aburrimiento o la ansiedad, pueden ayudarnos a mantener la calma y seguir adelante con nuestras obligaciones. Para ello, podemos emplear técnicas de respiración, relajación o meditación.
Por último, no debemos olvidar que, cada persona es única y que no siempre lo que le funciona a otro individuo puede ser útil para nosotros. No obstante, te invito a que primero, seas consciente sobre los motivos que te llevan a procrastinar y luego, puedas aplicar algunas de estas sugerencias de acuerdo a tus necesidades. Recuerda, la constancia y la práctica es clave para la superación de la procrastinación y lograr una mayor productividad.
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Milenka Duarte es periodista y psicóloga por la Universidad Peruana Cayetano Heredia.
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