Por: David Fischman, ingeniero civil, autor, conferencista y cofundador de la UPC.
Piense en su promoción del colegio, ¿quiénes eran los mejores alumnos de su clase? Ahora que han pasado los años, ¿acaso son aquellos que han alcanzado el mayor nivel profesional o empresarial? La respuesta es, posiblemente, no. Follow @EconomiaECpe !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+'://platform.twitter.com/widgets.js';fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document, 'script', 'twitter-wjs');
El problema con los colegios, en general, es que su sistema educativo se dirige a un grupo limitado de alumnos. Estos, a los que les va bien en el colegio, son aquellos que tienen los talentos de planificación, disciplina y organización, son numéricos o verbales. Aquellos chicos que cumplen con sus tareas a tiempo y estudian para los exámenes. Aquellos con un pensamiento convergente, capaces de analizar y sintetizar información. Aquellos dispuestos a seguir las instrucciones al detalle para sacarse una buena nota.
Pero para aquellos alumnos más creativos, más emprendedores, que luchan por su autonomía, o aquellos que son muy talentosos interpersonalmente y que son más flexibles, el colegio no crea un entorno para que puedan desarrollar y contribuir con su máximo potencial. Cada ser humano es diferente y tiene un conjunto de talentos particular, sin embargo, el colegio nos trata de encajar en un mismo molde.
Otro gran problema es la nota. La bala con la que asesinamos el amor por el aprendizaje. Los alumnos pierden su autonomía y son controlados por un número que hace que estudien y luego del examen olviden la mayoría de lo que han aprendido.
Sueño con un colegio que identifique los talentos de sus alumnos y genere un entorno, donde sus alumnos, automotivados, aprendan por su cuenta amando lo que hacen. Donde las notas no sean necesarias.