Qué entretenido el fútbol europeo donde los equipos de siempre campeonan con varias fechas de anticipación, sin despeinarse, y a veces hasta sin brillar. Qué entretenido sentarte frente al televisor y saber lo que pasará. Lo de hoy, la decima Bundesliga consecutiva del Bayern Múnich en Alemania y la octava Ligue 1 del París Saint Germain en los últimos diez años, es una novedad que hace mucho dejó de sorprender. Un periódico de hoy que pudo escribirse ayer.
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Es el suspenso lo que nos mantiene cautivos frente a cualquier espectáculo. Sin disputa no hay asombro. Sin rivalidad no hay pimienta. Salvo la Premier League y la alicaída Serie A que se ha igualado hacia abajo, las ligas europeas son monarquías absolutas, donde el trono ya tiene dueño antes de que comience la temporada. Campeonatos donde uno compite y los demás participan.
Alabadas sean la Champions League y la Europa League que conservan la incertidumbre y secuestran nuestras palpitaciones. Si no fuera por estos torneos, habría más emoción en una pichanga de barrio, con ampay o sin él. La mayoría de las ligas top del Viejo Continente son lo más parecido al coliseo romano: anfiteatros donde el león se devora a émulos de gladiador. Hay público que queda complacido, desde luego. No son pocos los que tienen predilección por el abuso.
Alguna vez por un tiempo breve, la Bundesliga fue un torneo donde el Stuttgart, el Werder Bremen, el Wolfsburgo y el Borussia Dortmund lograron desplazar al Bayern Múnich. Luego pasaron a ser animadores. Y después se quedaron mirando los trofeos detrás del vidrio. El Dortmund ha sido el más peleón. Pero ha sucumbido ante Don Dinero. Descubrimientos suyos como Robert Lewandowski acabaron en Múnich sin que pudieran hacer algo.
En Francia, el poder se lo han repartido las dictaduras. En los setentas, Saint-Étienne; entre los ochentas y los noventas, el Olympique de Marsella; en la primera década del 2000, el Olympique de Lyon; y desde el 2013, el París Saint Germain y su jeque catarí. Antes de Nasser Al-Khelaïfi, PSG tenía apenas dos títulos: en 1986 y 1994. Ni siquiera cuando ficharon a Ronaldinho Gaúcho en el 2001 arrasaron.
Siete minutos después de que Lionel Messi lanzara un misil a los 68′ ante el Lens, la hinchada del París Saint Germain se marchó del estadio. Eliminados de la Champions y de la Copa de Francia, a los parisinos, la Ligue 1 les sabe a poco o nada. Estrellas les sobran, pero están a años luz de ser un equipo. Solo son cromos reunidos por un montón de euros. Aun así, el empate a uno, en casa, ante el Lens, les valió para obtener la décima Ligue 1 de su historia, la octava en los últimos diez años, a falta de cuatro fechas. Vaya sorpresa.
Para estos todopoderosos, la ‘Orejona’ tendría que ser el único trofeo que los mueva. Pero ambos ya fueron eliminados en esta edición. No pudieron con uno de su tamaño, y se han contentado con ganar en el patio de su casa. Que no inflen estos títulos porque no hay cómo. Acabáramos.
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