No, Gareca no es infalible. En todos estos años al frente de la Selección ha cometido algunos errores: opinó demás cuando lo mejor era abstenerse respecto de temas judiciales; equivocó el planteamiento de algún partido especifico; expuso a Pizarro, innecesariamente, en conferencia de prensa y protegió en exceso a Christian Cueva. A esos yerros se les podría sumar, de acuerdo a perspectiva, alguno más, como no convocar a Rivadeneyra nunca; no asumir mayor protagonismo en las selecciones menores; dejar a Claudio fuera del Mundial o, quizás, no insistir con Lapadula. No, Gareca no es infalible, pero su llegada es lo mejor que le ha ocurrido al fútbol peruano en los últimos cincuenta años.
En unas pocas semanas empieza el martirio de los torneos internacionales para nuestros clubes. Otra vez, las expectativas son magras. La realidad descorazona y aleja esperanzas. En cambio, la historia es otra cuando miramos a la Selección. Con lo poquito que hay Ricardo ha estructurado un grupo; ha respetado una identidad histórica de juego, y ha encontrado las posiciones ideales para cada uno. Él fue quien nos enseñó que Yotún no es marcador de punta ni Tapia central, por más que ambos hayan alternado allí en el pasado. También acertó con el recambio y con un sistema que disimulara las ausencias eventuales de sus estrellas. Gareca nos ha ayudado a creer cuando ya no creíamos. Después empezaron a llegar los resultados.
El sello indeleble de su estilo trasciende la esfera de la pelota. Lejos de la vanagloria, o la pedantería de defenderse desde su éxito, Gareca ha sabido pedir disculpas cada vez que se ha equivocado. Lo ha hecho humildemente, y más de una vez. Tampoco se ha refugiado en excusas cuando le ha tocado perder un partido. Él es el responsable de lo que pasa, o su equipo, o el nivel de juego del contrario. Nunca el árbitro, o el VAR, o el estado de la cancha.
Ricardo ha sido transparente. No ocultó jamás su voluntad de dirigir a la selección Argentina. Pero cuando no lo llamaron, y renovó con la Federación Peruana, su compromiso ha sido absoluto. “Yo cumplo mis contratos hasta el final” ha sido su respuesta cada vez que se le acercaron con alguna oferta interesante.
En una profesión en la que el estrés hace que Jurgen Klopp casi se lie a golpes con Antonio Mohamed en pleno mundial de clubes; o que Mourinho critique episódicamente a alguno de sus colegas, el “Flaco” ha mantenido, siempre, la ecuanimidad. Su liderazgo no es solamente deportivo. Va más allá.
Gareca ha mantenido la coherencia en la toma de sus decisiones. Por eso, al margen de la duda natural, terminó apostando por Ruidiaz en la lista definitiva que viajó a Rusia . También por eso, si le falta algún referente importante en algún encuentro, desdramatiza, prueba con otro soldado, y declara “ya lo vamos a resolver”.