Ángelo Caro Narváez. El mejor skater del país. El niño campeón nacional desde 2014. El joven quinto lugar en los Juegos Olímpicos Tokio 2020. El peruano campeón de la Serie Mundial Urbana en España 2022. El mejor conductor en cuatro ruedas en el país en que se debe vivir esquivando baches, motos, combis, problemas. Y desde ayer, sobre las 4 de la tarde, la primera medalla de plata para el Perú en los Juegos Panamericanos Santiago 2023.
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Sospecho que él no lo dimensiona. Los 24 años son, apenas, la etapa de la siembra. Las veces que se lo he preguntado, una mañana del 2021 en el aeropuerto, una tarde olvidable en una conferencia de prensa, frente a docenas de adolescentes chiclayanos que le piden una firma para sus zapatillas adidas originals, siempre ha salido con una pirueta, un quiebre. Diría él, un ‘ollie’. “Yo solo estoy orgulloso de representar a mi patria y si más chicos lo hacen con el skateboarding, mejor”. En esa sencillez se funda su movimiento, se consolida la revolución callejera: convertir a un deporte, en apariencia rebelde sin causa, en orgullo nacional.
Como ayer, que en redes sociales todos le dábamos F5 a la laptop para ver cómo había salido Ángelo Caro en la competencia de skate, modalidad street. Cuántos puntos debajo del brasileño Lucas Rabelo, que marcó 264.45, lo separaban. Hacia qué cámara miraba. Cuántas banderas peruanas lo alentaban.
Al final, fue medalla de plata en Santiago 2023, la primera para el Perú en los Juegos, y la sensación de que una presea olímpica lo espera, guardada en algún almacén.
Sospecho, decía, que él no lo dimensiona. Como en el surf Sofía Mulánovich, Diego Elías en el squash o en la UFC Soncora Marcos, Ángelo Caro abrió la puerta de las oportunidades de un deporte que, hasta su volcánica irrupción, parecía hecho solo para extranjeros que salen en el cable. Gracias a él, y más pronto de lo que creen, ejércitos de muchachos y muchachas colonizarán más pistas, más circuitos, otros malecones, con el sueño intacto de parecérsele.
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