Roberto Martínez se formó en la 'U', fue campeón con San Agustín en 1986, y en 1987 sus amigos de Alianza Lima lo querían en La Victoria. Los 'potrillos' buscaban convencer al “blanco” que se convierta en íntimo.
La excelente relación de Roberto Martínez con los 'potrillos' nació en la selección peruana que participó en los Juegos Odesur de 1986. Después de compartir vestuarios con los 'rivales' de su infancia, hubo un lazo que solo se rompió con una tragedia. “Había una gran amistad con los chicos. Antes de que ellos viajen a Pucallpa estuvieron en mi casa almorzando”. Martínez tuvo de invitados a Escobar, Reyes, Cavero y Bustamante a quienes regaló ese día unas camisetas que su mamá trajo de su último viaje a Buenos Aires.
El último partido de los caídos, en Lima, había sido precisamente frente al San Agustín de Martínez. En dicho almuerzo los jóvenes íntimos bromeaban sobre una jugada puntual. “Faltando dos minutos para que se termine tuve un altercado con el 'Gato' Espino. No sé si me escupió o me insultó, pero el árbitro lo expulsó. Recuerdo claramente que Daniel Reyes le llamó la atención y le dijo: 'No quieres viajar'. Esos dos minutos terminaron por salvarle la vida a Espino”, relata Roberto Martínez a DT El Comercio.
Quizás ningún hincha de Alianza Lima tenga en cuenta que aquel jugador que amó siempre a Universitario, que anotó un gol decisivo en un clásico de 1995, lloró sin consuelo por sus amigos un 9 de diciembre de 1987 debajo de la tribuna norte de Matute al recibir una de las peores noticias de su vida. “Recuerdo claramente que salió Óscar Arizaga, se asomó a la escalera y dijo: 'Confirmado, no hay ningún sobreviviente'”.
Roberto Martínez solo tenía 19 años cuando el destino lo obligó a tener que asimilar aquel golpe. Imposible borrar tantos momentos con los 'potrillos'. “Hagamos una apuesta, ustedes bailan muy bonito, pero vamos a ver quién se lleva a la chica más guapa”, bromeaba así con los íntimos un joven que nunca aprendió a bailar salsa en las fiestas en Matute, y que recordará por siempre aquella cita en la funeraria Agustín Merino para cerrar el contrato que nunca firmó.
“Poco antes de la tragedia, mi mamá estaba enferma. Tocaron el timbre de mi casa y era Caíco. Se apareció con un cuadro de mi tamaño: era del Señor de los Milagros, lo había mandado a bendecir, con una dedicatoria para mi mamá, y se lo regaló”. La madre de Roberto acompaña en la gloria a los 'potrillos', pero el dolor, la nostalgia y el querido cuadro, se quedaron con él.
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