Son pobres las expectativas sobre el crecimiento del turismo hacia el Perú este año. En tiempos del Coronavirus y aeropuertos congestionados, pocos en la llamada ‘industria de los viajes’ creen que se logrará el avance de 10% que, a inicios de enero, estimó el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur) para este 2020, buscando superar las 4,4 millones de visitas.
No sólo son la coyuntura y la pobre infraestructura las que explican el pesimismo, también son las propias cifras oficiales las que dan pie a las dudas. Sobre todo una cifra, que además provoca preocupación por el futuro de este mercado: según el Mincetur (aunque aún con números preliminares), en el 2019 el número de visitantes al santuario histórico de Machu Picchu (nuestro principal destino turístico para los extranjeros) apenas creció 0,7% respecto del año anterior, alcanzando 1,48 millones de visitas en total. La pregunta es obvia: si la ‘joya de la corona’ no avanza ni 1%, ¿cómo lo hará el resto del país para que el promedio general sea de 10%?
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Si a este cóctel le agregamos que el aeropuerto cusqueño, el Velasco Astete, opera congestionado, con 3,6 millones de pasajeros utilizándolo cada año, según la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC), y que la Ciudadela Inca sólo tiene un acceso –por tren– no hay que ser un entendido para cuestionar las estimaciones del Mincetur.
De todos modos, y pese al panorama descrito líneas arriba, también en el sector hay (optimistas) quienes consideran que crecer es posible. Tal vez no al 10%, pero sí avanzar a nivel nacional y, sobre todo, gracias al Cusco. Uno de ellos es Carlos Milla, presidente de la Cámara Regional de Turismo de la Ciudad Imperial (Cartuc). Para él, las cifras de este destino no sólo se deben leer como sinónimo de colapso, sino como señal de que el interés internacional por el Ombligo del Mundo se mantiene e incrementa, a un nivel que puede impulsar al resto de destinos peruanos.
“Cuando hablamos del Cusco solemos pensar básicamente en Machu Picchu, pero de un tiempo a esta parte se están desarrollando otros atractivos, como la Montaña de siete colores, que ha llegado a recibir varios miles de visitantes por día. Si se consolidan nuevos ‘productos turísticos’, como Choquequirao, por ejemplo, en la selva cusqueña, y se diversifica la oferta, el potencial para crecer es muy alto y puede ser un palanca para los demás destinos del país, a través del ‘hub’ en el que ya se ha convertido el Velasco Astete”, explica.
Razón no le falta a Milla. El aeropuerto cusqueño ya se conecta de forma directa con seis destinos nacionales, alimentando a ciudades como Pisco e Iquitos, y con cuatro internacionales en Colombia, Bolivia (2) y Chile. Es más, el CEO de Viva Air Perú, Stephen Rapp, acaba de referir a Día1 que prevén incrementar a cuatro sus vuelos diarios entre Lima y el Ombligo del Mundo, y no descartan una conexión internacional directa que una a Cusco con Medellín o Bogotá (esta última, ruta que también opera Avianca).
Por si fuera poco, aerolíneas como Gol están interesadas en conectar la Ciudad Imperial con Brasil, mientras que Latam ha estudiado unirla con Argentina, según ha dicho Roger Valencia, ex titular del Mincetur. Pero, ¿cómo se concilia todo esto con el déficit de infraestructura que hemos descrito?
Precisamente, Valencia ha sido gestor de un plan que propone administrar de manera más eficiente en medio de la congestión. Por ejemplo, ha señalado que destinos como Machu Picchu pueden mejorar su flujo de visitas con un modelo de cinco accesos que liberen el –por ahora– único ingreso ferroviario. Uno de esos accesos puede ser a través de Santa Teresa, distrito de la ceja de selva cusqueña. En la misma línea, aunque con una propuesta más avezada, el Mincetur propuso –hace casi una década– ‘iluminar’ la Ciudadela Inca para promover sus visitas nocturnas, y, más cerca en el tiempo, acotar el recorrido de los turistas por el complejo a una o dos horas para agilizar el tráfico de turistas. Al parecer, opciones hay para ‘masificar’ el Cusco y repotenciarlo como motor del mercado receptivo hacia todo el país. ¿Sería suficiente?
NO INSISTA, DIVERSIFIQUE
Sin negar el valor del Ombligo del Mundo para la ‘industria de los viajes’ local, Fredy Gamarra, gerente general de la Asociación de Hoteles, Restaurantes y Afines del Perú (Ahora), considera que la tarea más urgente está en potenciar los ‘pobres productos turísticos’ que tenemos –por citar un par de casos– en el norte y el oriente.
“Sin infraestructura y con desorden e informalidad, las playas de Máncora se han convertido en visita ‘casi obligada’ para los ecuatorianos y, con limitaciones similares, Iquitos cautiva a los norteamericanos. ¿Qué pasaría si se les potencia?”, reflexiona.
Un camino para impulsarlos son los vuelos internacionales directos y, en esa línea, vale la pena traer a colación la fórmula que, hace poco más de un quinquenio, planteaba la aerolínea Star Perú con su propuesta de vuelos transfronterizos entre ciudades del Ecuador y Piura o Chiclayo, que no llegaron a ver la luz. Con ese norte, también el Estado, a través del Mincetur y Prom-Perú,convenció a Copa Airlines para que conecte Iquitos con Ciudad de Panamá y, luego, a Chiclayo con el mismo ‘hub’ centroamericano, vía acuerdos de cooperación e inversión cruzada que, se sabe, le han planteado a Viva Air.
“Alimentar el Cusco es válido pero no será útil sin una red de vuelos interregionales hacia las provincias”, concluye el gerente general de la Asociación de Empresas de Transporte Aéreo Internacional (Aetai), Carlos Gutiérrez. Esa tarea es ineludible.