Ignacio Schwalb (39) aprendió alemán de casualidad y es amable de nacimiento. Su apellido, su hobbie, su oficio y ahora su legado, parecen ser de quien nació para convertirse en uno de los más importantes creadores de cerveza artesanal (tan relacionada con Germania, Alemania o Bélgica) del Perú. Estudió en un colegio alemán, vivió un tiempo en Alemania, sin ningún lazo que él recuerde con el país de Beckenbauer y siempre haciendo hincapié en que -incluso- su apellido no es alemán, es Austrohúngaro. Entonces la cerveza se convertiría en su principal nexo con el país europeo. Todo parece demasiada casualidad.
A inicios de los años dos mil, Ignacio Schwalb vivía sus últimos años de secundaria junto a sus amigos Diego Rodríguez y Juan Diego Vásquez. Ellos se escapaban para reunirse de tanto en tanto fuera de los grupos de amigos del colegio Humboldt. Nunca nadie supo identificar por qué esos tres chicos eran tan unidos, separados del resto, como en una sociedad. Nadie lo imaginaba aún. Al salir de la escuela los tres siguieron frecuentándose. Siempre se juntaban para construir cosas como parrillas o muebles con madera, eran bastante inquietos. Ellos no sabían que años más tarde serían socios de verdad, de esos que comparten acciones de una misma empresa.
“Siempre nos juntábamos a hacer lo que sea”, dice Ignacio Schwalb con su usual voz tímida. Sin mucho plan, comenzó a salir el tema de hacer cerveza. “Deberíamos tener un bar que venda sus propias chelas, como hay en Alemania o Estados Unidos, pero no sabemos hacer Chela”, era la frase recurrente de sus juntas de amigos para construir algo o charlar. En definitiva, habían 3 chicos que tendrían que aprender a hacer cerveza si querían cumplir sus sueños. Corría el año 2008 y no había ni un solo tutorial de cómo hacer cerveza en un prehistórico YouTube de solo 3 años de creado. Uno de sus soportes principales fue “Mi primera Birra”, un blog argentino que cuenta de forma entretenida todos los pormenores que pasan los cerveceros artesanales. Uno de los consejos célebres del blog era:
“Si se ve como cerveza, huele a cerveza y parece cerveza, es cerveza; felicitaciones”. La idea de la cerveza artesanal y sobre todo de “Barbarian” se iba cocinando en la mente de los tres jóvenes.
Los barbaros eran aquellos pueblos que estaban fuera del Imperio Romano y que no compartían idioma ni cultura con ellos. Por ende, los barbaros no tomaban vino sino cerveza. En el Rugby, aquel deporte parecido al Fútbol Americano, aquellos que no pertenecían a un equipo fijo o aquellos que se reunían en un equipo aleatorio se les denominaba Los Barbarian. Los 3 socios, Ignacio Schwalb, Diego Rodríguez y Juan Diego Vásquez, compartían una afición por el Rugby, se volvía cada vez más evidente el camino que estaban por tomar.
MANOS A LA CHELA
De los tres chicos, Diego se fue a estudiar a Estados Unidos y ahí tuvo los primeros acercamientos extranjeros al mundo de la cerveza artesanal. “Cuando Diego volvió de Estados Unidos, de sus estudios, comenzamos a cocinar cerveza”, cuenta Schwalb.
Schwalb y Juan Diego son ingenieros industriales y Diego es administrador de negocios internacionales. Una tercia perfecta para crear cualquier negocio desde el cero absoluto. Incluso Juan diego y Schwalb habían estado muy involucrados en ventas. Los tres contenían casi todas las áreas básicas de una empresa.
En Enero de 2009 hicieron la primera Cerveza en el patio de la casa de los papás de Juan Diego. “Nos compramos una olla de aluminio, el aluminio no es lo mejor para hacer cerveza, pero es mucho más barato que el acero inoxidable”. Los 3 futuros socios estaban en modo prueba. Compraron la olla en el mercado, tomaron prestado un cooller playero, lo desinfectaron y quedaron operativamente listos para ser principiantes. Todo eso a los 23 años. Con una inversión de S/.100 soles cada uno, una olla de 20 litros, un cooller y 3 chicos en el medio del patio de la casa de los padres de uno de ellos.
“Queríamos hacer 20 litros y salieron 4″, cuenta Schwalb mientras ríe orgulloso del antes y el ahora. Los primeros críticos fueron ellos mismos, no podía ser de otra forma. La cerveza demoró un mes en estar lista. La abrieron y la tomaron juntos. Justo en ese momento estaba el abuelo de Juan Diego que fue el primero después de los 3 socios en probarla. Desde ese momento sería bautizado como el abuelo Barbarian.
“Al principio, lo más importante es no tener miedo a hacer cualquier cosa y que salga mal”, dice Schwalb, dejando atrás su voz tímida. “La idea es comenzar y en base a lo que vas haciendo, darte cuenta en qué tiene que mejorar. Y al comienzo tienes que mejorar en todo. Es más complicado”, completa la idea Schwalb con la autoridad que le da lo logrado y con la humildad de quien dice: ¡tú también puedes!
Con el pasar de los meses, las cosas fueron mejor y cada vez había menos por mejorar, aunque aún seguían en pañales. Una de las claves de Barbarian fue llevar un diario de cada cosa que hacían. Un libro de procesos en el que escribían cualquier cambio que hacían: todas las recetas, cuánto le ponían de cada cosa, las temperaturas y todo desde la primera cerveza que hicieron. “Anotábamos todo desde la primera chela. Luego de eso, íbamos cambiando una variable a la vez: ¡La temperatura de maceración! y solo cambiábamos eso. Por más que el resto no haya estado tan bien, cambiábamos solo una cosa y veíamos como se portaba, si mejoraba o empeoraba, y a la siguiente, cambiábamos otra cosa”, cuenta Schwalb.
“Al inicio hacíamos un día un chela roja, al día siguiente un chela rubia, al día siguiente una chela amarga, al otro día una chela negra. De hecho queríamos hacer una chela rubia y nos salía marrón, queríamos hacer una chela roja y nos salía marrón, queríamos hacer una chela negra y nos salía marrón. Muchas veces nos pasó eso”. Finalmente, cuando los Barbarian se propusieron hacer la persistente “chela marrón” la nombraron “Garage Brown Ale”, en homenaje al lugar en donde su fórmula fue creada, la cochera del auto de los padres de uno de ellos.
Después de 3 años de hacer cerveza como hobbie, empezaron a venderla. En ese tiempo se habían metido de cabeza al mundo cervecero. Leían, investigaban y se reunían con gente cuyo tema era la cerveza. Ya para ese entonces, en Miraflores, una empresa abrió un bar de cervezas importadas. Diego y Schwalb fueron casi de inmediato. En ese bar habían empezado a vender una cerveza que a ellos les gustaba mucho- Delirium tremens- y que nunca habían probado en su versión de barril. Eran las primeras semanas de ese lugar así que no tenían muchos clientes. No hubo mayor asombro hasta que salieron las primeras cervezas. En la barra, Diego y Schwalb vieron que la cerveza salía con mucha espuma y se ofrecieron a regularla. Se lo dijeron al dueño y el accedió. “La chela empezó a salir mejor y el dueño preguntó: ¿Cómo saben esto? Nadie en Perú sabe esto”, cuenta Ignacio Schwalb, que en ese momento, empezó a contarle al dueño de aquel bar que ellos tenían una cerveza: Barbarian Red Ale, la primera cerveza de la marca. “El 19 de noviembre del 2011 comenzamos a venderla en ese local. Hasta ese momento estábamos haciendo cerveza en la casa de los papás de Juan Diego. Pasamos un patio a un garage dentro de la misma casa”. La acondicionaron: era un espacio donde entraba un auto y nada más. El equipo eran ellos tres. Aquel bar en Miraflores, su único cliente.
Finalmente se mudaron. Cerca de donde estaban al inicio. Necesitaban espacio para atender la demanda de su cliente. Era un lugar de 40 metros cuadrados, 8 veces más grande de lo que tenían. Sabían que se quedarían por lo menos dos años ahí. A los seis meses ya tenían que mudarse otra vez. “Dijimos, qué hacemos, nos quedamos en un hobbie o invertimos plata y nos mudamos a un sitio más grande”, cuenta. Los Barbarian nunca tuvieron ahorros. Todo el dinero que recibían de sus trabajos se convertía en acero inoxidable. “Así como los que compran oro, nosotros comprábamos acero inoxidable”, cuenta Schwalb.
Hasta ese momento Ignacio Schwalb y sus socios no habían dejado sus respectivos trabajos en negocios y ventas. “Si queremos algo más grande tenemos que ponernos serios y deberíamos invertir más plata y más tiempo. Uno de nosotros debería salir de su trabajo”, decían los Barbarian. Y así fue. De los 3 socios, el que salía de su trabajo recibía un poco más de sueldo en Barbarian pagado por los otros dos socios que seguían trabajando en otras empresas a la vez. La amistad y la reinversión era la bandera de los Barbarian.
Sobre esas últimas charlas y con la conclusión de meterse en serio a ser cerveceros artesanales, fueron a los bancos a solicitar un préstamo. “Pedimos préstamos personales al banco, a la empresa no le prestaban ni un sol. Fuimos al banco, así como asaltantes y dijimos: ¡danos todo lo que puedas darnos!” Les dieron una suma importante para ellos en ese tiempo. Otro tipo de inversión no entraba. Nunca pensaron en diluir participación. La empresa siempre fue dividida solo entre tres.
Cuando se mudaron y el préstamo llegó, todo fue creciendo. Empezaron a embotellar la cerveza, pasaron de tener 8 clientes a 150 en un lapso de 9 meses. En ese momento no sabían cuánto, pero sabían que podían crecer mucho más. Era tiempo de pensar en los supermercados. “Entrar a supermercados es un mundo aparte, te hacen varias inspecciones y piden cosas que normalmente un empresario chico no tiene en su planta y nos ayudó a ser más ordenados, hace que te vuelvas más pro”, me dice Schwalb.
Ignacio Schwalb luce siempre sensato, como con la mirada puesta en una idea. Con una inteligencia natural y una cordura tranquilizadora. Explicar algo para él significa retroceder a las lecturas o información que suele recopilar en los casi cincuenta libros que consume por año. Un lector voraz y estudioso de los gurús del marketing y el emprendimiento. Hace varios meses dejó la gerencia de marketing de Barbarian para dedicarse a ver capacitaciones en las franquicias y otras cosas ya solo como socio fundador de la empresa.
Los Barbarian siempre se reunieron, para hacer cualquier cosa, tal vez solo para estar unidos, tal vez porque sabían en el fondo que los tres estando juntos siempre podrían hacer algo bueno y mejor que por separado. Hoy, se siguen reuniendo cada tanto, aunque la dinámica ha cambiado un poco: ahora es con familia y sus hijos. La amistad es clave. “Creo que es importante tener una amistad o una relación -así sea laboral- super transparente y donde exista mucha confianza. Somos casi como hermanos. Tenemos este tipo de peleas de hermanos donde te dices de todo pero a los 5 minutos ya estamos amistados. Nosotros en las reuniones hablábamos con todas las palabras del diccionario”, dice Ignacio Schwalb, recordando los inicios de lo que hoy es una de las cervezas artesanales más reconocidas del país. Además de ser pioneros y parte principal del boom cervecero artesanal del 2011. En 2016 abrieron en la calle Bonilla de Miraflores su primer bar. Luego seguiría otro en la misma calle y otro más en Barranco, etc. El territorio Bárbaro se expandía de una forma amable y armoniosa. Y como buenos bárbaros tenían planes también de expansiones más grandes. Hace unos días, los tres socios asistieron a la apertura del bar número nueve en Huancayo. La felicidad se sentía en la voz de un Ignacio Schwalb mientras me contaba, vía audio de WhatsApp, del nuevo territorio conquistado.
En las paredes de todos los bares de Barbarian están los restos de los estudios de mercado que los 3 socios hicieron: todas las botellas de cerveza que tomaron. Pues el pacto entre ellos era: “el que se iba a otra ciudad debería volver con todas las chelas nuevas que entren en la maleta”, cuenta Schwalb y sigue: “Estaba casi escrito en sangre eso. Ninguna chela se puede tomar si no estábamos los tres juntos”.
Barbarian es una empresa forjada a base de amistad. Tres tipos dedicados a trabajar en lo que les gusta, que querían beber su propia cerveza y digamos, que al final, hicieron chela de más, para regalar y luego vender. Hoy, la misma empresa enfoca sus acciones en colocar franquicias en el mercado peruano. Su modelo de bares con concepto “Barbarian” ya ha despegado con fuerza en Lima y regiones. El territorio de los Barbarian se sigue expandiendo. La unión y amistad de sus tres socios también.