Nadie la quiere ver retirada, ni ella misma. Por eso Serena Williams se vence a sí misma -y a su pena- para poner a todos de pie y ella también seguir erguida en el campo donde se hizo gigante. Empezó su andar en los Grand Slams en el US Open 1998 -profesional desde 1995 -y cierra su historia en el mismo torneo más de dos décadas después.
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La estadounidense siempre supo que su peor rival era ella misma. “El gran problema no son mis rivales, soy yo misma”, confiesa el relator de ESPN que le dijo alguna vez la estadounidense. Y en estos últimos días ha batallado entre sentirse una tenista plena para pensar en un nuevo Grand Slam y celebrar los 5 años de su pequeña Olympia el pasado jueves
Pero ya no más. Se acabaron los dolores, las lesiones y ahora se verá el pleno familiar de la menor de las hermanas Williams. “Soy terrible para las despedidas”, dice ella misma, y por eso alargó su estadía en el US Open hasta la tercera ronda, venciendo a la segunda preclasificada A Kontaveit el pasado miércoles y anoche dando pelea a la australiana Tomljanovic en tres sets con tres horas de juego, salvando cinco match points y teniendo tres break points en ese último game. Pero el tiempo también juega, el físico pasa factura.
Una carrera de superviviencia
Pero ¿quién es Serena Williams en este mundo tan exigente del deporte? No solo es la ganadora de 23 Grand Slams -a uno del récord de Margaret Court-, de 73 trofeos WTA y cuatro medallas olímpicas. Es una tenista que a solo 24 días de cumplir los 41 años sigue generando las palmas del mundo entero y sus lágrimas se repiten en muchos rostros, no solo en el Arthur Ashe, en el mundo entero.
Es la deportista que ganó el Australian Open con dos meses de gestación y que regresó a jugar aun dando de lactar a Olympia, a quien trajo al mundo vía cesárea por las complicaciones de salud que tanto la han aquejado en la vida. Pero Serena nunca se dejó tumbar.
Serena es quien “hizo retroceder a todas las fuerzas malignas del infierno, se quedó aquí en la Tierra e hizo de ella su paraíso”, según palabras de su propio padre, King Richard. Y sí, tuvo que vencer a muchas fuerzas en su contra para que hoy esas lágrimas conmuevan al mundo.
Porque hay una Serena detrás de la Williams que deja el tenis, es la que venció a las malas previsiones. Es la que creció en el complicado barrio de Compton (Los Angales), donde las pandillas acosaban a sus hermanas mayores y golpeaban a sus padres, tal como se ve en la película “King Richard” o también conocida como “El método Richard”. Es la que se formó viendo como Venus se iniciaba en el tenis con un entrenador, mientras ella tenía que aprender de lo grabado de esas prácticas.
Pero Serena aprendió de cada ‘demonio’ que se le cruzaba en el camino. “Sin Venus no existiría Serena”, dice en el Arthur Ashe, homenaje a su hermana, con la que ganaron 14 títulos juntas, de la que aprendió lo que había que hacer y lo que no en este deporte. Si Venus fallaba, Serena sabía cómo solucionarlo. Siguió los pasos de su hermana para luego andar juntas en el deporte.
Las victorias fuera de los campos de tenis
Pero esas fuerzas del infierno a las que alude su padre no solo llegaron a los campos de tenis. En el 2004 le dedicó cada partido a su hermana Yetunde, asesinada en una balacera en setiembre del 2003 en Compton. Para la familia fue un golpe tan duro, que Serena sufrió la peor derrota de su carrera en el 2018 (15 años después) -ante Johanna Konta por 6-1 y 6-0- luego de enterarse que iban a poner en libertad al asesino de su hermana.
Y los golpes seguían llegando. A mediados del 2010 fueron las condiciones médicas las que casi la retiran. Primero el accidente con vidrios rotos en Munich que le obligaron a ‘reconstruir’ sus pies con más de 20 puntos. Quizás no podía volver a caminar con normalidad, pero es Serena y no quería detener sus pasos en su puesta en escena.
Y fue justamente en una ceremonia de los Oscar donde toda la tranquilidad de Serena parecía venirse abajo. Los problemas para respirar la llevaron al hospital donde la conclusión fue alarmante. “Si llega a venir dos días más tarde...”. Eso le dijeron en la clínica a inicios del 2011 por una embolia pulmonar que le provocaron coágulos de sangre en el corazón, según se cuenta en el portal Puntodebreak.
Pero el corazón de Serena seguía latiendo, con esa fuerza que papá Richard y mamá Oracene Price le enseñaron desde pequeña. Y de ahí nacen las palabras del ‘creador’ de la reina del tenis. Tras sobrevivir a todo eso, ya en el 2012 Serena va a Wimbledon y gana su décimo cuarto Grand Slam. “Lloré profundamente aquel día, pero no por la victoria. Serena había vencido a la muerte, hizo retroceder a todas las fuerzas malignas del infierno, se quedó aquí en la Tierra e hizo de ella su paraíso. Sabía lo mucho que había luchado por vivir, por darse una oportunidad de demostrar lo grande que era una vez más. Y lo consiguió”, relata Richard para Punto de Break.
Y ese paraíso ha seguido siendo el de Serena y su tenis. Alcanzó los 23 Grand Slams hasta el 2017 -perdió 4 finales después, por lo que no pudo alcanzar a Court-, pero siguió siendo la misma batalladora. Ese mismo año, mientras le daba la vida a su pequeña Olympia, ella casi deja la suya en esas camas de sábanas blancas.
“Tras un embarazo fácil mi hija nació por cesárea de emergencia, al bajar drásticamente su ritmo cardíaco durante las contracciones. La intervención fue bien. Tener a Olympia entre mis brazos fue la experiencia más increíble que ha sentido en mi vida. Pero lo que sucedió pasadas 24 horas del parto fueron seis días de incertidumbre. Los médicos encontraron un gran hematoma y sangre coagulada en mi abdomen, por lo que tuve que volver a operarme para evitar que los coágulos fuesen a mis pulmones… Tengo la suerte de haber sobrevivido”, contó en una carta publicada en CNN.
Ahora deja la raqueta a un lado para hacer (más) feliz a Olympia, la pequeña de cinco años que ya quiere ser hermana mayor. “Si tengo que elegir entre construir mi currículum de tenis y construir mi familia, elijo lo último”, escribió para Vogue hace solo unas semanas, cuando anunció que dejará el tenis.
Así, el andar de Serena ha sido de supervivencia para convertirse en la más grande del tenis femenino. Anoche, sus lágrimas en Arthur Ashe eran las de todos. Pero, ese espíritu combativo aún queda en la menor de las Williams. ¿Existe la posibilidad de reconsiderar la idea?, le preguntaron. La respuesta generó la ovación completa.
“No lo sé... uno nunca sabe”...
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