Cada cuatro años el seleccionador de Brasil tiene la labor más difícil que existe en el fútbol: escoger cuál es la escuadra que representará a su país en el Mundial. Más allá de que las últimas ediciones no hayan sido celebratorias, la verdeamarelha sigue arriba en prácticamente todos los indicadores con los que se mide este deporte. Es el país que más Copas del Mundo alzó, el que no faltó a ningún certamen, figura primero en el ranking FIFA, es primero también entre los exportadores de futbolistas a ligas extranjeras, acabó en el tope de la Eliminatoria sudamericana sin perder un solo partido, y podríamos seguir…
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Nada de esto asegura una victoria en Qatar. De hecho, nunca una selección que arribó al Mundial como primera en el listado de la FIFA logró llevarse el trofeo. Pero las supersticiones y las cábalas son pobres aliadas de la lógica deportiva y la evidencia. Lo interesante es ver cómo los brasileños afrontan su competencia interna para lograr el llamado de Tité. Una brega durísima por tratar de poner en pie en una lista limitada a 26 elegidos y que, desde hace unos meses, viene siendo el factor con el cual entender algunos movidas y varios rendimientos.
Las primeras señales se vieron en el mercado europeo de traspasos. Raphinha, por ejemplo, escenificó una larga telenovela con múltiples pretendientes, todos los cuales fueron rechazados por el Barcelona más inestable que se recuerde. La nostalgia (considera a Ronaldinho un “tío”) no ha sido el único decisor, sino también la posibilidad de mostrarse en uno de los elencos más prestigiosos del mundo. Dicho en buen castellano, uno puede ignorar a un extremo que la rompe en el Leeds, pero no a uno que descolla en el Barza. Competencia no le faltará: Vinicius Junior, Rodrygo, Martinelli y Richarlison son algunos de los que ansían esa plaza.
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Una situación similar le ha ocurrido a Lucas Paquetá y a Antony. Ambos lograron lucirse en el Lyon y el Ajax, respectivamente, pero saben que las chances de titularato en Brasil pasan por abandonar las ligas francesa y holandesa para buscar el éxito en Inglaterra. En palabras del mediocentro: “Es la mejor liga del mundo, no creo que nadie lo ponga en duda. Los brasileños hablamos de eso. Los que vienen aquí le dicen a los otros: ‘tienen que venir, jugarán en una liga que está absolutamente en el mejor nivel, un nivel diferente al de cualquier otro lugar’. Venir a la Premier League ayudará a que mejore el desempeño de Brasil”. No miente, Paquetá: aproximadamente la mitad de los convocados a la canarinha proviene de la liga inglesa, una estadística reveladora.
Este condicionamiento es real, incluso para jugadores consolidados como Gabriel Jesus. Ante la llegada de Haaland al Manchester City, el delantero apuró su paso al Arsenal con el fin de tener minutos siempre: a meses del Mundial, un ‘9′ brasileño no se puede dar el lujo de ser suplente. Neymar mismo es consciente de ello y sabe que en Qatar se juega su última chance de ser campeón. No extraña entonces que haya realizado una pretemporada seria y muestre unos bríos que no se le recordaban desde hace 5 años, cuando llegó a la capital francesa: lleva 11 goles y 8 asistencias en 13 partidos, números descomunales que a la fecha duplican su rendimiento respecto al promedio de la temporada pasada.
El caso de Firmino, quien perdió a la selección a la vez que dejaba de aparecer en el once inicial del Liverpool, es aleccionador. Y eso sin tomar en cuenta a los talentos que bregan por una oportunidad, como Pedro, Matheus Cunha o Gabigol. A semanas del viaje al Oriente Medio, la gestión del talento ofensivo será un reto mayor para Tité, el problema más bonito del mundo. La única curiosidad: por única vez lo que no sobra en Brasil, ironía mayor, son laterales. Alex Sandro, Renan Lodi, Alex Telles y Danilo son los únicos que pueden dormir tranquilos. Cada cuatro años el seleccionador de Brasil tiene la labor más difícil que existe en el fútbol: la lista de 26″.
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