La suma de todos los miedos. Una película repetida en la que cambiaron algunos protagonistas pero en la que se mantiene la historia. Los resultados de la selección sacan lo peor de nosotros. No hay críticas, hay quejas que no es lo mismo. Solo vale encontrar culpables, descalificarlos y lincharlos mediáticamente. El hashtag #HoyTodosSomosPerú resiste hasta que nos hacen un gol. Luego, lo que viene es conocido: el equipo se debilita, los futbolistas no reaccionan, el entrenador no soluciona, la derrota se consuma y el entorno pide sangre. Lo mismo desde hace doce, ocho y cuatro años.
Sin una estructura que sostenga el fútbol peruano; formativa, responsable, planificada y coherente, el técnico al que le toque cada proceso eliminatorio no tiene margen de error en la complicada tarea de presentar la mejor selección posible, hacerla competitiva y buscar el éxito. Gareca, con sus matices, aunque con las mismas limitaciones de sus antecesores, tampoco ha podido conseguir, por ahora, ese salto de calidad. Hay lecciones del pasado de las que tenemos que aprender.
El entrenador de Perú debe reconocer que le van a exigir demasiado y que cuenta con poco para hacer mucho. En esta realidad adversa, sin abundancia de seleccionados, el técnico es el valor agregado. El arranque de Eliminatorias es su responsabilidad. Y si bien hay algunos nombres que se debaten, consideramos que la gran merma con relación a la Copa América es el funcionamiento colectivo. Sin equipo, no hay figuras. La curva de rendimiento es descendente. Incluso, dejamos mejores sensaciones en la primera fecha doble sin sumar puntos.
Más allá de adherirnos a que la suplencia de Gallese fue injusta, que se requiere un liderazgo que otros deben asumir, que consideremos que Joel Sánchez pudo recuperar minutos por el lesionado Carrillo, quien le sacó el puesto en la Copa y que Ruidíaz pudo ser opción de cambio “para “aprovechar su momento excepcional”, el análisis profundo concluye que nos alejamos del proyecto de juego que nos había entusiasmado en la Copa. Dejamos de ser ese conjunto corto, compacto, agrupado, que se comprimía para defender y que se desplegaba para hacer transiciones y atacar. Dejamos de ser equipo y, como consecuencia, quedaron expuestas algunas individualidades que ya no fueron respaldadas por el colectivo; principalmente Lobatón, Yotún y en menor medida los centrales. Nos volvimos muy vulnerables.
Si dejamos de movernos en bloque, cedemos en las áreas, donde se definen los encuentros. Hemos perdido la convicción para vincularnos con la pelota. El balón largo al pecho de Guerrero, para que controle, la cuide y aguarde la llegada de los medios, que era una variante se convirtió en una tendencia. Nos volvimos un equipo partido, sin juntar las lí- neas, y eso nos desprotege en defensa y nos resta en ataque. Retrocedimos en la esencia de juego que había alcanzado Gareca en sus primeros encuentros.
Puntualizando ahora en las respuestas individuales, el técnico reconoció que algunos futbolistas no llegaron en buen nivel. Se notó principalmente en la goleada con Brasil. El segundo partido de la fecha doble es un problema sin solución. La intensidad del juego y la instancia decisiva generan un desgaste que obliga a refrescar la alineación de un encuentro a otro. En especial en la paridad de rendimientos y en posiciones específicas. Los medios centrales, por ejemplo. A pesar de su buen desempeño, Tapia ni siquiera había podido concluir 90 minutos ante Paraguay, y padeció tres días después en Salvador. Lobatón, quien venía de una lesión, igual. Posiblemente, los extremos brasileños lo hubiesen desequilibrado igual, pero ubicar un marcador fresco, Céspedes, en lugar de Yotún pudo ser otra posibilidad. Es cierto que el calendario 2015 no lo permitía, pero a futuro hay que programar sesiones de entrenamiento con los jugadores de clubes locales.
Por ahora, modificamos para seguir igual. No hay ese salto de calidad sostenido que nos acerque a los resultados. Perdimos, como siempre, con tres selecciones que están entre las diez primeras del mundo, y le ganamos al que le ganamos habitualmente. De mantenerse esto, seguiremos lejos del quinto lugar. No se trata de cambiar a Gareca. Pero Gareca debe aprender del pasado reciente y tomar decisiones para, por fin, cambiar.
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