¿Cuál es la altura que Messi puede alcanzar con la “Scaloneta”? O mejor: ¿hasta dónde puede llevar Messi a Argentina en Qatar? De otra forma: ¿pueden los albicelestes confiar en que tiene, después de más de 3 décadas, una oportunidad real de ser campeones del mundo?
Los pesos varían en cada pregunta. En la primera se pondera el rol del entrenador y su capacidad de armar un equipo para que la estrella brille; en la segunda, el crack tiene el rol de amalgamar, desde el liderazgo, al que será el equipo campeón; mientras que en la tercera se asume que la camiseta resuelve más asuntos de los que pone en cuestión. Una respuesta, sin embargo, puede servir para las 3. Para que Argentina tenga una chance en Catar todo tiene que funcionar a la perfección: el 10 de cara al gol y la estrategia desde el banquillo, pero también la cábala, el clima, el césped, el VAR y el destino.
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A diferencia de Francia o Brasil, los dos equipos con superabundancia de seleccionables, Argentina tiene una plantilla relativamente corta. La primera línea es seria, pero discreta. Por derecha Molina o Montiel no son laterales top, mientras que Tagliafico no tiene reemplazo entre los zurdos. Otamendi es un central de oficio, pero no de clase mundial; Lisandro Martínez sí, pero con características de juego muy específicas que no necesariamente son las que favorece Scaloni (pero sí Ten Hag); mientras que Romero sufre una lesión a la pantorrilla que apenas lo dejará apto. Dibu Martínez es el mejor arquero con el que cuenta Argentina en 20 años, quizás 30, y ese es un alivio.
A ello se suma una virtud: el nuevo rol de Messi. Scaloni ha logrado el difícil equilibrio de entender su protagonismo y obligarlo al liderazgo (baste ver su emotiva charla recientemente viralizada), a la vez que crea una estructura que lo soporta. La clave de ese funcionamiento es cuánto puedan hacer De Paul y Lo Celso (por ahora lesionado) en funciones mixtas mientras alguien como Rodríguez o Paredes realiza el trabajo de contención. De ahí hacia delante todo es felicidad. En el despliegue ofensivo acompaña Di Maria, quien sigue siendo la primera opción como extremo, junto a Papu Gómez o Correa. Entre Julián Álvarez, Lautaro Martínez y Paulo Dybala saldrá el acompañante de punta cuando decidan atacar con 3.
Este conjunto lleva 35 partidos invicto, lo que es un récord. Y a ese sobredesempeño se suma una fuerte carga sentimental: es el último mundial de Messi y por tanto es la oportunidad final que tendrá de poner su nombre en la única lista de campeones que le falta. Descartar que ello importe es ridículo, lo difícil es precisar cuánto pesa y hacia dónde se decantará: hacia el lado de la motivación o el de la presión. Su rendimiento en el PSG, superlativo en esta primera parte de la temporada, así como las entrevistas que ha dado, vislumbran esa forma de la madurez en la que el héroe parece haber entendido su misión, también su lugar en la historia. Pocas cosas serán más importantes en Catar que saber si Messi levantará una copa del mundo no.
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