Hoy se inauguran los XXXI Juegos Olímpicos Río 2016, y junto a ellos renacen viejas historias y anécdotas gestadas a lo largo de más de 160 años. Como cuando la delegación de Brasil tuvo que viajar a Los Ángeles 1932 en un barco prestado por el gobierno que, además, ante la falta de dinero, le dio miles de sacos de café para que los vendieran en el camino y pagaran el combustible. Ese dato, entre muchos más, forma parte de un libro escrito por el periodista argentino Luciano Wernicke.
— Cuénteme algo curioso de los Juegos Olímpicos...En San Luis 1904 un maratonista sudafricano iba corriendo como 30 kilómetros y al costado del camino –porque iban en medio del campo– apareció un perro enorme que lo quería morder. El tipo corrió en sentido contrario, al borde del desfallecimiento, como 1 o 2 kilómetros hasta perder al perro. Recién entonces pudo volver a la carrera [risas]. Y eso que tengo más…
— Continúe...Un velocista francés que en Londres 1908 tenía el mejor tiempo en las eliminatorias terminó la última carrera antes de la final y decidió tomarse una cervecita. Fue a un bar, tomó una, dos, tres cervezas, se emborrachó y como buen francés empezó a discutir con los ingleses. Se agarraron a trompadas, rompieron todo, terminó preso y mientras se desarrollaba la final él seguía preso. Después tienes los más conocidos, como los de Hitler en Berlín o el atentado en Múnich 1972. Pero yo tengo historias desconocidas sobre Hitler en los Juegos Olímpicos de 1936.
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