No hay poesía en los campos británicos, no se ven allí gambetas ni malabares a la sudamericana. Es otro concepto de fútbol, menos barroco, aunque altamente atractivo, pues la belleza tiene rostros diversos. Hay toneladas de calidad en los planteles, sólo que se juega de un modo diferente a otros países, sin tanta táctica. Sobra músculo, velocidad, concentración, lucha, verticalidad. No son futbolistas sino gladiadores azuzados por el rugido de la masa, momentáneamente ausente. El juego mantiene una vigorosa intensidad durante los 95 ó 96 minutos sin bajar un decibel. Tanto ímpetu quizás reduce lucimiento. Lo que se vende es combate, entrega, actitud, energía, afán de victoria. Muy seductor también. Y todos cumplen la consigna: jugar de sur a norte, sin especulaciones. El toquecito hacia atrás o al costado no cotiza en Inglaterra.
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La exquisitez está en el envase y en todo lo que vemos al abrirlo: estadios preciosos, el inmaculado rectángulo verde, pulcritud, puntualidad, buen gusto. Toda la puesta en escena forma parte de un producto irresistible llamado Premier League. Incluso la presentación de cada partido por TV viene empacada en origen y es una maravilla que los consumidores planetarios devoramos gustosos. Cualquier partido es un plato bien presentado y apetitoso.
Se parte de una premisa: el marco debe ser impecable. Es uno de los factores de atracción, y la grama es legendaria en ellos, pese al clima lluvioso y frío en gran parte del año. Por eso el groundsman (canchero) ocupa históricamente un lugar preferente en la estructura de cada club. En el sencillo organigrama del fútbol de antaño venía el presidente, el manager y el encargado de la cancha. Sir Alex Ferguson cuenta que su día en Manchester arrancaba 6:30 recorriendo el césped con un té en la mano mientras conversaba con el groundsman sobre el estado del terreno. Hasta no hace tanto nuestros cancheros eran unos abnegados viejitos que cobraban una miseria y nadie les asignó nunca importancia ni presupuesto.
También hay nombres rutilantes. Sólo repasar la lista de técnicos y ver allí a Guardiola, Klopp, Ancelotti, Lampard, Mourinho y Bielsa despierta interés.
Hay otros dos elementos sustanciosos. Uno, el Fair Play, que no es apenas un lema vacío de contenido, se cumple a rajatabla o las sanciones son durísimas, hasta por una declaración inapropiada o injuriosa. Y están los arbitrajes, impecables, sin favoritismos. Para el juez da lo mismo el Liverpool que el Burnley. Y el VAR no es un festival a la española ni a la sudamericana, se usa para lo estrictamente necesario, con criterio e imparcialidad.
En ese contexto de belleza y ecuanimidad, situada claramente como la liga más atractiva del mundo, nace una nueva temporada, sin público por ahora (habrá en breve), pero con la misma expectativa o más que en los últimos años por el número de pretendientes a la corona. Y además porque se ensancha la base competitiva; dos clubes de enorme tradición retornan a un primer plano: el Leeds United, un coloso en los tiempos de Jackie Charlton, Billy Bremner y el DT Don Revie vuelve a Primera después de 16 años; y el antiquísimo Everton, que con la conducción del laureado Carlo Ancelotti y una docena de figuras llegadas en el verano pasado y en este busca reverdecer esplendores. Será, a partir de hoy, el Everton de James, por el ruido que su presencia generó en la ciudad de Los Beatles.
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El Liverpool de Klopp intentará defender la corona, pero hay que ver si mantendrá tan alto nivel de rendimiento. El club y el técnico sostienen una política prudente de fichajes y, de momento (el libro de pases cierra el 5 de octubre) sólo se ha reforzado con un lateral griego Kostas Tsimikas de moderado precio (13 M€).
Su archirrival será nuevamente el Manchester City de Guardiola, que a su ya rico plantel le agregó a Nathan Aké (45 M€), zaguero holandés de excepcional elasticidad y determinación, y a Ferrán Torres (23 M€), interesante puntero del Valencia. Pero, al parecer, esta vez habrá nuevos actores en la lucha por el título. Uno es el Chelsea de Frank Lampard, que ha roto el mercado gastando 223 millones de euros en cuatro contrataciones estelares: Kai Havertz (80 M€), Timo Werner (53 M€), Ben Chilwell (50 M€) y Hakim Ziyech (40 M€). Y aún busca un arquero. Lampard ya le había mejorado el rostro en el ciclo anterior, ahora se espera que apunte directamente a la corona. El otro es el Manchester United, que posee una nómina vastísima y joven, a la cual agregó al ascendente volante del Ajax Donny Van de Beek (44 M€). Están Rashford, Martial, Pogba, Maguire, Bruno Fernandes, Greenwood, Daniel James… El United vuelve a ser aspirante desde que se retiró Ferguson hace casi siete años y medio.
Detrás de ellos, pero con un refrescante viento de popa, viene el Arsenal, al que Mikel Arteta le ha cambiado la vida. Llegó en un momento turbulento y malo del equipo, lo enderezó, ganó la Copa Inglesa y el Community Shield nada menos que al Chelsea y al Liverpool. Reinstaló la alegría en la tropa y en los hinchas y, si bien es difícil que llegue al cielo, ya escapó de los infiernos. Hará mucho, mucho daño. Y tiene un goleadorazo como Aubameyang. En el mismo escalón situamos al Tottenham, al que Mourinho está obligado a mejorar so pena de ser considerado un exentrenador. Los Spurs se manejan con obligada austeridad (siguen pagando su sensacional estadio que costó 1.170 millones de euros). Pero lograron retener a Harry Kane y está Son. Mou encontrará la forma de batallar.
Marcelo Bielsa optó por mantener el equipo que le dio la alegría del ascenso al Leeds, una apuesta arriesgadísima. Toda la ciudad de Leeds está eufórica por el retorno y por Bielsa, pero un objetivo prudente para los blancos sería mantener la categoría en este primer año. A su vez Everton, o más bien Ancelotti, está compelido a clasificar a las copas europeas y, si es posible, romper la barrera del big six, los seis grandes que se reparten siempre el queso. Ha puesto tanto dinero el señor Moshiri (propietario) que estará impaciente por verlo. Ancelotti es un técnico de sistema tradicional con magnífico manejo de vestuario: los jugadores empatizan con él y saca lo mejor de ellos. Su fórmula del “siamo tutto bene” le ha dado extraordinarios resultados. No se encasilla en un esquema, se adapta a los jugadores que tiene y posee un ojo clínico para darles la mejor ubicación en cancha. El club le hizo un guiño al traerle a Allan y James, dos ex suyos que él pidió. Desde afuera se advierte armonía, ilusión y todo indica que el Everton debería estar entreverado. Con tres brasileños y dos colombianos, los azules son uno de los equipos con más sudamericanos del campeonato.
El Wolverhampton, última revelación (7mo.), y el Leicester (5to.) aspiran a otro año con sonrisas. Lo seguro es que tumbarán a más de cuatro. Por todo ello el torneo promete ser una apasionante riña de 38 fechas. Hay mucho gallo encrestado.
La peculiaridad de la Premier es que todos los clubes cuentan con planteles muy amplios por la cantidad de partidos que acometen. Quienes no entran en competiciones europeas, podrían disputar hasta 50 encuentros entre liga, Copa Inglesa y Copa de la Liga. Los que intervienen en el terreno internacional podrían agregar incluso trece más. Todo apretado en ocho meses. Y están los juegos de selecciones (los sudamericanos podrían tener 21 compromisos entre Copa América y Eliminatoria en 2021 si la pandemia no malogra torneos).
Cuatro aspirantes al título (Liverpool, City, Chelsea, United), dos que quieren guerra grande (Arsenal y Tottenham), dos ilusiones grandes (Everton y Leeds) y otro par que viene volteando muñecos (Leicester y Wolverhampton). Ninguna otra liga del mundo ofrece semejante competencia.
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