Por Juan Pablo Varsky / La NaciónEl sábado pasado, hinchas de River tiraron proyectiles al ómnibus que llevaba al plantel de Boca al estadio Monumental. Faltaban dos horas para que comenzara el partido. El episodio se produjo en Libertador y Lidoro Quinteros, a punto de cruzar un vallado perimetral. Había muy poca presencia policial en el lugar, insuficiente para contener a un llamativamente alto número de personas munidas de todo lo posible para tirar y lastimar. La zona liberada fue la consecuencia entre la emboscada de los vándalos y la ausencia de la seguridad porteña en un punto clave del recorrido. Apenas unas motos de escolta a punto de pegar esa curva dejando todo el micro a disposición de los tira-piedras. Ni Rambito y Rambón habrían pifiado así.
El jefe de Gobierno Horacio Rodriguez Larreta admitió la falla grave en el operativo. La responsabilidad estatal quedó expuesta. Sin embargo, no debería minimizarse la decisión de esas personas que llegaron a ese lugar con la intención de pudrirla toda. A veces, el reclamo de Estado diluye la responsabilidad de las personas en sus actos y decisiones. El video de la señora envolviendo a un nene con bengalas pegadas a su cuerpo para poder entrarlas sin cacheo sirve de ejemplo. No tiene que ver con el expediente pero apela a la voluntad humana de hacer daño.
El mismo Rodríguez Larreta lanzó la hipótesis de un ajuste de cuentas de la barra por el secuestro de 300 entradas para la final y de 10 millones de pesos en los allanamientos a dos domicilios durante el viernes pasado. Uno de ellos pertenece a Caverna Godoy, capo de los Borrachos del Tablón. Eximir a cualquier club de su carga institucional con relación a las barras y a sus recursos es acto de fe y camiseta.
Las agresiones dejaron fuera del partido a Pablo Pérez. El sábado, los futbolistas de Boca estaban más convencidos que su propio presidente Angelici de que no debían presentarse. No había condiciones para competir. El panorama no iba a cambiar 24 horas después. La Conmebol ya había alterado el contexto de la final, pasándola para los fines de semana, con acuerdo televisivo y sin consultar con los clubes protagonistas. La AFA y la Superliga debieron modificar horarios y días de partidos por esa decisión unilateral. La institución sudamericana presionó de manera alevosa para que el partido se jugara como fuera. Los tres horarios diferentes del sábado fueron la poco sutil manera de ejercer esa presión.
El presidente de la FIFA Gianni Infantino también quería que se jugara. Acostumbrado a la alfombra roja y al tratamiento de Jefe de Estado, se fue insultado y escupido al lado del presidente de la AFA Claudio Tapia al que le gritaban “bostero”. Si esto hubiera ocurrido en otro país, o en las gestiones de Segura Armando Pérez, habrían desafiliado a los clubes de las Copa por dos años, como mínimo. La buena relación de Tapia con Dominguez e Infantino también influyó en que los gargajos quedaran como una anécdota del bochorno.
Las incendiarias palabras de Tevez y Benedetto a la salida del vestuario tenían como destinatario a su propio presidente. Angelici reaccionó frente al reclamo de sus jugadores y al de sus hinchas que le pedían lo que finalmente hizo: un reclamo disciplinario. El artículo 8 dice “Las Asociaciones Miembro y clubes son responsables de la seguridad y del orden tanto en el interior como en las inmediaciones del estadio, antes, durante y después del partido del cual sean anfitriones u organizadores. Esta responsabilidad se extiende a todos los incidentes que de cualquier naturaleza pudieran suceder, encontrándose por ello expuestos a la imposición de las sanciones disciplinarias y cumplimiento de las órdenes e instrucciones que pudieran adoptarse por los órganos judiciales” Este artículo habla de las responsabilidades, no de las sanciones.
En el expediente gas pimienta, Conmebol entendió que, ante un episodio ocurrido dentro del estadio, durante el juego, con un dron y un hincha que conocía las instalaciones, era muy marcada la responsabilidad/negligencia de Boca y le aplicó la máxima sanción de las que establece el articulo 18. El menú va desde una advertencia hasta la descalificación de competiciones en curso y/o exclusión de futuras competiciones. Así castigó a Boca en 2015 en una sanción beninga por el permiso a participar el año siguiente. Este año multó con 45.000 dólares a Temuco por las agresiones al micro de San Lorenzo antes del partido de vuelta por Copa Sudamericana. El equipo argentino pudo contar con todos sus jugadores. El match se disputó tal cual lo programado.
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River argumentará que su responsabilidad es menor al tratarse de una agresión fuera del estadio, donde el control principal corre por cuenta del operativo policial. A responsabilidad menor, sanción menor será su punto.
El acta de compromiso firmado por ambos presidentes trae el asunto de la teoría de los actos propios. En su presentación ante Conmebol, Boca deberá desconocer ese pacto firmado por su propio presidente para robustecer su pedido de sanción disciplinaria. “Yo sé lo que firmé”, dijo Angelici.
¿Qué decidirá el Tribunal de Disciplina? Seguramente pesará mucho más el beneficio a Boca como consecuencia del castigo a River. Al ser una final, la descalificación activaría inmediatamente la consagración. ¿La instancia y el contexto influirían más que el hecho en sí? Vale rescatar la reciente frase del presidente de la Corte Suprema, Carlos Rosenkrantz, a Carlos Pagni: “Cuando uno decide un caso difícil, lo tiene que hacer mirando solo los hechos del caso y las normas aplicables. Elizondo echó a Zidane en el Mundial de 2006 porque le había pegado un cabezazo al rival. No le importó que fuera el capitán de Francia, ni su último partido, ni la final del Mundial. Lo mismo debe hacer un juez”. La falsa virilidad de que “los partidos se ganan y se pierden en la cancha” se termina cuando no están dadas las condiciones para competir.
Esencialmente, ha sido una agresión de hinchas locales a futbolistas visitantes que no pudieron jugar como consecuencia de esas lesiones. Se admiten los matices del lugar y el momento de la agresión. Por aquí pasará la discusión jurídica en Asunción. “Hay dos tipos de jueces. Los que quieren determinados estados de cosas para los que el derecho y sus tradiciones de interpretación son obstáculos que salvar. Y los que solo creen que deben juzgar a la luz del derecho y las tradiciones de interpretación”, agrega Rosenkrantz en el mismo reportaje. “La sociedad es responsable. Perdemos todos”. Mentiras. Frases autocomplacientes con lágrimas de cocodrilo que decimos para quedar bien. Cada episodio de violencia tiene sus responsables, por acción u omisión. No es lo mismo putear por Twitter, gritar “los vamos a matar” en una cancha que romper un vidrio con una piedra. El callejón sin salida del futbol es que todos consideramos a la Justicia como el ámbito que me tiene que favorecer. Si no, no se acepta como justicia.
“Las caras incendiadas de Ponzio, Kranevitter, Funes Mori y Vangioni demandaban suspensión inmediata y atención médica urgente. El árbitro y el veedor de la Conmebol querían seguir a toda costa. Los jugadores y el entrenador de Boca lucieron más preocupados por la reanudación del juego que por la salud de sus colegas. Se despidieron saludando a la barra. El presidente Angelici se limitó a decir que el club había hecho todo bien en materia de seguridad. Muchos hinchas han elegido victimizarse y apelar a la teoría de la conspiración. Otros aceptan la responsabilidad pero se hacen trampa al solitario con el recurso de que por diez inadaptados no se puede perjudicar al club. Siempre puntual como excusa para rechazar sanciones duras a clubes grandes, esa frase le ha hecho tanto daño al futbol argentino como las balas, los cuchillos y las bengalas. ¿Qué dirían estos mismos hinchas si la situación fuera a la inversa? Más allá del fallo de Conmebol, esto es peor que irse a la B”. Tres años y medio después, han cambiado nombres y colores. Yo pienso exactamente lo mismo.