Tres episodios, una arenga y un título. Pero no cualquier arenga y no cualquier título. En julio de 2021, Messi, que venía de perder seis finales consecutivas, tomó la palabra en el vestuario de la selección Argentina antes de pisar el mítico Maracaná para disputar la final de la Copa América.
En lugar de soltar un facilista ‘vamos, carajo’ o algo por el estilo, dio un discurso emotivo que convirtió a su equipo en una jauría. Les dio las gracias, les remarcó que hacía 45 días no veían a su familia, que algunos habían sido padres y ni siquiera habían cargado a sus hijos y que todo ese sacrificio tendría sentido si ese día destronaban a los brasileños en su propia casa.
Sabemos lo que sucedió después: Argentina superó a a Brasil por 1-0 con gol de Di María y Lionel Messi se arrodilló tras el pitazo final para ser abrazado por todos sus compañeros. Esos a quien Messi les dio la confianza para que lo “bajaran del poster” y construyeran juntos una hazaña memorable.
Hacía 28 años que la selección Argentina no ganaba nada a nivel internacional. Messi acabó con esa maldición. No solo con lo que hizo en el campo, sino con lo que recién hemos podido observar, gracias a “Sean eternos: campeones de América”, la serie documental de Netflix que captó la intimidad de aquella campaña, y que se estrenó ayer.
La advertencia para los argentinos y los amantes del fútbol es que si están ansiosos no lo vean. A tres semanas de Qatar 2022 es una decisión compleja. Hay un exitismo que no los rodeaba desde Corea-Japón 2002, cuando fueron arrolladores en las Eliminatorias y luego sucumbieron en la fase de grupos.
Para quienes no tenemos resolver esos dilemas, da gusto ver a Messi ejerciendo el rol por el que siempre lo acribillaron. Comparado hasta la saciedad con Maradona, un líder rebelde, con tendencia a los aspavientos, Messi ha demostrado a su manera que la cinta le pertenece. Hasta se le ve feliz.
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