Hubo un día en que José Velásquez vio a Carlos Ascues, y se vio a él.
En todo caso, a un futbolista joven con talento, físico, personalidad y necesidad de protección. Era una tarde sin prensa en Matute, cuando el Patrón dirigía a la categoría 92 de Alianza en los años tóxicos de Guillermo Alarcón. Allí jugaba el venezolano Ascues, un delantero agresivo pero discreto. Un puntero con tranco largo al que le faltaba cancha, y también un muchacho con espíritu para pelear y actitud. Nadie se debe acordar de esa tarde, salvo Ascues. Pero de eso se tratan las biografías.
-“¿No quieres jugar de defensa? Tienes panorama, y las condiciones necesarias para ese puesto”.
El diálogo en realidad, fue una orden. Ascues tenía 18 años y no tenía margen de negociación: era un aspirante de la Reserva de Alianza y quería jugar sí o sí. Velásquez vio en el grandote aliancista un jugador que desperdiciado al que urge transformar. Ascues escuchó y aceptó. Y aunque el Patrón se tuvo que ir por los maltratos de la directiva, ya había plantado su semilla. Un año después Ascues fue el defensa central en el equipo de Pepe Soto que salía jugando y le pegaba bien, en la Libertadores Sub 20. El más parejo del equipo. Esa misma temporada fue el capitán de la Sub 20 de Ferrín. A los meses, se fue al Benfica B. Hoy, cuatro años después, es el goleador del ciclo Bengoechea y el único seleccionado que hoy genera consenso. El único.
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La historia de cómo se conocieron no suma a la comparación. Al contrario. ¿Existen coincidencias futbolísticas entre Velásquez y Ascues? ¿Hay alguna chance del esperado relevó posicional, 30 años después? ¿Juegan de lo mismo?
Mi primera respuesta sería que es muy difícil.
Velásquez era un ‘6’ de los ochenta con la visión panorámica de un volante mixto del 2000. Un crack del blanco y negro que la rompería en el HD de la Premier. Un adelantado. Todos sabían de qué jugaba (pegado a la línea de defensores, o Chumpi o Panadero) pero nadie intuía por dónde venía. Ni los uruguayos en el 81 ni los argentinos el 86. O más atrás los escoceses. A esto el sumaba el gol: 12 en 82 partidos, una buena media para su puesto. Ascues, en cambio, fue delantero, se hizo central y hoy es el volante central más importante del ciclo Bengoechea. Arriesga por el casi 1.90 m y su tranco largo hace que llegue casi siempre con un segundo de ventaja sobre cualquier rival. En su mejor estado físico, podría parecer un omnipresente como Velásquez, solo que con más desorden y más prisa. “Yo digo que no es necesario correr tanto. El fútbol es un juego que se corre con el cerebro”, decía Cruyff. Lo entendía Velásquez. Lo debe leer Ascues.
Y aunque el volante de San Martín jugó 5 de los 6 partidos y marcó 5 goles, eso que debería sumar a su favor abre el debate: ¿De qué jugador estamos hablando? ¿Qué es? Oblitas, que de esto sabe, es más concreto: “Los grandes jugadores no es que jueguen en diferentes puestos”. El Patrón fue tan bueno que hizo del volante mixto una posición que murió para Perú cuando él se fue. La decisión de Ascues será, finalmente, la que defina su futuro. Y también la del entrenador que le toque. Ya no para que sea el nuevo Velásquez, para que sea Ascues, en serio.
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