Los destinados a ser mejores en lo que hacen nunca pierden la pasión. Gladys Tejeda, por ejemplo, iba corriendo a todos lados. La petición de su madre para que compre algo en la tienda era como la señal de partida en una carrera. En Junín, a más de 4.105 m.s.n.m., una altura que ahoga a cualquiera, la pequeña Gladys empezó a recorrer el camino que la llevaría hasta donde está ahora: con un lugar asegurado en en Tokio 2020 luego de su exitosa presentación en le Zurich Maratón de Sevilla, España.
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Nació el 30 de setiembre de 1985 y es la menor de nueve hijos. Su madre, Marcelina Pucuhuaranga, hizo lo que estuvo al alcance de sus manos para educarlos por igual. “No tenía mucho, hice lo que pude”, dice, mientras recuerda a su hija levantarse antes del canto de los gallos para salir a correr. A las 4:30 a.m. estaba de pie, a las 5 empezaba a trotar y regresaba una hora y media después. Así todos los días, con esa disciplina que la condujo a ganar la maratón en México en dos ocasiones. “Regresaba cansada, pero mi mamá siempre me esperaba con la comida lista”, contó hace unos años la deportista en una entrevista.
Su madre siempre fue su gran apoyo, su soporte, su motivo para seguir. Más aun cuando la vida empezaba a dar esos golpes que te hacen más fuerte. Primero, el más suave, llegó en las actividades deportivas de Junín. Gladys, con las zapatillas de su vecina que calzaba una talla más, compitió y terminó segunda. Lloró. No solo por perder, sino porque el primer puesto era una cocina y ella se la quería dar a su mamá. Luego llegó el golpe más duro, ese que le hizo tambalear las piernas: la muerte de su padre. Estuvo a punto de dejar todo, de abandonar su sueño de ser profesional. “Perder a mi papá no fue fácil. Ya no quería correr”, señala. A Tejeda aún se le humedecen los ojos cuando habla de su progenitor, siempre lo tiene presente: “Él no está muerto, está siempre conmigo”.
DE MIRARLOS POR TV A PARTICIPAR
“Cuando era niña, miraba las Olimpiadas por televisión”, recuerda Tejeda, quien ya corrió en dos Juegos Olímpicos: Londres 2012 y Río 2016. Sí, los sueños se hacen realidad, siempre y cuando uno los desee tanto hasta poder conseguirlos.
Su carrera dio un giro de 180 grados cuando el Instituto Peruano del Deporte (IPD) la reclutó en marzo del 2009, luego de verla en una maratón en Junín. Así llegó su primera prueba internacional: 21 kilómetros en una carrera realizada en Bogotá, Colombia. Nunca había salido del país, mucho menos subido a un avión. Quizá por eso Tejeda considera este episodio como fundamental. “Fue una experiencia que jamás olvidaré”, reflexiona. En adelante, Gladys acumuló una racha de triunfos y alegrías para el Perú, que se coronó con la medalla de oro en los Juegos Bolivarianos, Trujillo 2013. Su primera presea dorada.
Gladys cumplió su sueño cuando clasificó a sus primeros Juegos Olímpicos, en Londres 2012. A la cita más importante para todos los deportes junto a los Mundiales de Fútbol, la fondista acudió junto a su madre. Quedó en el puesto 43. No le fue como esperaba, como lo soñó un día anterior a la carrera. A pesar del paso del tiempo, aún mantiene la ilusión de un podio a nivel internacional. “Quiero cantar el himno peruano en unos Juegos Olímpicos”, confiesa.
En el 2015 vivió la parte más dolorosa de su carrera. Corrió en Toronto y fue la más rápida en la exigente maratón, pero un diurético le quitó la presea dorada. Ella tomó un medicamento para problemas renales, sin saber que estaba prohibido por la Agencia Antidopaje. El tropiezo fue grande, como la sanción de seis meses, pero se recuperó y estuvo en Río 2016 donde ocupó el decimoquinto lugar.
Llegaron más victorias, más medallas, pero la que tuvo en sus manos en Toronto no la olvida aún. Por eso, cuando un sábado de julio de 2017 se anunció la partida en el Parque Kennedy para los Juegos Panamericanos, ella fue por esa revancha. Demostró que puede brillar como el oro como consecuencia de su trabajo y esfuerzo. Porque la vida le puso muchas trabas y siempre, siempre las superó.
“Obviamente hoy me tocó correr en casa, simplemente decirle que la medalla es para los peruanos... Corrí acompañada de toda mi gente y el Perú”, dijo Gladys Tejeda mientras recuperaba el aliento y el frío limeño secaba sus lágrimas, las mismas que tantas veces a generado en nosotros de tanta emoción.
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