Pedro Canelo @jovennostalgico
El fútbol sí es capaz de cambiar el estadio de ánimo de un país. Sobre todo de un país como Brasil que respira fútbol en cada uno de sus rincones. La derrota ante Alemania fulminó el orgullo del pentacampeón y el ambiente de Mundial se ha ido apagando al paso de cada hora. Ayer jueves fue el día más frío y triste en Río de Janeiro. Como si todo se hubiera puesto de acuerdo para dejarse atrapar por la calle melancolía.
Hace frío en Copacabana y por primera vez en esta Copa del Mundo hay que sacar la casaca enorme y un paraguas. Y si a este cielo gris le sumas que han desaparecido los músicos callejeros, que ya no están los vendedores de recuerdos mundialistas, que los torcedores son una especie en vías de extinción, es posible sentenciar el final del clima mundialista.
Solo Argentina hace un poco la fiesta en Río, aunque la lluvia de ayer hizo que todos se guardaran en sus hospedajes y departamentos. “¿Te imaginas que me pierda la final por una gripe? Ni loco”, me dice Guido, un hincha albiceleste que solo ha llegado aquí para la gran final.
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