En el país de Chumpitaz y Meléndez, en el puesto de Reynoso, el back de la selección no podía ser como Christian Ramos. No se admite, parece. No puede fallar nunca por arriba (como hacía don Héctor), no debe ser lento sino elegante (como don Julio) y no corresponde que rife una pelota con la punta (como Juan). Esa injusta competencia –que para algunos clasifica a buenos y malos con facilidad–, es hoy su principal argumento de defensa. Sin esos rigores, Christian Ramos es titular de la defensa de Perú, ha jugado 7 partidos de los 11 de esta Eliminatoria, detrás de Guerrero y Cueva, es el que más jugó con Ricardo Gareca. Otros no están convencidos, varios ni están, pero él sí.
¿Qué tipo de back es Ramos? O mejor, ¿qué central es hoy? Digamos que representa a ese grupo de futbolistas que tiene los mejores formadores del medio y que, en ese sentido, ha recibido una educación integral que va más allá de despejar una pelota. Una rareza para un país que, por el contrario, deforma. En Cristal no encontró sitio y se fue a la San Martín, donde salió campeón pero no la rompía. Parecía siempre muy nervioso, llegaba tarde a casi todas los cruces y pese a su talla, el juego aéreo no era garantía. Le sobraba cuerpo. En 2011, Markarián detectó en él dos rasgos que solo se reconocen con el tiempo y lo llamó a la selección para la Copa América en la que Perú fue tercero: 1. Personalidad. Y 2. Responsabilidad. Allí conoció a Rodríguez, su dupla hoy. Allí se fue ganando el puesto. Allí ratificó que, pese a los errores que cometía en el torneo local, su caso era raro: cumplía mejor con Perú que con su club. La franja no lo disminuía, al contrario, se crecía.
Cinco años y 53 partidos con la camiseta peruana después, ese central dejó el país para jugar en Argentina y ya no se duda sobre su presencia en la Eliminatoria. Es más, se duda cuando no está. Y si Corzo le ganó el puesto a Advíncula o Trauco hizo olvidar a Vargas, Christian Ramos forma parte de este grupo que arranca menos adjetivos y más aplausos, que juega más de lo que habla, que ha aprendido a convivir con la crítica extrema antes que con el elogio. Pasaron muchos centrales desde que lo llamó Markarián a la Videna. Ramos solo se superó a Ramos, con todo lo que significa superar tus propios errores.
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