Íntimamente es imposible que no lo sepa. El ser humano, en un acto reflejo, trata de protegerse de todo lo que pueda hacerle daño e intenta justificaciones endebles. No las dice, pero las piensa. “El sistema no me acomoda”, “he sido muy pocas veces titular”, “en la MLS me asisten mejor”, “ya se olvidaron como ayudé a rescatar al equipo contra Venezuela”. El ejercicio se repite una y otra vez, como un mantra en la cabeza. Mientras tanto en Washington, en cada partido, la tribuna se desgañita al ritmo de sus goles “Pa pa pa pa,pá, Raúl, Pa, pa pa pa, pá Raúl”.
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El ritual se repite todos los fines de semana. Ni el portugués Nani, ni el “Pipita” Higuaín, con varios títulos europeos en sus espaldas han marcado tantos goles como Ruidíaz en la liga norteamericana. Solo el “Chicharito” Hernández ha festejado con la frecuencia del delantero peruano este año. No es casual que esta misma historia haya sido la misma en cada club que ha competido. Han cambiado los compañeros y las estrategias de juego y casi siempre ha sabido acomodarse para ser un goleador feroz. Apenas en Melgar, donde jugó brevemente, no destacó. En Universitario, en la Universidad de Chile, en el Monarcas Morelia y ahora en el Sounders ha escrito literatura con la pelota y las hinchadas lo idolatran. Por eso precisamente le es tan difícil explicarse que con la selección haya cobijado trazos más o menos sombríos. Para agudizar sus inseguridades, llegó Lapadula y en un dos por tres conquistó al país.
“La Pulga” es noble y no envidia el éxito del “Tano”, pero ansía tener su mismo suceso. Más allá de los argumentos con que intenta justificar su sequía goleadora, Raúl, un hombre inteligente, tiene perfecta conciencia que su rendimiento vestido de rojiblanco no ha sido el mejor. Con saña, algunos inclusive, lo han bautizado como el sucesor de Pizarro en la selección. Y no por sus virtudes. Claudio convirtió 20 goles con Perú en 85 juegos, lo que no es nada despreciable, pero existe la creencia popular de que pudo ser más eficiente. Raúl apenas ha marcado 4 tantos en 45 partidos, una media escalofriante si se le compara con sus propias estadísticas en cualquiera de los equipos en los que ha jugado. Más allá del injusto escarnio popular es válido que el aficionado cuestione su rendimiento en el once de Gareca.
El hombre y su circunstancia reciben como un reto la noticia: el querido Lapadula no va a poder jugar contra Uruguay y el reemplazante lógico del “Bambino peruano” es él. Otra vez el destino le regala la posibilidad dorada del desquite. Con Paolo y Farfán entre algodones, Ormeño en crecimiento y Valera sin el roce internacional deseado, Ruidíaz puede acallar las críticas con goles. Todavía nos queda en la retina la forma en la que, entrando desde la banca, revitalizó a la selección para salvar un juego que sería clave para llegar a Rusia. Esa vez, ante “La Vinotinto” en el Nacional, convirtió un gol y dio la asistencia del otro, pero, sobre todo, tuvo la actitud correcta: jamás se dio por vencido.
Es hora de aprender del pasado para escribir una historia nueva. Ruídiaz cumple 31 años en unos días: la misma edad con la que Lapadula demostró que podía serle útil a la selección. La posta ha sido entregada y Ruídiaz todavía está a tiempo. Es ahora Raúl, es ahora.
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